Entramos ya de lleno en la Navidad. Para unos, tiempos de recogimiento; para otros, reencuentro con la familia (son fiestas para estar juntos), para comer y degustar los platos, dulces y turrones que conllevan estas fiestas. Mientras, hay personas que deciden marcharse a la nieve, hacer un viaje a aquel lugar en el que llevaban tiempo soñando. Hay gente para todo y es respetable cualquiera de las decisiones que adopten.
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Mientras se celebra la Navidad, muchos de nosotros estaremos calentitos en casa, con buenas comidas y dulces navideños. Mientras, los hay que no podrán hacerlo: no tienen dónde, no cuentan con familia, están solos y una gran mayoría no cuenta con recursos. Quizás por ello, estas fechas tienen un sabor agridulce: alegría de estar juntos (se echa de menos a los familiares y amigos fallecidos) y tristeza por todas esas personas que están sufriendo y que lo pasan mal.
Estos días, Badalona está siendo escenario de la deshumanización y chulería de García Albiol, alcalde de esta ciudad a la que Joan Manuel Serrat le dedicaba una canción: “Qué bonita es Badalona”. El cantautor está, evidentemente, en las antípodas del mandatario municipal, que debe dormir muy tranquilo viendo cómo, en pleno invierno, con bajas temperaturas y además con las lluvias de estos días, ha dejado en la calle a unos cuantos cientos de emigrantes. Lo ha hecho y, encima, va sacando pecho, como cualquier dirigente de VOX. El alcalde tiene la responsabilidad política y social de atender a esas personas, especialmente a las más vulnerables. Se lava las manos, como Poncio Pilatos, y esta Nochebuena en su mesa sobrarán alimentos y faltará solidaridad con las personas que él ha desahuciado, sin tan siquiera temblarle la mano. Su voz ya la conocemos y su estrategia gubernamental también, por muy gracioso que intente aparentar como tertuliano de televisión. Decía con mucha facilidad una amiga mía, cuando algún pedante se metía con ella: “Alto como un pino, tonto como un pepino”. Pues eso se le puede aplicar a García Albiol.
El recuerdo, estos días, hacia aquellas personas que están sufriendo las guerras en sus países sin haberlas provocado: la invasión de Rusia en Ucrania, donde llevan ya demasiado tiempo padeciendo los ataques del Zar de las Rusias, que quiere volver a conformar “la Gran Rusia” y mantenerla a sus pies; la guerra en Gaza, con los asesinatos que continúan dos meses después de la “firma” del acuerdo de alto el fuego. A Netanyahu le es igual que mueran palestinos (o mejor, que sigan exterminándolos). Tampoco debemos olvidar los judíos que fueron masacrados por el grupo criminal de Hamas, y fue el desencadenante de la guerra. No obstante, eso no justifica la muerte de más de 60.000 palestinos.
Estos días, Belén vuelve a recuperar a turistas que hacía dos años que no podían visitar. Es la ciudad donde dicen que nació Jesús, lugar de peregrinaje de los católicos y fuente de ingresos para esa ciudad. Es una buena noticia que se esté produciendo cierta revitalización de ese lugar. ¿Continuará así el próximo año? Depende de los acuerdos, del papel de EE. UU.
El retroceso en derechos de los afganos (especialmente las mujeres), que han visto cómo la llegada de los talibanes ha significado el retroceso de siglos y la pérdida de la libertad. Hasta tal punto que el cine que fue testigo de la historia moderna de Afganistán allá por los años 1960 ha sido derribado la semana pasada (había estado cerrado desde 2021) para construir un gran centro comercial con una mezquita de ocho plantas. El cine, hasta ahora, aunque cerrado, se mantenía como un punto de referencia en el centro de la ciudad, un recordatorio del arte, la cultura y el ocio para muchos afganos, que han quedado desolados.
Tampoco se debe olvidar a muchos de los emigrantes que Trump expulsó de EE. UU., sin tener en cuenta los años o los trabajos que estaban realizando en ese país. Es la discriminación. La política del presidente, que como su amigo Putin quiere convertirse en el dueño del mundo: ¿lucha de titanes? No, lucha de un dictador y un autoritario. La verdad es que la lista de lo que está sucediendo en el mundo es larga. No son buenos tiempos para los que creen en la democracia, en los derechos humanos, la solidaridad y hasta en la naturaleza, que está siendo atacada por las políticas de contaminación que algunos dirigentes del mundo afirman que es mentira.
Por eso, estos días de celebración, comilonas y ocio, dediquemos algún tiempo a reflexionar sobre lo que está sucediendo y cada uno piense qué se puede hacer para mejorarlo. La arena de las playas está formada por millones de granitos. Si cada uno de nosotros (somos granitos) hace algo por los demás, por el mundo y la naturaleza, seguro que algo cambiaría. Decía Mafalda: “Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante”. Pues eso. ¡Felices fiestas!