Antes de profundizar en el desarrollo de esta información, conviene situar la magnitud del foro amazónico, cuyo contexto histórico y político condiciona tanto las expectativas como los temores crecientes.
Un inicio marcado por tensiones acumuladas
Representantes de numerosos países se concentran en la ciudad brasileña situada en la desembocadura del Amazonas bajo un calor sofocante, en un escenario donde se debate la evolución del sistema multilateral diseñado para frenar el deterioro ambiental. La presencia masiva de diplomáticos, activistas, periodistas y lobistas ha reavivado la controversia sobre el rumbo de unas negociaciones cada vez más complejas.
Expectativas elevadas que chocan con viejas dudas
La elección de Brasil generó optimismo por el simbolismo de volver al país que acogió la Cumbre de la Tierra. Sin embargo, crece la inquietud ante la posibilidad de repetir frustraciones pasadas, en las que el protagonismo de asesores externos, altos funcionarios y grupos empresariales desplazó las prioridades urgentes. La retirada de los países menos desarrollados en la edición anterior —que calificaron los resultados como una «traición flagrante»— sigue siendo un recordatorio contundente.
Diagnósticos que señalan un bloqueo persistente
Patrick Galey, de Global Witness, asegura que «el principal problema, diría yo, es la falta de urgencia». Una apreciación compartida por figuras como Ban Ki-moon y Christiana Figueres, quienes declararon que la COP «ya no cumple su propósito».
Albert Norström, del Centro de Resiliencia de Estocolmo, señala que «el proceso de la COP ha cumplido su objetivo: la diplomacia y el consenso», pero añade que «la arquitectura se diseñó para la negociación, no para la consecución de objetivos ambiciosos», especialmente en un escenario donde «las emisiones siguen aumentando» y «los sumideros de carbono se están debilitando».
Un mecanismo universal que reproduce desigualdades profundas
Aunque la conferencia pretende otorgar la misma voz a todos los participantes, la disponibilidad de recursos marca enormes diferencias. Potencias con amplias delegaciones pueden prepararse durante todo el año, mientras que países con menos medios envían equipos mínimos obligados a asumir diversas tareas simultáneamente. Asad Rehman, de Amigos de la Tierra Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, ilustra esta disparidad al afirmar que algunos actores pueden «jugar al ajedrez tridimensional», frente a Estados donde un solo negociador debe cubrir múltiples áreas.
El avance de la influencia fósil en el corazón de las negociaciones
La capacidad de presión de la industria energética ha aumentado de forma notable. Galey advierte que una parte relevante del encuentro se ha convertido en «una feria empresarial», mientras que Norström recuerda que la COP28 acogió a casi 2.500 lobistas del sector, superando la representación de numerosos países vulnerables. Según él, esa presencia «diluye la ambición, ralentiza el progreso y socava la confianza».
Aun así, esta implicación masiva revela que las decisiones adoptadas en la COP son percibidas como potencialmente dañinas para los intereses de las compañías, lo que explica su esfuerzo por influir en cada fase del proceso.
Logros destacables que no compensan la lentitud del sistema
Cibele Queiroz, de la Alianza Mundial para la Resiliencia, recuerda que el proceso permitió acordar el objetivo de 1,5 °C, el fondo para pérdidas y daños y la movilización anual de 100.000 millones de dólares. Sin embargo, reconoce que «el proceso está siendo demasiado lento e ineficiente» y que no aborda las desigualdades sobre quién carga con los mayores sacrificios.
Un tablero global atravesado por relaciones de fuerza
Rehman sostiene que los problemas no se limitan a cuestiones procedimentales: «El problema no reside en la estructura de la Policía, sino en el poder». Asegura que las decisiones nunca se imponen contra los intereses de Estados influyentes y ejemplifica esta asimetría con un caso concreto: «Se aprobó a martillazos en contra de la voluntad de Bolivia». Con ello subraya que los países con menos recursos afrontan un proceso donde las reglas de consenso no se aplican con la misma fuerza a todos.