La helada en las vides gallegas

Benito Eladio Rodriguez
Colaborador

Benito Eladio Rodríguez Fernández.


Empresario, adegueiro, cosecha vinos mediante agricultura biodinámica.

Propietario de Adega do Eladio, en Beade(Ourense).

Poeta y escritor 


Videsxeada


Vengo de leer en los diarios gallegos estos últimos días diferentes artículos que hablan de la grande calamidad ocurrida en las D.O. productoras de vino de la provincia de Ourense, particularmente.


El caso es que este acontecimiento no es un caso aislado en la historia de la viticultura gallega, sino que viene aconteciendo cada cierto tiempo, diez, quince, veinte, treinta años; imprevisible, que confirma que aun no estamos en el trópico, a pesar de que se perciba el incremento de la temperatura media, con motivo del tan cacareado cambio climático. Aún aparecen unos picos de baja temperatura, entre el abril y el mayo largo, que congelan los brotes de las vides, y estropean la cosecha correspondiente. Aún recuerdo aquella del 83 o 84, en 8 de mayo, que los brotes tenían una longitud de 40 o 50 centímetros. No quedó nada! Los brotes degollaron sin vida y la cosecha se perdió en un 90%. Hacen falta estrategias y alertas preventivas, como en el caso de Francia.


Jamás hubo la más mínima ayuda para el mundo de la viticultura; aquí lo que sí sabemos es que siempre se pagaron impuestos: llegó el romano y el primero que hizo fue a contar cuántos éramos, darle atribuciones a unos recaudadores y llevar dinero para la metrópoli; el recaudador quedaba con una buena tajada y tenía el apoyo del ejército. En la Edad Media, otro tanto del mismo, sólo que en este caso había que repartir con la religión, instaurada por Constantino El Grande, que siempre se arrimó al poder porque era quien le daba de comer y privilegios. Con los reyes castellanos llamados Católicos, Galicia quedó decapitada, la nobleza tuvo que rogar por puestos en el aparato administrativo castellano y renegar de su cultura y habla. Menos mal que parte de esa cultura tuvo la fuerza de no dejarse asimilar por Castilla y siguió su camino en Portugal. Durante más de trescientos años no hubo jueces, ni escribanos, ni autoridades religiosas y militares gallegas; eso sí, Galicia pagó un 35% más de impuestos per cápita que Castilla. Con la caída del Antiguo Régimen y la llegada del liberalismo, el campo gallego tuvo que emigrar a las Américas para redimir los foros, una grande epopeya, aun no documentada como se merece, un grande y colosal hito, con el que conseguirían hacerse con tierras de por sí y acceder a una supuesta independencia económica, hecho que dio lugar al minifundio.


Pero, como se va a crecer económicamente, en una economía de subsistencia, si no hay excedente? Mientras había que pagar impuestos y mandar a los chicos a la guerra.


Estos hechos fueron percibidos y retratados por nuestros poetas, léase a Curros Enríquez en el célebre poema "Aí vén o maio" o Rosalía:


“María, eu son mozo,

pedir non me é dado;

eu vou polo mundo,

para ver de ganalo”



Hubo que emigrar por aquel entonces, después de la guerra civil y en la actualidad. El campo productivo jamás recibió ayudas, ni directas, ni indirectas. Siempre se recaudaron impuestos del campo. Mi padre tuvo que emigrar a Venezuela en el 1955, por causa de una helada. Las pérdidas causadas por la helada se resolvían endeudándose y emigrando.


En los años sesenta del siglo pasado salieron principalmente del campo, hacia Europa, más de 600.000 gallegos, que ya no regresaron a su casa en la aldea, sino que compraron piso para irse a las capitales gallegas y foráneas, dejando hijos en el extranjero; no veían futuro en el campo. Así fue abandonada y reventada una cultura que llegaba desde la Edad del Hierro, algo extraordinario y sin parangón; una vida en contacto con la Naturaleza, una manera de ser y de entender el mundo; todo con motivo de juntar a la gente nos hormigueros urbanos, para dominarlos con el marketing y recaudar más fácilmente impuestos. Los recursos conseguidos por los emigrantes fueron quien de financiar el desarrollo y crecimiento de las urbes gallegas a la costa del abandono del campo. Vigo tenía alrededor de 10.000 habitantes en el 1870.


Nuestros abuelos y bisabuelos, que crearon las Irmandades da Fala y los movimientos galleguistas, que eran conscientes de la importancia de tener un gobierno propio que había velado por los intereses de los gallegos, quedarían asombrados al comprobar la paradoja de ser gobernados por las fuerzas contrarias la ese gobierno propio. Y ahora resulta que el campo vive subsidiado y no sea que se acomoden por haber recibido tantas ayudas, es decir, ninguna; y que nuestro gobierno autonómico es de Muros y no va con ellos ya que no tienen atribuciones para solucionar los problemas de los gallegos, ¿cuando los tienen? ¿Para qué sirve un gobierno propio si no para resolver problemas? ¿O para mantener un ejército de funcionarios y políticos a los que nunca la helada les quita el 80 o 90% de sus ingresos anuales? Qué pasaría si los asalariados de los sectores industriales o del sector servicios se viesen privados del 80% de sus ingresos anuales? ¿Que pasó cuando la crisis del sector naval, en Galicia, afectó a miles de obreros? ¿No jubilaron a la gente a los 45 años con fondos del estado? O en la reciente crisis bancaria, ¿no se endeudó el Estado hasta el cuello para salvarla?


Que sepa la gente del campo que nos tratan desigualmente, ¡y no respetan nuestros derechos!


Si los galeguistas tuviesen cinco diputados en las cortes centralistas, buscarían el dinero bajo de las piedras y el problema estaría resuelto.


Aquí, las únicas ayudas que hubo a los viticultores y productores fueron aquellas utilizadas para el cambio de plantaciones de castas foráneas por las castas autóctonas, venido en parte de Europa, ayudas escasas pues nunca cobren la producción que se pierde en los cinco años que tardan en producir, de nuevo, los bacelos replantados. Ese coste lo asume el viticultor.


Pues no, los habitantes del campo no nos conformamos con ser ciudadanos de tercera!


En la vida de los grupos humanos, pueden ocurrir acontecimientos catastróficos, como los que estamos tratando, pero en estos casos deben de habilitarse mecanismos solidarios que garanticen las pérdidas ocasionadas por la climatología. Casos hay en el mundo asalariado y bien recientes: cuando se produce la ruina de una empresa y los trabajadores quedan sin percibir sus salarios, el Fondo de Garantía Salarial se hace cargo de abonar salarios e indemnizaciones perdidas. Así aconteció en la reciente crisis económica donde el 'Fondo' fue superado económicamente, teniendo que hacerse cargo el Estado de los deberes salariales legales.


En el caso de la helada acontece lo mismo y no vale decir que hay seguros agrarios, pues estos son caros y las rentas percibidas por la venta de las uvas no cobren los gastos de las pólizas del seguro.


Como van a querer mis hijos vivir en el campo y de la viticultura si no son tratados con los mismos derechos y coberturas sociales que en la ciudad? Que se pretende? Que las treinta mil aldeas queden abandonadas y desiertas, para que luego venga el capital y compre, a precio de saldo, las fértiles tierras del vino, que son escasas, para hacer grandes bodegas industriales? Si es eso lo que se quiere, desde luego, se va por el camino más rápido pero, se perdería mucho: una cultura milenaria y una calidad difícil de conseguir la escala industrial, además de muchas explotaciones de cosecheros nuevos que vienen con fuerza y reclaman sus derechos a poder vivir, de su esfuerzo, en igualdad de derechos que los habitantes urbanos.


BIBLIOGRAFÍA

La batalla por el vino y el amor: O Cómo salvé al mundo de la parkerización, Alice Feiring 

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