Un helicóptero trata de extinguir el incendio, a 12 de agosto de 2025, en Seixalbo, Ourense, Galicia (España). La Xunta ha decretado el nivel 2 de emergencia a nivel provincial en Ourense por grande


 


 

“Hay una actividad de terrorismo incendiario en España. La conocemos, sabemos que el 80% de los incendios son intencionados y necesitamos la colaboración de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para detectar y detener a esos incendiarios” (Alberto Núñez Feijóo)


 

Una de las razones que explican la manía que el Partido Popular (PP) le tiene al actual Fiscal General del Estado (Álvaro García Ortiz) viene de lo sucedido años atrás con motivo de unos ejercicios en los que en Galicia se repitieron las grandes olas de incendios forestales. En aquellos años (finales de la primera década del presente siglo), el que era presidente de la Xunta de Galicia (Alberto Nuñez Feijoó) y su equipo a coro le echaron la culpa de las grandes llamaradas a ese supuesto terrorismo incendiario quien, según este dirigente político, sigue activo hoy en día a pesar de los años transcurridos.

 

La realidad es que el en aquel entonces Fiscal de Medio Ambiente desmontó de forma contundente y muy brillante esta estrafalaria tesis dejando en evidencia que los orígenes de los incendios forestales eran otros como, por caso, la falta de prevención y el enriquecimiento de intereses privados a costa de las llamas. Que los orígenes eran otros y, por tanto, las soluciones también deberían ser distintas, lo que implicaba que las responsabilidades también eran diferentes a las que atribuían los dirigentes del Partido Popular pero que en este caso les afectaban directamente como gobernantes y responsables políticos. Una realidad que se repite. Lo peor de todo es que no parecen querer reconocer sus errores y mudar las políticas para así evitar tamañas catástrofes ambientales, sociales y económicas.

 

No quieren reconocer sus errores por que no quieren mudar su visión de la “problemática forestal” que, como sucede con prácticamente todas las actividades económicas es concebida por estas derechas como un negocio privado. Un negocio privado en el que las mayores ganancias están bien en el cultivo de determinadas especies que son pirófitas, como es el caso del eucalipto, bien en el apagón de los incendios. Una visión que supone también considerar el forestal como una actividad aislada de las demás actividades del rural (agricultura, ganadería, servicios, medio ambiente, ocio....), que prácticamente ignora a las gentes que viven en dicho medio y que rompe el histórico enlace habido entre montes, productores y vecinos. Ruptura que conduce a un progresivo y creciente abandono de esas áreas algo que podemos confirmar fácilmente se, por caso, atendemos al brutal incendio que se está produciendo en el Macizo Central de Ourense. Una provincia donde la superficie forestal ocupa más de las tres cuartas partes del territorio, la producción agroganadera es muy pequeña y donde también la pérdida de población es intensa, lo que incide en la pobreza de los servicios sociales y las infraestructuras públicas. Una realidad que hace a estos territorios muy vulnerables desde el punto de vista medio ambiental.

 

Una realidad sistémica a la que últimamente a la que se vino a sumar el cambio climático que abrió la puerta a los que dan en llamarse “incendios de sexta generación” es decir, que haya menos incendios pero estos son más violentos e intensos (“megaincendios”) lo que hace que técnicamente sean difícilmente extinguibles. Unas evidencias que ponen de manifiesto cómo la extinción, por sí sola, no es una solución. Que se trata de un problema que exige una planificación global que va desde la ordenación del territorio, la actividad productiva, pasando por la defensa del medio ambiente y los recursos naturales a los que habría que sumar la cooperación social.

 

Una estrategia que exige de los organismos públicos una visión muy distinta a la que actualmente tiene la Xunta de Galicia como así ponen en evidencia los resultados que estamos viendo. No hay terrorismo incendiario, hay incompetencia política fruto de una ideología de clase, neoliberal, que prima lo privado (“el negocio del fuego”) por encima de los intereses colectivos.

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