El entrenamiento de los perros de alerta médica se centra en una de sus capacidades más desarrolladas: el olfato. Estos animales son seleccionados y educados específicamente para reconocer compuestos químicos volátiles (COV) liberados por el organismo antes de que se manifieste una crisis de salud. En el caso de la diabetes tipo 1, el perro puede detectar si los niveles de glucosa están a punto de descender o subir drásticamente. En la epilepsia, son capaces de percibir una señal de alerta minutos antes del episodio.
Esta habilidad se convierte en un mecanismo de seguridad vital. El perro, al detectar la señal química, realiza una acción simple pero inequívoca, como ladrar o tocar a su dueño con la pata, para indicarle que debe actuar. Esta anticipación es el factor más relevante, ya que proporciona el tiempo necesario para que el paciente se administre medicación, ingiera hidratos de carbono o se coloque en un lugar seguro antes de perder la conciencia. La fiabilidad de este sistema de detección se sitúa, según expertos en adiestramiento, por encima del 90%, y los pacientes suelen reportar una tranquilidad invaluable al contar con esta garantía.
La utilidad de estos compañeros caninos tiene una resonancia especial en España. Según los últimos datos disponibles, se estima que la diabetes tipo 1 afecta a cerca de 170.000 personas, sumando miles de nuevos diagnósticos cada año, con una incidencia significativa en niños y jóvenes. Por su parte, la epilepsia se ceba con entre 400.000 y 500.000 ciudadanos. Ambas patologías suponen una carga constante de vigilancia y ansiedad, especialmente para los padres y tutores de los pacientes más jóvenes.
Hace apenas unos días, Nestlé Purina España y la entidad CANEM anunciaron una alianza para impulsar el programa de perros de alerta médica, que detectan con antelación señales que preceden crisis provocadas por afecciones como la diabetes tipo 1 o la epilepsia.
La incorporación de un perro de alerta médica no solo ofrece asistencia práctica, sino que también tiene un profundo efecto en el bienestar emocional y la calidad de vida. Para un paciente con diabetes, por ejemplo, el can puede detectar una hipoglucemia durante el sueño, una situación de alto riesgo, despertándolo a tiempo. Esta confianza les permite un descanso más profundo y tranquilo y una mayor autonomía para viajar y participar en actividades sociales. El adiestramiento riguroso y la dedicación a un protocolo de trabajo específico han permitido el desarrollo de este tipo de asistencia.
En el ámbito de la formación, la organización CANEM se ha destacado como pionera en Europa en la preparación de estos perros, contando ya con más de 250 equipos formados en trece países. Recientemente, un grupo de trece nuevos canes —de razas como Jack Russell Terrier, Border Collie, Schnauzer Mini y Labrador Retriever— ha completado su formación especializada en un centro de Zaragoza, listos para convivir con familias en distintas comunidades autónomas españolas. De este grupo, diez se han centrado en la detección de crisis epilépticas y tres en la alerta de diabetes.
No obstante, el acceso de estos animales a espacios públicos sigue siendo un punto de fricción. Aunque el Gobierno central aprobó en mayo de 2025 un Real Decreto para homogeneizar los derechos de acceso de los perros de asistencia, permitiéndoles la entrada a la mayoría de los espacios de uso público a nivel nacional (incluidos transportes, centros de ocio o laborales, con muy pocas excepciones), la realidad en la aplicación en cada comunidad autónoma aún presenta disparidades.
Disparidad Normativa
Antes de la normativa estatal, la regulación del acceso dependía en gran medida de las leyes autonómicas. Mientras que autonomías como Madrid habían establecido marcos legales claros y actualizados, otras dependían más de la "buena voluntad" social, según fuentes del sector. La nueva normativa nacional, que también establece un reconocimiento de la condición de perro de asistencia válido en todo el territorio y aborda la pérdida de esta condición, busca eliminar estas disparidades.
Las organizaciones implicadas en este tipo de asistencia insisten en la importancia de visibilizar el rol de estos perros, no solo como auxiliares médicos, sino como elementos clave en la mejora de la autonomía y el bienestar de las personas con enfermedades crónicas. Este tipo de acuerdos y la constante graduación de nuevos equipos de alerta médica refuerzan la idea de que la relación entre humanos y animales es un factor clave que puede dar respuesta a necesidades sociales y sanitarias urgentes. La labor constante y el enfoque en pequeñas y continuas mejoras en el adiestramiento son la clave para optimizar la seguridad y la calidad de vida de las familias que dependen de estos valiosos compañeros.