Archivo - El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, durante la Cumbre del MED9, a 11 de octubre de 2024, en Pafos (Chipre).


 

La mundialización neoliberal, con sus crisis recurrentes, sumada a los enormes fallos en la construcción de la unión, que provocan grandes déficits democráticos, están conduciendo a Europa a un nivel de degradación política, social y cultural sin precedentes desde la II Guerra Mundial.


 

Un imparable declive que tiene su paradigma político en el ascenso de las extremas derechas en prácticamente todos los estados de la Unión Europea. Algo que si hace unos días pudimos comprobar con los resultados electorales habidos en Portugal, antes había sucedido en Alemania, Austria, Dinamarca, Italia, Suecia, Holanda, Francia y España, entre otros. Un ascenso de los totalitarismos que se ve favorecido por las nuevas estrategias de muchas derechas que si durante décadas se presentaron como centristas y/o liberal-conservadoras en la actualidad no tienen reparos en aliarse o tender puentes a las extremas derechas. Así, y después de las elecciones al Parlamento Europeo, el grupo del Partido Popular (PPE) tendió la mano tanto a la extrema derecha italiana de Giorgia Meloni como a otros partidos de su grupo parlamentario. Unas alianzas políticas que en Europa occidental no se daban desde la II Guerra Mundial cuando después de las terribles experiencias vividas (nazismo, fascismo) y con las excepciones temporales de España, Portugal y Grecia, se llegó a un acuerdo tácito entre las derechas y las izquierdas para impedir la entrada de la extrema derecha en las instituciones democráticas.


 

Alianzas de las derechas conservadoras y las extremas derechas que tienen lugar sin que estas últimas renuncien a sus postulados profundos, a su ideología totalitaria. No solo no se produjo esa renuncia, sino que, gracias a la permisividad de las primeras, están consiguiendo tanto introducir esa ideología en relevantes aparatos de los estados como penetrar en las conciencias de un número creciente de ciudadanos. Una ideología totalitaria a la par que racista y xenófoba que busca desnaturalizar las instituciones democráticas y deteriorar la propia convivencia ciudadana. Así estas derechas extremas lejos, por caso, de comparar libre y democráticamente sus proyectos políticos y culturales con las izquierdas buscan el ataque personal, directo y descalificador a sus líderes y dirigentes usando como armas la mentira, la trola y mismo la intimidación física. Campañas de acoso y derribo que son una prueba elocuente de que estamos en una fase histórica marcada por un profundo declive político, social y cultural que se ve favorecido “por el cambio de paradigma socioeconómico implantado por la mundialización neoliberal” (SAMI NAIR: Europa encadenada. El neoliberalismo contra la Unión).


 

Un declive que tres acontecimientos exteriores a la UE acentuaron: la guerra en Ucrania, el genocidio en Gaza y los aranceles de la nueva administración estadounidense, que pusieron en evidencia tanto la falta de una política exterior y de defensa europeas como la intensificación de las divergencias internas. Después de tres años la situación de la guerra en Ucrania, con un número creciente de muertos y desplazados, infraestructuras destrozadas y sin que en el horizonte inmediato se vea un claro final, está poniendo dramáticamente en evidencia que la Unión Europea, carente de una política común de defensa, se mueve a los dictados de la OTAN, que es lo mismo que decir de los Estados Unidos. Una subordinación que lleva la que ahora la solución al conflicto no parezca estar en manos de la Unión Europea y de Ucrania sino de Rusia y los Estados Unidos. Una subordinación que explica por qué la Unión Europea se ha embarcado en una carrera armamentística cuya principal beneficiaría será la industria militar estadounidense.


 

Con relación al genocidio en Gaza y Cisjordana, la postura de la Unión Europea de no incomodar al gobierno israelí, a pesar de los loables esfuerzos del gobierno español por defender los derechos del pueblo palestino a tener un territorio y a vivir en paz, supone una enorme mancha oscura en la imagen de Europa cuyo desprestigio internacional va 'in crescendo'. Finalmente, no menos preocupante está siendo su política para hacer frente a la ofensiva comercial de la nueva administración estadounidense. Una ofensiva que busca subordinar Europa a los intereses de un imperio en decadencia que se obstina en recuperar un liderazgo perdido.


 

Unas coyunturas que podían ser oportunidades para que la Unión Europea hubiera ocupado en el tablero internacional una posición distante de los dos imperios en conflicto (Estados Unidos y China) y de defensa de la paz, la democracia social, el medio ambiente, la relación amistosa y cooperativa entre los pueblos en la búsqueda de los intereses generales pero respetando las lógicas diferencias. Una posición que supondría un mayor acercamiento de la Unión Europea a los países del sur global donde su imagen está en caída libre.

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