El informe, elaborado por los grupos de investigación MESTURA y GEFIL de la USC, y que cuenta con el apoyo del Concello de Lugo y del Ministerio de Sanidad, analizó los hábitos de más de 800 estudiantes universitarios durante el segundo cuatrimestre del pasado curso académico. Los resultados reflejan que buena parte del alumnado tiende a perder la noción del tiempo mientras navega por Internet, lo que evidencia una alteración en la autorregulación del uso de las tecnologías.
Los investigadores, coordinados por Pablo César Muñoz Carril y Carmen Sarceda Gorgoso, destacan que esta pérdida de control temporal constituye uno de los comportamientos más extendidos, especialmente entre los jóvenes menores de 20 años, grupo en el que se concentra el uso más problemático de Internet.
El estudio señala además que una proporción significativa del alumnado utiliza la Red como vía de evasión frente a problemas personales o académicos, y que el exceso de conexión interfiere directamente en el rendimiento académico y laboral. En algunos casos, los estudiantes reconocen interrumpir actividades en curso para prolongar el tiempo en línea, una conducta que evidencia un uso compulsivo y poco consciente de las TIC.
El análisis muestra que cuanto mayor es el tiempo diario de conexión, mayor es la intensidad y la frecuencia de las conductas problemáticas, consolidando esta variable como un importante factor de riesgo. El estudio también identifica una relación directa entre el rendimiento académico y el nivel de problematización: los estudiantes con mejores resultados académicos presentan conductas menos problemáticas, especialmente en lo relativo al impacto del uso de Internet en el desempeño y a su utilización como mecanismo de escape.
No obstante, los datos confirman que la pérdida de control del tiempo en línea afecta a todos los grupos académicos, aunque con menor frecuencia entre quienes obtienen calificaciones muy altas, lo que sugiere que la autorregulación digital es un reto común en la población universitaria.
En cuanto a la práctica deportiva, el estudio determina que un mayor nivel de actividad física se asocia a un mejor control del uso de Internet y a una menor incidencia de conductas problemáticas. Los estudiantes que realizan ejercicio intenso —especialmente quienes lo practican a diario— presentan una menor vulnerabilidad frente a la nomofobia y una mejor gestión del tiempo de conexión.
Por el contrario, los jóvenes con niveles bajos o nulos de actividad física obtienen las puntuaciones más altas en los indicadores de adicción digital y en el uso de Internet como herramienta de evasión. Los investigadores subrayan que la práctica regular de ejercicio actúa como un factor protector tanto físico como psicológico, contribuyendo al equilibrio emocional y fomentando un estilo de vida más saludable y desconectado de los estímulos digitales constantes.
El informe aborda también el consumo de sustancias psicoactivas entre el alumnado universitario. Los resultados revelan que el 74,3% de los estudiantes ha consumido alcohol en los últimos doce meses, y que existe una tendencia al alza en la ingesta de bebidas alcohólicas conforme aumenta la frecuencia de conexión a Internet con fines no académicos. Esta correlación sugiere un vínculo entre el ocio digital y los patrones de consumo recreativo, que podría responder a dinámicas sociales y culturales vinculadas al tiempo libre entre jóvenes.
En cuanto al consumo de cannabis, el estudio indica que el 85,1% de los participantes no lo consume, mientras que el 10,3% declara hacerlo de forma ocasional, entre uno y cinco días al mes. El uso de hipnosedantes, como ansiolíticos o somníferos, se mantiene en niveles bajos, con casi un 92% de estudiantes no consumidores.
Por último, los datos confirman que el uso de drogas sintéticas y estimulantes —como anfetaminas, éxtasis, cocaína, heroína, ketamina o spice— es muy reducido entre el alumnado universitario, lo que sugiere una baja prevalencia de consumo de este tipo de sustancias en el entorno académico.
Unha investigación multidisciplinar
Además de Muñoz Carril y Sarceda Gorgoso, en la investigación han participado Mónica Bonilla del Río, María Rosa García Ruiz, Rubén Navarro Patón, Marcos Mecías Calvo, Brigite Carvalho da Silva, Ana Cristina Dias Pinheiro, Ángel Puentes Puente, Olaya Santamaría Queiruga, Isabel Dans Álvarez de Sotomayor, Nuria Abal Alonso, Inés Mosquera Bargiela, Alba Souto Seijo, Eva María Barreira Cerqueiras, Iris Estévez Blanco, Eduardo José Fuentes Abeledo, Santiago López Gómez, Milena Villar Varela, María del Mar Sanjuán Roca, Raquel Mariño Fernández y Pablo Rial González.
El estudio, desarrollado bajo un enfoque multidisciplinar, refuerza la necesidad de impulsar políticas universitarias que promuevan la actividad física, la educación digital y la prevención de conductas adictivas. Los investigadores concluyen que el equilibrio entre conexión y desconexión, entre ocio digital y actividad física, resulta esencial para la salud mental y el bienestar de la juventud universitaria gallega, cada vez más expuesta a los riesgos de la hiperconectividad.