La inspección educativa

José Luis Fernández Díaz
Colaborador

Nacido en Ourense en 1967. Estudou Maxisterio por Ciencias,especialista en Música. 

Licenciado en Ciencias Matemáticas especialidade de Estadística e Investigación Operativa na UNED.

Postgrado de Experto Universitario en Modelización de Riscos en Entidades Financieiras. 

Escrebo en varios diarios de Galiza, nalgúns co pseudónimo de José Luis Fernández Carnicero.

Mestre de Educación Musical no C.E.I.P. Calvo Sotelo (Carballiño).

Membro da Sociedade cultural: O Liceo de Ourense.

Membro do Consello Escolar de Galiza e do Consello Escolar Municipal de Ourense.

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Siempre que comienza un curso escolar hay un cúmulo de sensaciones que pertenecen a una dimensión aún sin definir. Estoy hablando de la impotencia que supone detectar problemas en el sistema educativo sin llegar a un pacto por la educación. Y por lo visto, no da llegado y pocos acreditan en el que viene de camino. Por eso, a lo largo de este año, vamos a analizar despacio cada uno de los aspetos más sensibles relativos a la educación, comenzando hoy por la inspección educativa.


En cumplimiento de las exigencias de la normativa actual, LO 2/2006 de 3 de mayo revisada el 18 agosto de 2015, Decreto 99/2004 y Orden de 13 diciembre de 2004, los inspectores de educación sobreviven en un mar burocrático de papeles, decretos, órdenes y circulares internas. Los profesores comparten muy poco tiempo con los inspectores, entre otras cosas porque el sistema educativo está excesivamente estructurado, olvidando que los tiempos cambian a un ritmo sin pausas ni cadencias. 


Los arquetipos familiares no son los de siempre. Las familias inmigrantes enriquecen la diversidad por un lado, modificando la enseñanza al incluir en las aulas nuevas mentalidades e ideosincrasias que distan mucho de la homogeneidad tradicional de otros tiempos. Este hecho no se juzga bueno o ruín. Simplemente exite. 


Por otra parte, los cambios tecnológicos revolucionaron no sólo la enseñanza sino también la sociedad. Los docentes pasaron de la tiza y la pizarra a programar 'escornabots' con Arduino, esto es, robots para niños. Eso implica un cambio tan importante que la renovación pedagógica siempre tendrá que estar presente a lo largo de nuestras vidas, adaptándonos a los tiempos. Y en este sentido echo en falta una profunda reforma en el cuerpo de inspectores. Si entre sus competencias estuviese el ayudar a los docentes con alumnos de necesidades educativas especiales, para integrarlos en el aula y desarrollar sus potencialidades, el sistema educativo ganaría en calidad y las relaciones con el profesorado pasarían a ser mucho más cercanas. 


Al implicarse en la comunidad educativa con una participación más activa, ayudarían a revisar los refuerzos educativos de alumnos que no tienen adaptaciones curriculares porque no las necesitan, y les llega con un refuerzo puntual. Para eso habría que reestructurar los equipos de orientación contando con la presencia del inspector. El único problema es que esto supondría un incremento presupuestario muy importante.


Por otra parte, el inspector debería tener la oportunidad de intercambiar su puesto de trabajo por el de formador en la Universidad. Esto era posible en 1932 y lo que funcionaba bien no debería cambiarse. Del mismo modo, los inspectores no deberían alejarse en exceso de la práctica docente, volviendo a dar clase; para conocer que ningún tiempo pasado es suficiente para conocer el presente. Aunque en las convocatorias para el puesto de inspector se exige un mínimo de 6 años de práctica docente, la realidad es que una vez integrados en el cuerpo, su papel se reduce al estrictamente burocrático y la desconexión con las aulas, alumnos, maestros y profesores, solo se retoma en intervenciones puntuales en algunos departamentos en los centros de educación secundaria.


La inspección educativa tiene un papel fundamental en el sistema educativo. El pacto por la educación debería comenzar por la elaboración de un Estatuto de la Función Docente. Esto ayudaría a determinar una normativa para los docentes, evitando que estuviera diseminada por un marco legislativo complejo y en algunos casos impreciso. Entonces, los inspectores tendrían más tiempo en ocuparse de los temas de los que ya hablamos y que a todos nos preocupan.


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