“A diferencia de lo que ocurre con el Gobierno central, aquí no subimos impuestos. Mantenemos todas las bajadas y añadimos cinco más" (Alfonso Rueda, octubre 2025)
Resulta sorprendente oírle todos los años a las derechas gallegas (PPdeG) cuando presentan los presupuestos (Xunta de Galicia), el argumento de que van a bajar impuestos. Resulta sorprendente por razones varias como que, hoy en día, y después de las repetidas experiencias históricas, prácticamente ninguna institución seria, incluso aquellas que durante años fueron abanderadas de las bajadas de impuestos como, por caso, FMI, BM, OMC, OCDE....prácticamente ninguna, lo defiende. Las razones son contundentes y las evidencias indiscutibles. Como estará la cosa que hasta el presidente de Mercadona (Juan Roig) defiende que “todos tenemos que pagar impuestos, es una cosa muy buena y muy sana. Hay que estar orgullosos”.
Es necesario subrayar que también resulta sorprendente que un gobierno autónomo como el gallego presuma de bajar impuestos, renunciando así a utilizar todas las capacidades tributarias que tiene reconocidas en el Estatuto de Autonomía (Art. 44. Titulo IV) para, a continuación, exigirle al gobierno central que cubra sus déficits de financiación. Que presuma de bajar impuestos sobre los que tiene competencias cuando los ingresos percibidos por los impuestos que fija el Gobierno central suben de forma notable (+6%). Realmente, este tipo de conductas políticas suponen una renuncia a avanzar en la soberanía política de Galicia y a apostar por la subordinación y la dependencia. Algo que se pone de manifiesto con la evolución de la deuda pública donde las evidencias empíricas muestran que conforme la Xunta de Galicia presume de bajar los impuestos sube la deuda (un 156%, en términos reales, entre lo 2009 y 0 2024), lo que no deja de ser una carga impositiva para toda la sociedad gallega y al mismo tiempo es un negocio para la banca privada, principal titular de los bonos (58,4%) y, por tanto, acreedora de la autonomía. Una autonomía que, por esta vía, pierde soberanía financiera a favor de la banca privada.
La defensa política de la bajada de impuestos se basa en una serie de argumentos que no resisten el contraste con las evidencias. Así, los defensores de esta medida -como, por caso, los señores Rueda y Corgos- argumentan que los impuestos desincentivan la creación de empleo, frenan el crecimiento económico y disparan las desigualdades y la pobreza. Algo que es fácilmente rebatible por que ahí tenemos a los países europeos con la presión fiscal más alta, que son también los de mayor riqueza colectiva (PIB) e individual (PIB per cápita), menor tasa de desempleo, menor desigualdad y mayor productividad: algo fácilmente comprobable leyendo los informes de la OCDE.
La experiencia también nos enseña que los impuestos son los que sirven para financiar el estado de bienestar y aquellos bienes y servicios que la población de renta baja por sí misma o bien no puede acceder a ellos si no son públicos, o bien el mercado no se los garantiza. Finalmente, los impuestos son además, el instrumento de mayor eficacia para una distribución de la renta más igualitaria y justa.
Finalmente un aviso a mis posibles lectores: cuando las derechas os digan que van a bajar los impuestos, no las creáis por que, finalmente, siempre acaban subiéndolos. En relación al Partido Popular (PP) tenemos aún fresco en la memoria el caso de los gobiernos de Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro: prometieron que iban a bajar los impuestos y al final los subieron más que ningún gobierno anterior (137 veces).
Realidades que ponen en evidencia cómo la opción por bajar los impuestos es puramente ideológica y de clase, careciendo de fundamento científico.