Los Reyes que nos quedan en Europa suelen hablar a sus conciudadanos en ocasiones señaladas o en la inauguración del año parlamentario. Sus intervenciones son visadas por los gobiernos democráticos y a partir de ahí, todo el mundo sabe que Corona y Gobierno tienen una hoja de ruta común y cumplible.





Lo del discurso del miércoles del Rey de España ha sido algo excepcional por el momento en el que nos ha tocado, más que vivir, padecer. Por ello, sus palabras a muchos nos han dejado fríos y hasta con la sensación de que como, no tenía que decirnos nada especial o no sabía cómo hacerlo, poco podía comunicar al país.


Como las cosas nunca son como empiezan, sino como terminan, me quedo con los aplausos de su hermana Elena, ayer en la madrugada, dirigidos como los de sus vecinos madrileños, a los sanitarios españoles con los que convivo todos estos días en Barcelona, que lo están pasando terriblemente mal y no dejan de curarme. Lo de la hermana de Su Majestad tuvo la empatía que le ha faltado en esta ocasión al ilustre inquilino de la Zarzuela, y que estoy seguro que volverá a recuperar pronto.


De momento solo nos queda decir: Otra vez será, ya vendrá la toma buena.

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