Cada vez que revisamos los datos de empleo juvenil, no podemos evitar sentir una profunda preocupación por el futuro de nuestro país. Las cifras son claras: según Naciones Unidas, el desempleo entre los jóvenes no deja de crecer a nivel mundial, y España sigue estando a la cabeza de Europa con una de las tasas más altas. En 2024, más del 25% de los menores de 25 años no tenían trabajo. Este dato no es solo una estadística, es el reflejo de una realidad que viven miles de jóvenes también aquí, en Galicia.


Pero no se trata únicamente de desempleo. Hablamos también de precariedad laboral, de sueldos que no permiten vivir con dignidad, de contratos temporales, de falta de expectativas. A esto se suma un modelo educativo que no siempre motiva ni responde a las necesidades reales de los jóvenes, y que además no garantiza la gratuidad total de los estudios hasta la universidad. ¿Cómo pretendemos que los jóvenes construyan un futuro si les pedimos que lo hagan sin recursos ni apoyo?


Las administraciones públicas tienen la obligación de implicarse activamente en este problema, y eso empieza por replantear el sistema educativo actual. Necesitamos una enseñanza que inspire, que conecte con la realidad laboral y social, que forme en competencias útiles, y que dé razones para no abandonar los estudios. Pero además, debemos luchar de forma decidida por una educación totalmente gratuita, también en la universidad, para garantizar la igualdad de oportunidades.
 

Junto a ello, es fundamental aplicar políticas de empleo sostenibles, como recomienda la ONU: empleos verdes y azules, es decir, ligados a la tierra y al mar, compatibles con el desarrollo sostenible y con el enorme potencial natural de Galicia. No se trata solo de crear empleo, sino de crear empleo con sentido, con futuro y con dignidad.


Tampoco podemos dejar de lado un aspecto clave: el ocio juvenil. ¿Qué mensaje enviamos a nuestros jóvenes si las únicas propuestas que se les ofrecen son fiestas donde se normaliza el consumo de alcohol, a veces incluso promovidas por representantes públicos? Esta permisividad, en algunos casos rozando lo delictivo, no es el camino. Es urgente apostar por alternativas de ocio saludable, accesible, diverso y seguro, donde la cultura, el deporte y la participación social sean los pilares fundamentales.


Los problemas que afectan a nuestra juventud no son solo suyos: son de toda la sociedad. Porque cuando una generación queda atrás, perdemos todos. No podemos permitirnos el lujo de mirar hacia otro lado mientras miles de jóvenes gallegos viven con incertidumbre, frustración y sin perspectivas.


El éxito no está en las estadísticas macroeconómicas, ni en los discursos políticos vacíos. El verdadero éxito son ellos y ellas: nuestros jóvenes. Démosles las herramientas, la confianza y las oportunidades que merecen. Porque el futuro de Galicia depende, sin duda, de su presente.

POWERED BY BIGPRESS