Y si vas a caminar por la costa gallega, ya sea en verano, en primavera o en uno de esos días de otoño donde el mar está más vivo que nunca,  hay una cosa que no puede faltar: tus gafas de sol de diseñador.

 

Sí, lo digo en serio. Aunque el día parezca gris, aunque el parte meteorológico diga “nublado”, aunque no tengas calor… los rayos UV están ahí. Invisibles. Constantes. Y créeme, tus ojos lo notan.

 

Galicia no es como te la imaginas

Si nunca has estado, tal vez te imagines una tierra siempre mojada, donde el sol es una rareza. Pero Galicia es otra cosa. Tiene un clima cambiante, caprichoso, de esos que te hacen empezar el día con chaqueta y terminarlo en manga corta, con una cerveza en la mano viendo el atardecer desde un acantilado.

 

Y esa luz, que a veces entra tímida entre las nubes, a veces se refleja con fuerza en el mar. Esa luz, la que no parece peligrosa, es justo la que más daño puede hacerte.

 

No es postureo. Es cuidar de ti.

Sé lo que estás pensando: “¿Gafas de sol en Galicia? ¿Para qué?”


Pues precisamente porque no lo esperas, es cuando más falta te hacen. La radiación ultravioleta no depende del sol visible. Está ahí. Siempre.

 

Y si vas a pasar horas caminando por playas infinitas, senderos con vistas al mar o paseos marítimos de esos que parecen no tener fin… necesitas proteger tus ojos. Igual que te echas crema solar sin que haya 35 grados, deberías llevar gafas, aunque no veas el sol directamente.

 

Y ya que las vas a llevar… ¿por qué no apostar por unas gafas de sol de diseñador?

 

¿Por qué de diseñador? ¿Y no unas normales?

Porque no hablamos solo de estilo, que también, sino de materiales, comodidad y durabilidad.

 

Las buenas gafas, las de verdad, esas que te cuidas de no dejar olvidadas en la mesa del bar, están hechas para resistir el viento, el salitre, las subidas de temperatura, los reflejos del agua.


Y además… te ves increíble con ellas.

 

En serio. Ponte unas buenas gafas frente al mar gallego, hazte una foto y luego dime si no pareces sacado de una película europea con música de fondo.

 

Caminatas, viento, bruma… y tus gafas como compañeras

Hay algo en Galicia que te cambia el ritmo. Aquí no vas con prisa. Aquí caminas despacio, escuchas el mar, hueles a eucalipto. Pero también hay viento. A veces muy fuerte. Y hay humedad, bruma, reflejos del cielo en el agua, momentos en los que te cuesta incluso mantener los ojos abiertos si no estás bien protegido.

 

Tus gafas se vuelven tus aliadas. Te permiten disfrutar el paisaje sin entrecerrar los ojos todo el rato. Ver los colores de verdad. No forzar la vista. Estar presente.

 

Mis favoritas (y por qué)

No es una lista cerrada, pero si me preguntas, te diré que Ray-Ban nunca falla. Las clásicas de siempre, las que le quedan bien a todo el mundo.


Si buscas algo más deportivo para rutas largas: Oakley.


Algo con diseño italiano, más elegante: prueba con Persol o Prada.

 

Pero sobre todo, elige unas que vayan contigo. Que te pongas y digas “sí, estas son”. Porque si te ves bien, vas a querer llevarlas siempre. Y eso es justo lo que buscamos.


 

Lugares donde tus gafas serán protagonistas (además de tú)

Si estás pensando en una ruta por la costa gallega, anota estos sitios. No solo son espectaculares, también son escenarios perfectos para estrenar (o lucir) tus gafas nuevas:

 

Playa de las Catedrales (Lugo)

Arcos de piedra gigantes y arena que parece de otro mundo. Aquí el sol juega al escondite entre las rocas, y el reflejo en el agua es brutal.

 

Cabo Fisterra

El “fin del mundo” como lo llamaban los romanos. La luz al atardecer es de otro planeta. No tener gafas aquí sería un error

 

Costa da Morte

Ruda, intensa, llena de energía. Aquí el mar y el cielo compiten a ver quién te impresiona más. Y tus gafas… te dan ventaja.

 

Islas Cíes

Dicen que es el Caribe gallego. Agua transparente, arena blanca, luz que rebota en todas partes. Y sí, necesitas gafas sí o sí.


 

Cosas que (de verdad) he aprendido tras muchos paseos

  • No compres gafas por impulso. Pruébalas. Mira cómo te quedan, cómo se sienten.
  • Cuídalas. Llévalas en su estuche, límpialas con cariño.
  • No las dejes en el salpicadero del coche al sol. Deformación asegurada.
  • Si se mojan con agua salada, acláralas. No cuesta nada y duran más.
  • Si puedes… invierte. Unas gafas buenas no son gasto. Son compañía.

     

Al final, lo importante es disfrutar

Galicia no se explica. Se vive. Se siente. Se camina. Y para eso, necesitas estar cómodo, protegido, tú mismo.
Llevar gafas de sol de diseñador no es un capricho: es un gesto pequeño que marca la diferencia.

 

Vas a ver mejor. Te vas a ver mejor. Y vas a tener recuerdos con estilo de un lugar que ya nunca vas a olvidar.

 

Y créeme… aunque el cielo esté gris, el sol siempre encuentra la forma de colarse. Así es Galicia. Así son sus paseos.


Y así deberías vivirlos: con los ojos bien abiertos… y bien protegidos.




 

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