​La ministra Montero no venía llorada de casa

Carmen P. Flores

Concepción Arenal, experta en derecho, pensadora, activista y pionera del feminismo en España, decía que “el llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras”. Eso lo decía Arenal en el siglo XIX. Era normal en aquella época decir esas palabras que encerraban otras cuestiones, pese a que la activista gallega nunca se dejó callar por los que no pensaban como ella. Arenal fue una mujer adelantada en su tiempo.



La ministra de Igualdad, Irene Montero.



En pleno siglo XXI, la ministra de Igualdad rompió a llorar a lagrima viva en el acto organizado con motivo del Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres. Era un acto telemático, por lo tanto, en principio, sin público, no parece muy lógico los sentimientos a flor de piel que demostró la Montero. A no ser que tras esas lagrimas se esconda algunas cosas que no se pueden explicar. ¿Es Pablo Iglesias, su pareja, feminista o machista? De boquilla parece lo primero, pero la realidad puede ser muy distinta.


 No hace tanto tiempo, la ministra Montero en una entrevista decía que ella había llegado a la política “llorada de casa”. Quizás ese día no lo había hecho y la presión pudo más en ella. Es normal, su cargo le debe dar muchos quebraderos de cabeza, máxime cuando ella ha hecho posible la división entre el movimiento feminista, además de haber aplicado en su ministerio la discriminación a los hombres al rodearse solo de mujeres. Pasar de un extremo a otro es un ejemplo poco gratificador y menos ejemplarizante para la ciudadanía y la igualdad. Lo mismo que premiar a sus amigas, activistas del feminismo excluyente.


Pensar que la compañera de Pablo Iglesias y ministra por esa relación es la inventora del feminismo, como se lo cree ella, es realmente indignante ¿Donde estaba ella no hace tantos años? Para llegar donde ha llegado, las mujeres de todos los colores políticos -unas más que otras, es cierto- llevan siglos luchando por sus derechos. Gracias a ellas, ha sido posible que ella esté al frente del ministerio, sin que se le conozca méritos algunos.


Llama a la unidad cuando antes ha hecho todo lo posible para dividir al movimiento, además de colgarse todas las medallas, resulta grotesco, indignante y vergonzoso.


Eso sí, Montero llegó a manifestar en ese discurso su compromiso con la lucha contra la violencia que según ella “es estructural”, “naturalizada”, “invisibilizada” y en la actualidad “cuestionada y legitimada por la “extrema derecha”, sentenció sin ninguna lagrima. Como está demostrado, los extremos se tocan, no se debería aplicar esta máxima al feminismo, nunca ha sido así, más cuando la ministra llama a la unidad.

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