La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Pontevedra ha suspendido el juicio previsto para este jueves contra un hombre acusado de un delito de abusos sexuales contra una amiga que se encontraba ebria, dado que no ha comparecido su abogada defensora.

La Fiscalía pide para el acusado una pena de seis años de cárcel y otros seis años de libertad vigilada, mientras que la acusación particular eleva esta petición hasta los diez años.

El Ministerio Fiscal también solicita que se le prohíba aproximarse a menos de 100 metros de la mujer agredida, de su domicilio, de su lugar de trabajo o de cualquier otro frecuentado por ella, así como prohibición de comunicarse con ella por cualquier medio durante un tiempo superior en dos años a la pena de prisión que se acuerde.

La vista oral tuvo que ser suspendida porque la abogada de la defensa presentó un certificado médico con el que justificaba la imposibilidad de comparecer en el juicio.

La abogada de la acusación particular, por su parte, ha lamentado los trastornos que causa este aplazamiento en la víctima, ya que su cliente ha tenido que tomar medicación y estar asistida por una psicóloga. "El daño que se le hizo es irreparable", ha dicho la letrada, que pide una indemnización para su cliente en concepto de responsabilidad civil de 100.000 euros por daños morales y secuelas psicológicas.

HECHOS
Según el relato que presenta la Fiscalía en su escrito de acusación, los hechos que se van a juzgar tuvieron lugar presuntamente la noche del jueves 25 de agosto de 2016, cuando la mujer salió de fiesta con tres amigos, entre los que se encontraba el acusado.

Tras tomar varias bebidas alcohólicas, la joven comenzó a sentirse muy indispuesta, hasta el punto de perder el conocimiento, por lo que sus amigos la llevaron hasta su casa, dejándola en el sofá. Un tiempo después, sobre las cinco o las seis de la madrugada, sabiendo que la puerta había quedado abierta, y que la chica se encontraba sola y completamente ebria, "el acusado regresó a su domicilio con el propósito de satisfacer su ánimo libidinoso aprovechando que ella difícilmente podría impedírselo".

Como consecuencia de estos hechos, la mujer requirió atención psicológica y tratamiento psiquiátrico, con ansiolíticos y antidepresivos.

Como secuelas psicológicas, padece sintomatología propia de un trastorno de estrés postraumático, con una relevante ansiedad, la presencia de un síndrome afectivo grave y depresión mayor. Los psicólogos forenses advierten un fuerte sentimiento de estigmatización que puede provocar un gran aislamiento y restricción social; así como la presencia de sentimientos de ira, rabia, frustración y desamparo relacionados con los hechos.

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