​“La esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena”

Carmen P. Flores

¿Cuál es el sueño de los que están despiertos?, la esperanza, decía Carlomagno, el emperador de Occidente. Esta esperanza es la que nos mantiene  a millones de personas que nos encontramos confinados a la espera de ganarle unas cuantas batallas al virus asesino que tantas vidas se está llevando por delante. En eso estamos ahora y lo estaremos durante un largo periodo de tiempo, no nos engañemos.


Esperanza



Este martes, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez volvía a comparecer ante los medios de comunicación para explicar el plan de desconfinamiento que ha preparado el gobierno, de momento, y que según sus palabras será gradual , coordinado, además de asimétrico. Unas medidas que algunos consideran conservadoras y otros arriesgadas. Como en cualquier tema, nunca llueve a gusto de todos, es algo que tenemos asumido los sufridos ciudadanos/as.


La comparecencia del presidente Sánchez era esperada con ilusión, esperanza y pensando que, como los magos, el presidente iba a sacar de su chistera una carta que iba a permitir, en un abrir y cerrar de ojos, volver a meses atrás donde no había pandemia y todos disfrutábamos de la vida diaria con casi total libertad. ¡Qué gran mentira hemos querido tragarnos!. Nada será igual y todo está ahora cuestionado, incluido el modelo de sociedad que en esta situaciones  se  ha visto lo bueno, pero también lo peor de las personas que la forman.


Francis Bacon, abogado, escritor, filosofo, juez y político que fue además el padre del empirismo filosófico aseguraba hace unos cuantos siglos que “La esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena”. En estos momentos algunos deben creer que están en el desayuno, otros, por el contrario que ya ha llegado la cena. Que cada uno elija el ágape que le vaya mejor para seguir alimentando la ilusión de la vuelta atrás, sin bicho. Sea como sea, está claro que nada será igual, al menos para los que hacen tiempo que han dejado de soñar despiertos y solo cuando duermen, los sueños sin controlarlos, les vienen a visitar de vez en cuando, según decidan  las hadas si creen en ellas.


Pese a todo, hay que ir quemando etapas del desconfinamiento, con la ilusión que supone salir a la calle, pasear, mirar el entorno, respirar, disfrutar de las pequeñas cosas que solo se valoran cuando no las tienes, y seguir siendo positivo con la esperanza de una vida, ¿mejor?, ¿diferente?. O sencillamente con una existencia en la que hay que seguir luchando para que la depresión no haga también estragos en la salud de las personas. Esperanza, una palabra que hoy más que nunca no hay que desecharla, porque como exponía el poeta de la generación del 27, Jorge Guillén “cuando uno pierde la esperanza se vuelve reaccionario”.

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