Hoy les hablaré de un libro que, si Dios quiere, presentaremos en el Liceo de Ourense el 27 de noviembre de 2025. En este espacio, preservado del ruido mediático y templo de la cultura gallega, el debate teológico se sirve en bandeja de plata, con gran valentía. En esta primera edición en español, el autor, Jaime Fernández Garrido, utiliza la curiosa metáfora: «El Techo de Cristal». Estoy convencido de que será un título esencial para muchas generaciones y un punto de partida para numerosos debates en el marco del retorno a los textos bíblicos.
«El Techo de Cristal» es uno de esos libros que enganchan. Que no se pueden dejar de leer. En un estilo que podríamos definir como un pseudoensayo pastoral, está repleto de denuncias del fracaso religioso errático, que deja a Dios a las puertas de las iglesias, llamando para poder entrar. Pero estas denuncias son gritos de impotencia ante situaciones reales que solo Dios puede redirigir. Por eso, el autor, como buen pedagogo y viajero incansable, recurre a sus experiencias, incluyendo los errores que reconoce con humildad, y a la obra de Lutero en el siglo XVI, quien formuló 99 tesis.
No pretende ser el Lutero de los tiempos modernos, pero dice lo que todos sabemos que sucede y que nadie sabe expresar sin reabrir profundas heridas. Avanzando en el tema, cabe destacar las tesis 51, 53 y 55, pues defienden sin reservas la separación Iglesia-Estado, reivindican la importancia de la oración y afirman con rotunda certeza que el Espíritu de Dios es quien transforma a las personas.
No basta con no ser aceptado nunca por la Iglesia, a lo que él denomina «cristianismo aparente». En una hora, otros autores fueron censurados en artículos por decir lo mismo y citar figuras intocables como John F. MacArthur y su organización, la Iglesia Comunidad de la Gracia, que tiene muchas virtudes pero no está abierta a otras interpretaciones, incluso si son claramente complementarias. Las actitudes totalitarias que abundan en el libro de Jaime Fernández lo llevan a formular frases como: «La religiosidad termina matando el Evangelio; nos separa de Dios, nos conduce al fundamentalismo evangélico, perdemos nuestros valores y nos lleva a una doble vida, distanciándonos de las personas». De esta manera, podemos resumir casi por completo algunos de los capítulos centrales del libro.
Basándose en el primer libro de Samuel, el autor denuncia que las tradiciones e ídolos actuales (nuestras interpretaciones de las Escrituras según nuestra conveniencia) son hoy más importantes que la Biblia misma. Un pastor o un líder jamás puede tener autoridad para gobernar la vida de nadie. Puede que la gente se deje gobernar por conveniencia, incluso que dé dinero porque se lo piden, pero eso no es lo que encontramos en la Palabra de Dios. Por otro lado, encontramos referencias a otros autores como Tozer, quien afirma: «Un hereje es aquel que elige los versículos de la Biblia en los que quiere creer», a lo que Jaime añade: «El pecado imperdonable en las iglesias es la insubordinación al líder». Los capítulos están llenos de experiencias personales y familiares. Un estilo particular que se repite casi siempre en todas sus publicaciones y que termina con oraciones abiertas, a modo de epílogo de cada capítulo, lo que constituye un importante ejercicio de reflexión.
El libro entero podría resumirse en una simple frase: Si no te entusiasma un Dios de amor que lo dio todo por ti y no le permites dirigir tu vida, las religiones lograrán alejarte aún más de él. Un libro que no podrás dejar de leer.