Una mañana de lluvia no impidió que el salón de actos del Centro Social de Afundación, en Vigo, se llenase hasta la bandera. Llegados de muchos rincones, pueblos y ciudades de Galicia, este año los premios de crítica de Galicia, cambiaron de lugar y de formato. Esto supone un acierto para los organizadores que llevan 42 años renovándose y potenciando la cultura de nuestra tierra. Este es uno de los objetivos conseguidos con la convocatoria de estos premios.

Bajo el lema  elegido por los organizadores 'Tengamos el valor de darnos futuro' del poeta Manuel A. Torneiro, quedó muy claro que a Terra e a Fala se hace con la gente, con los artistas, científicos, poetas y escritores, expertos en gastronomía y con todo el potencial humano que tiene este país gallego. Tanto Bieito Contento como Antón Pulido, no pretenden complicarse la vida en un escenario político incierto, complejo, inestable y devorador. Ellos son dos fuentes inagotables de generosidad y ejemplo de trabajo bien hecho. Detrás, o al lado de ellos, todo un elenco de 26 miembros que completan la Xunta Directiva de la lamada “Asociación de Premios Crítica de Galicia” para los que van mis enhorabuenas por lograr mantener estos 42 años de existencia.

Entrando en materia les puedo decir que el acto discurrió en un ambiente de concordia, orden y mucha emoción. No faltó la buena música del curioso cuarteto Caramujo. La singularidad de este grupo viene de por sí, por las piezas que interpretan con maestría y los arreglos concebidos desde la música gallega. También nos llena de curiosidad que sea un cuarteto formado por seis músicos. Dos clarinetes, un acordeón  diatónico, un saxo contrabajo, un clarinete bajo y percusión de caja y plato, que fueron el hilo conductor de cada apartado de la escaleta prevista. Por otra parte, los tiempos dedicados a los discursos de los premiados fueron breves y no resultaron pesados. También hubo un buen equilibrio entre los hombres y las mujeres  galardonadas, reconociendo en el caso de ellas, que su visualización social no deberá ser eclipsada por nadie. De esta forma, los 8 jurados formados por siete miembros cada uno, cumplieron su difícil cometido de decidir entre tantos candidatos de prestigio, y justificaron en cada caso el motivo que los llevó a decidirse por los premiados, por unanimidad. Finalmente hubo una degustación de productos gallegos, donde los asistentes tuvimos oportunidad de saludarnos, hablar, sacar fotos y selfies y sobre todo conversar. Cada detalle estaba cuidado y las botellas de vino tenían un poema del querido Manuel María.


Al día siguiente supe que hubo diversas opiniones sobre el hermoso acto del que les estoy hablando. Puede ser que alguno hablara de oídas, de lo que le contaron, o que no tenga libertad para escribir sin prejuicios lo que allí se vivió. ¿Quién sabe? Solo sé que el Alcalde de Vigo, Abel Caballero, cerró el acto con un discurso entrañable que agradó a los asistentes, manteniendo la solemnidad que reinó desde lo comienzo de la entrega de los premios. Solo tuve pena de no poder decirle que viniera para Ourense, pues nos gustaría tener un Alcalde que atienda a los vecinos, a la cultura y a la mejora de la ciudad, ya que el que nos tocó solo piensa en “rascar el cielo” con un edificio. Ya me entienden. Y pensándolo bien, quizás sea mejor así, pasar sin decirle nada, para que quede en nuestro maxín un sábado entre nuevos y viejos amigos que trabajan para que nuestro país no baje nunca del más alto concepto de excelencia, coherencia y humildad.           

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