“Tener que verlo para creerlo”. Que después de décadas de peajes abusivas, prórrogas sospechosas y silencios bien retribuidos, el Gobierno se levanta una mañana y dice: "La AP-9 va hacia la gratuidad". Justo 24 horas antes de que la Comisión Europea los lleve al banquillo de la Unión Europea. Mira tú qué casualidad.
 

Es lo que en Galicia llamamos un milagro de última hora. Como quien llega a la misa con el padrenuestro ya empezado pero pretende salir de la iglesia con las bendiciones todas. Aquí la única hostia que nos llevan dando es en las cabinas de peaje. Eso sí, con sonrisa institucional y declaraciones cargadas de falsa emoción patriótica.
 

No es que el Estado haya querido liberar la autopista, no. Es que Europa dijo que o arregláis esto u os cae una sentencia que os va a poner cuernos hasta en Madrid. Entonces, como quien tapa una gotera con un paño viejo, salen los ministros a decir que "estamos trabajando en ello". Ahora. Después de 23 años de prórroga concedida con nocturnidad, sin transparencia y sin un poco de vergüenza.
 

Y he ahí el otro milagro: el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, haciendo ver que exige la gratuidad de la AP-9. Como si no supiera quien firmó aquello en el año 2000. Como si el PP no fuera el padre, la madre y el notario de la prórroga. Como si estos veinte años de gobierno popular en Galicia fueran un accidente administrativo.

 

Pero claro, ahora que viene Europa con la vara, todos echan mano del abrigo de "defensores de Galicia".

Y los mismos que callaron mientras Audasa hacía caja, se yerguen como valientes cruzados de la autopista libre. Un poco tarde, ¿no sí?
 

La AP-9 es la metáfora perfecta de cómo se trata a Galicia: una tierra que se exprime, que paga, que calla, y a la que se le prometen cosas solo cuando hay que dar explicaciones fuera. Dentro, la cosa es otra: todo va bien mientras el dinero entre y la gente no proteste mucho. Y si protesta, pues se le echa la culpa a Madrid, o a Santiago, segundo quien mande esa semana.

 

Decir que la AP-9 ve hacia la gratuidad es como decir que va hacia el mar: sí, puede ser, pero va dando vueltas, pierde tiempo por los caminos y solo acelera cuando ve que se ahoga. 

 

A ver si ahora, con suerte, nos dejan de cobrar por circular por nuestra propia tierra. O, como mínimo, que no nos tomen por tontos mientras lo hacen.

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