Las elecciones autonómicas celebradas este pasado domingo, 18 de febrero, vinieron a confirmar, por si había alguna duda, que en Galicia las derechas (lideradas por el PPdeG) son hegemónicas en el sentido gramsciano. Una hegemonía electoral (47,4% de los votos), territorial (ganan en 295 ayuntamientos), social (rural y urbana), política (no dependen de quién sea el candidato para ganar) y cultural (imponen su cultura conservadora, española y católica).
Una hegemonía tal que conduce a las izquierdas las derrotas concurrentes a nivel autonómico. Porque, independientemente de los resultados particulares, las izquierdas gallegas (BNG, PSdeG, Sumar, Podemos) volvieron a ser derrotado,s pues continuarán en la oposición al fracasar su objetivo de acceder a la Presidencia de la Xunta. Una derrota que, indiscutiblemente, tienen una distinta dimensión según la organización política de que se trate.
Una derrota dulce en el BNG. Derrota porque fracasa en su objetivo político central, que no era otro que alcanzar la Presidencia de la Xunta de Galicia. Dulce porque aún no habiendo conseguido ese objetivo incrementó notablemente su apoyo (455.000 votos, 25 diputados: el mejor resultado de siempre) situándose como portavoz indiscutible de la oposición, con un liderado ampliamente reconocido (Ana Pontón) y con expectativas futuras fundadas.
Una derrota muy amarga del PSdeG pues cosecha (207.91 votos y 9 diputados) el peor resultado de su historia, que vendrá a abrir aún más las heridas abiertas con anterioridad como pasó, por caso, con la elaboración de las listas. Una derrota que seguramente provocará un nuevo seísmo interno en una organización en la que los movimientos telúricos son frecuentes. Una derrota que también escenifica la crisis ideológica y política en la que se mueve esta organización.
Una derrota sin paliativos en las autodenominadas nuevas izquierdas (Sumar, Podemos) que vuelven a pagar los viejos y repetidos vicios secesionistas (no se puede olvidar el papel desempeñado por las mismas en el destrozo de En Marea que, en la décima legislatura, había llegado a contar con 14 diputados siendo la primera fuerza de la oposición). Unos vicios que les condujeron a quedar en una posición absolutamente marginal en el escenario político gallego. Con toda seguridad que, una vez más, volverán a surgir las voces de siempre reclamando la unidad de las izquierdas auténticas, voces que seguirán culpando a los demás de sus propios errores y fracasos.
Tiempo habrá, así lo haremos en próximos artículos, para ahondar más al por menor en las lecturas que permiten estos resultados, por caso, de los por qué de esta larga hegemonía de las derechas, de las derrotas de las izquierdas y de sus posibles implicaciones a nivel gallego y español. Pero lo subrayado al principio resulta indiscutible: en Galicia las derechas siguen siendo claramente hegemónicas.