Riqueza hay. De hecho, cada vez más riqueza. Es cuestión de repartirla mejor y no culpar y convertir en enemigos a los demás.
El lunes me puse a gritar en la cocina mientras hacía la cena. No solo porque me estoy haciendo mayor, que también.
Me indignaba que Carne Cruda hiciese de altavoz al libro La vida cañón. La historia de España a través de los boomers, de Analía Plaza.
Simplificándolo mucho, su premisa es que los boomers viven a lo grande aprovechándose de una acumulación de riqueza que impide la emancipación de las nuevas generaciones. De ahí la supuesta apatía vital de los jóvenes.
Jóvenes a los que, en respuesta, los indignados boomers tachan de ser de cristal; incapaces de sacrificarse para labrarse un futuro.
Disiento de ambas tesis. El empobrecimiento de los jóvenes no se debe a la avaricia desmedida de los mayores. Tampoco su falta de expectativas es debido a una inherente fragilidad.
Reducir el problema del empobrecimiento de los jóvenes a una cuestión generacional puede deberse, pensando bien, a la ignorancia. Pensando mal, a un intento de hacer caja.
La clave es que la riqueza se ha acumulado cada vez en menos manos, empobreciendo a la mayoría. Así lo explicó en el mismo programa Javier Gil, investigador del CSIC.
¿Por qué las nuevas generaciones lo tienen más difícil para emanciparse?
Es muy simple. En el capitalismo no basta con ganar. Para sobrevivir, hay que ganar cada vez más. De lo contrario, tu competidor te adelantará y se te acabará el negocio.
Un ejemplo a la vista de todos: el Banco Sabadell está a punto de ser fagocitado por el BBVA. Eso a pesar de que sus beneficios pasaron de 708 millones a 1.827 en una década.
Busquen a algún jubilado de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de La Coruña y Lugo o de Caixa Ourense. Pregúntenle por su poder adquisitivo y compárenlo con el que tiene hoy un trabajador de Abanca.
En nuestro sistema económico, el capital tiende a concentrarse. Es decir, las empresas son cada vez mayores.
A la Caja de Ahorros Provincial de Ourense (Caixa Ourense) se la comió Caixavigo formando Caixanova, que se fusionó con Caixa Galicia en NovaCaixaGalicia que, tras ser rescatada con dinero público, se transformó en NCG Banco antes de ser malvendida al Grupo Banesco creando Abanca Corporación Bancaria. Tarde o temprano, el Santander, BBVA, La Caixa o algún otro gran banco acabarán comprando el negocio de nuestros ahorros.
Otra tendencia natural del capitalismo es recortar costes. Eso produce eficiencia, pero, si el proletariado no se organiza, también cada vez peores condiciones laborales. No es casualidad que en los países donde el capitalismo lleva más tiempo funcionando sin cortapisas, Reino Unido y Estados Unidos, la precariedad laboral sea mayor.
No hace falta mirar tan lejos. Busquen a algún jubilado de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de La Coruña y Lugo o de Caixa Ourense. Pregúntenle por su poder adquisitivo y compárenlo con el que tiene hoy un trabajador de Abanca.
¿Puede frenarse la tendencia natural del capitalismo a la acumulación y a la desigualdad? Sí, mediante políticas de redistribución de riqueza.
Mientras no abordemos de cara este problema, iremos a peor. Podemos engañarnos y culpar a cualquiera, menos a nosotros mismos. Podemos culpar a los emigrantes, a los ecologistas o a los boomers.
Podemos incluso culpar a los malvados empresarios, a Florentino y Amancio; pero no, no hay ninguna mano negra.
Es simplemente la tendencia natural de este sistema económico que nos devora. Un sistema que es muy bueno generando competitividad y bienes de consumo, pero que sin riendas exacerba las desigualdades.
Riqueza hay. De hecho, cada vez más riqueza. Es cuestión de repartirla mejor y no culpar y convertir en enemigos a los demás.