La década que el Partido Popular (2009-2020) lleva gobernando Galicia, con A. Núñez Feijóo de presidente, es tiempo bastante suficiente para saber tanto que tipo de políticas son las preferidas por este partido como los efectos que aquellas provocan.


Resulta evidente que este partido defiende la extensión y ampliación de la iniciativa privada en perjuicio del público por considerarla más eficiente. Así, tenemos constancia de cómo sus actuaciones en materia de servicios públicos, y muy especialmente en los que hacen referencia al bienestar social (atención sanitaria, mayores, dependencia, familia, exclusión social....) fueron siempre dirigidas a crear un nicho de mercado para el capital privado, dando entrada incluso al capital especulativo. El resultado fue peores servicios, más desigualdad y gasto público.


Extensión y ampliación de la iniciativa privada, justificada en base a las supuestas ventajas del libre mercado, que venimos reflejada tanto en la política industrial (naval,  metalurgicia, textil....) cómo en la agraria (ganadería, forestal...) y nombradamente en la bancaria (cajas de ahorros). Un libre juego que en la práctica, dada la intervención subsidiaria de la Xunta de Galicia, se transformó en un apoyo público preferente tanto a determinadas ofertas privadas como, por tanto, a determinadas empresas y sociedades también privadas. Intervención pública que la parte de contradecir sus tesis neoliberales sobre la mayor eficiencia de los comprados provocó auténticos desastres (cajas, naval, metalurgia...) al tiempo que favoreció la corrupción y el amiguismo.


Durante esta década podemos al mismo tiempo constatar cómo el Partido Popular mantiene en las relaciones de género unas posiciones muy próximas a la brisa católica y dentro de esta al sector más conservador (OPUS DEI). Una posición política que supone la defensa de la familia tradicional como eje central de la convivencia social pero en la que las mujeres ocupan un lugar secundario. Su posición conservadora en relación al aborto, las relaciones de pareja, el cuidado de los niños, la elección de los contenidos de los textos y de las disciplinas escolares son una clara muestra de tal posición discriminatoria.


Podemos también comprobar cómo para este partido (PP) las denuncias sobre los efectos del cambio climático y en general todo lo que se relaciona críticamente con el deterioro medioambiente no deja de ser considerado propaganda sin fundamento real. Todo ello a pesar de las continuas evidencias científicas sobre el creciente impacto de la contaminación tanto industrial como urbana, o sobre el excesivo y malgastador consumo de los recursos naturales. Así el gobierno gallego, en la vez de invertir en políticas defensoras del medioambiente y protectoras de las recursos naturales, viene dando todas las facilidades para, por caso, la instalación de industrias contaminantes y/o la expansión de una agroindustria que tiene un enorme impacto con, por caso, sus residuos. El tiempo desprecia todo lo que es avanzar en la educación ambiental y/o en la fijación de una auténtica fiscalizad verde que ayudarían a una mayor concienciación.


Finalmente, resulta indiscutible que esta Xunta de Galicia (PP) menosprecia de una manera  irritante tanto la lengua como la cultura gallegas y en general todo aquello que forma parte de la personalidad de Galicia y que nos identifica como país. Un desprecio que, por caso, también comprobamos con su negativa a avanzar en la necesaria articulación institucional del país gallego. Algo del que tenemos evidencia por su negativa a conseguir nuevas transferencias, hacia una mayor soberanía, pero que, por otra parte, están reconocidas en el actual Estatuto de Autonomía. No está de más subrayar que somos la única autonomía española que aún no introdujo reforma alguna en su estatuto.


Actuaciones políticas de este tipo, que en las fases recesivas tienen un mayor impacto negativo, llevan la que esta sea hoy una comunidad más pobre, más desigual, más desbarajustada, con menor personalidad y también menos relevancia en los escenarios políticos nacional e internacional.


No hay razón alguna para pensar que esta dinámica vaya a cambiar de seguir al frente de la Xunta de Galicia el partido (PP) que gobernó en la última década y con mayorías absolutas. Una evidencia más preocupante cuando, por mor de una pandemia, entramos en una nueva fase  recesiva sin haber abandonado definitivamente la anterior.


Por todas estas razones Galicia precisa, por caso, un fuerte impulso de lo público y una gran participación social. Algo que, como nos enseña la experiencia histórica, solo es posible con las izquierdas gobernando. He ahí que considere muy necesaria su victoria en las elecciones autonómicas del próximo 12 de julio.

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