Ludogorets - Celta

 

 

El equipo de Claudio Giráldez sorprendió de inicio con un once experimental en el que incluso hubo rotación en la portería. El joven Ángel Arcos debutó como titular, y el Celta se presentó en Bulgaria con una mezcla de titulares habituales y jugadores menos habituales. Sin embargo, el experimento se demostró arriesgado. En apenas diez minutos, el conjunto gallego ya había cometido su primer error grave: Manu Fernández derribó a Caio Vidal dentro del área, y Stanic no falló desde el punto de penalti. 

 

A partir de ahí, el Ludogorets tomó las riendas del encuentro ante un rival desorganizado y sin ritmo.El dominio local se mantuvo durante casi toda la primera parte. El Celta apenas lograba enlazar tres pases seguidos y sufría con cada ataque del conjunto búlgaro, que encontraba con facilidad espacios entre líneas. Antes del descanso, Yoel Lago protagonizó un fallo que pudo costar el segundo tanto, dejando un balón suelto que Caio Vidal desperdició inexplicablemente. 

 

Los célticos, aún descolocados, lograron su primera ocasión clara justo antes del intermedio, cuando Jutglà desbordó por la derecha y Ángel Arcos definió con demasiada imprecisión.

 

En el descanso, Giráldez buscó la reacción con cambios para agitar el partido. Sin embargo, lo que llegó fue un nuevo golpe del rival. Stanic, de nuevo protagonista, amplió la ventaja tras un córner mal defendido, con un derechazo imparable para Iván Villar. Apenas unos minutos después, otro penalti cometido por Manu Fernández permitió al serbio sellar su hat-trick y colocar el 3-0 en el marcador antes del minuto 60. El Celta parecía sentenciado.

 

Pero el fútbol cambió de guion a partir del minuto 70. La entrada de Bryan Zaragoza revitalizó por completo el ataque celeste. El extremo fue el motor de una reacción que, aunque tardía, devolvió el pulso al partido. Un pase preciso de Zaragoza permitió a Pablo Durán acortar distancias con un disparo ajustado al palo corto, estableciendo el 3-1 y reavivando la esperanza. Poco después, Ilaix Moriba rozó el segundo tanto con un disparo que obligó a lucirse al guardameta Bonmann, mientras la defensa búlgara comenzaba a notar el cansancio.El Celta, en modo asedio, se lanzó arriba con todo. Giráldez cambió el sistema y apostó por un ataque más directo, aprovechando la velocidad de Zaragoza y la presión alta de Jutglà.

 

Los locales, nerviosos, se encerraron atrás y perdieron el orden que habían tenido durante buena parte del encuentro. El estadio de Razgrad empezó a inquietarse cuando, ya en tiempo de descuento, El Abdellaoui conectó una volea perfecta tras un centro medido de Zaragoza para dejar el marcador en 3-2.Los últimos instantes fueron un aluvión celeste. Con los búlgaros acorralados, el Celta tuvo el empate en una última jugada a balón parado. El propio Zaragoza volvió a poner un centro envenenado al área pequeña, pero Ángel Arcos, solo ante Bonmann, no acertó con su remate. Ese error selló el resultado y el destino de un equipo que pagó caro su desconexión inicial.

 

A pesar de la derrota, la reacción tardía del Celta deja lecturas positivas en cuanto a carácter y capacidad ofensiva. Giráldez alabó el esfuerzo de los suyos en los últimos veinte minutos, aunque reconoció que el conjunto no puede permitirse regalar una hora de juego a este nivel. La apuesta por las rotaciones —especialmente en defensa y portería— no funcionó, y el equipo lo sintió especialmente en las acciones a balón parado, donde el Ludogorets se mostró mucho más fuerte y efectivo.

 

El Ludogorets, por su parte, se reafirma como un rival sólido en su estadio, combinando presión alta y contundencia en las áreas. Stanic, con tres goles, fue el gran protagonista de la noche y demostró su papel determinante en el centro del campo búlgaro. Los locales supieron administrar su ventaja hasta que la energía se agotó, resistiendo el asedio final de un Celta que, esta vez, reaccionó demasiado tarde.

 

Con este resultado, el cuadro vigués complica sus opciones en la fase europea y deberá jugarse la clasificación en Balaídos. Giráldez sabe que el margen de error se ha reducido al mínimo, y la responsabilidad recae ahora en reconstruir el espíritu competitivo mostrado solo en el tramo final. .

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