“Qué es la vida?, una locura. ¿Qué es la vida?, una ilusión, una sombra, una historia. Y el mayor bien es bastante poco; porque toda la vida es sueño y los sueños, sueños son” decía Calderón de la Barca en su obra la “Vida es sueño”.





Muchas personas encuentran en los sueños -estando despiertos o dormidos- la ilusión que les empuja a transformarlos en una realidad que no desaparezca cuando los parpados cambien de posición y la mente advierta que ha vuelto a la vida real. Alcanzar ese estado es el resultado de la suerte y el trabajo duro. Nadie regala nada: la consecución de los objetivos requiere trabajar duro, no rendirse cuando algo se tuerce y levantarse cuando el gran batacazo ha dicho “aquí estoy yo”.


Decía con mucha razón Victor Hugo que “No hay nada como un sueño para crear el futuro”, y como los sueños son los espacios donde las ilusiones se cobijan, nada mejor que soñar mucho para lograr algunos de los deseos que aparecen en ellos.


La ilusión que cada 22 de diciembre ponen una buena parte de la ciudadanía que espera que los niños de San Ildefonso saque de los bombos, bola a bola, los números que se encuentran impresos en esos billetes que han comprado con la ilusión de ser agraciados con algún premio que le ayude a cumplir su sueño de mejorar su vida: pagar hipotecas, salir del pozo del paro que les ha llevado al filo del desahucio… Son tantas las ilusiones y proyectos que se pueden acumular entorno a un trozo de papel, que es difícil expresarlo en unas pocas líneas.


Por eso, el sorteo de la lotería de Navidad, desde hace muchos años, me parece uno de los mayores sueños colectivos  que se pueden cumplir y que más felices hace a la gente. “La ilusión es soñar despierto”, decía Aristóteles. ¿Cuantas personas comentan lo que van a hacer si la diosa fortuna toca el décimo que con tanta ilusión han comprado?, muchas.


Las imágenes que proyectan las distintas cadenas de televisión, de las personas que han tenido la suerte de tocarles un premio, es el mayor ejemplo de que los sueños pueden cumplirse. Ilusión y felicidad que contagian a todos los que se encuentran a su alrededor, aunque no les haya tocado ni la pedrea.


El cava esparramado entre los que se haya presentes en las puertas de las distintas administraciones de loterías es el invitado perfecto para la celebración. Las cientos de burbujas que se expanden entre todos los presentes culmina el proceso de la primera parte de la alegría colectiva. No importa el lugar donde se celebre la suerte, todos reaccionan de la misma manera.

A las personas que la suerte les ha pasado de largo, suelen decir, al menos el premio en muchos casos, ha tocado en barrios donde la necesidad apremiaba. Es el consuelo solidario de una jornada mágica y llena de ilusión.


Durante unas horas, el binomio ilusión sueños ha tapado la realidad política de la que muchos, pero que muchos, están hasta el gorro. No se preocupen, que esta no se ha borrado de un plumazo, solo se ha tapado por unas horas, las necesarias para cumplir algunos sueños.

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