Las similitudes y diferencias entre la localización del Villa de Pitanxo y el Titanic: tan cerca y a la vez tan lejos

Han pasado 111 años desde la catástrofe del 'RMS Titanic' y, aún así, este transatlántico centenario sigue despertando la curiosidad de todo el planeta. Tal vez el barco más famoso de la historia vuelve a estar de actualidad un siglo después por la angustiosa búsqueda de cinco personas que en un viaje turístico trataban de llegar hasta los restos de la nave, una exploración peligrosa y para la que es necesaria un batiscafo. Curiosamente, este suceso "coincide" en el tiempo con la inspección submarina del 'Villa de Pitanxo', que se llevó a cabo hace apenas un mes a cargo del 'Ártabro', de la empresa ACSM Shipping y para el que también se utilizó un sumergible, casi más avanzado que el desaparecido 'Titán', aparato que, tras las últimas informaciones, sufrió una aparente implosión en su descenso que provocó la muerte de sus ocupantes. 

Son muchas las escalofriantes casualidades que unen a los dos tristes sucesos que protagonizaron los buques: los dos naufragios tuvieron lugar en el Atlántico Norte, cerca de Terranova, y los dos tienen un trágico final, marcado por la pérdida de vidas humanas y rodeados de la sospecha de que una negligencia fue la causa de estos terribles hundimientos. 

CERCA EN HORIZONTAL; LEJOS EN VERTICAL

Esa conjetura es la que tratan de desentrañar los peritos al frente de las investigaciones que buscan esclarecer qué sucedió a bordo del Pitanxo. Los trabajos para inspeccionar el pesquero resultaron, según José Cubeiro, director general de la compañía concesionaria, un éxito por los tiempos y por la "visibilidad excepcional" que permitió una mejor valoración y recopilar información más detallada. 

En total, se filmaron más de 30 horas de imágenes del pecio, que naufragó en febrero de 2022 en aguas de Terranova, a unos 450 kilómetros de la costa. El Titanic, en cambio, se hundió a 600 kilómetros de la isla canadiense. En términos náuticos, podemos considerar que son distancias parejas. 

En cualquier caso, son zonas habituales -especialmente la demarcación del Pitanxo- de las rutas comerciales y los barcos de pesca, ya que el gran banco de Terranova es un caladero concurrido al ser un espacio en la que la plataforma continental de América del Norte en el Océano Atlántico permite el desarrollo de muchas especies de peces en aguas poco profundas como los codiciados bacalao y fletán. Con todo, es también un lugar en el que las tormentas son particularmente intensas y existen otros riesgos singulares, como los icebergs. 

No obstante, la gran diferencia entre la ubicación de las dos naves no reside en la línea recta que podemos trazar en un mapa entre los dos puntos que separan a las dos embarcaciones -unos 580 kilómetros-, sino en la vertical. Mientras que el Villa de Pitanxo se encuentra sumergido a unos 700 metros de profundidad, para llegar hasta el Titanic hay que descender cinco veces esa distancia, hasta llegar a los 3.800 metros que marcan el lecho marino donde reposan los restos del "barco insumergible". A su vez, las dos partes del Titanic -se partió por la mitad durante el naufragio- están separadas por una distancia de unos 800 metros. 

El cruel final del Titan es, si cabe, un destino menos abrumador que otras posibilidades. De haberse producido un fallo en los sistemas de alimentación y caer hasta el fondo marino, el rescate hubiera sido muy complejo y casi imposible de abordar en el tiempo óptimo para la supervivencia de sus ocupantes, ya que la tumba acuática en la que está el Titanic se encuentra fuera de la placa continental, un territorio mucho más inhóspito y hostil.  

UN DESCENSO "SENCILLO"

En total, son más de 3 kilómetros de diferencia entre la bajada a uno y otro buque, una distancia abismal y mucho más compleja de cubrir si la comparamos con la distancia que hay que recorrer por el agua para conectar los dos puntos. Así, mientras que inspeccionar el Villa de Pitanxo es una tarea relativamente "sencilla", asomarse hasta el Titanic requiere de tecnología puntera capaz de resistir las cerca de 400 atmósferas de presión a las que se ve sometido el pecio. 

Para el barco de Marín se utilizó un sonar de barrido lateral para localizarlo. Una vez tuvieron una respuesta satisfactoria, se usó otro aparejo con ecosonda para constatar que efectivamente era el Pitanxo. "El barco estaba muy cercano a las coordenadas que teníamos, lo cual ayudó muchísimo. Fue relativamente fácil encontrarlo, más rápido de lo que teníamos previsto", explicaron desde la compañía.

"La expedición fue tal y como estaba prevista. Incluso hemos mejorado los tiempos. Calculábamos entre 28 y 30 días y estamos por debajo", celebraban después de la inspección, que tuvo lugar dos días después de localizar el pecio. Cuando el tiempo lo permitió, un robot descendió hasta su emplazamiento. Las pruebas grabadas fueron enviadas a la Comisión Permanente de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim) y forman parte de la investigación del naufragio que lleva a cabo la Audiencia Nacional.
 

NADA QUE VER CON EL TITÁN

La profundidad a la que se encuentra el Titanic fue de hecho el gran reto de los exploradores para localizar el buque durante más de 70 años. La historia detalla que el barco se hundió en la madrugada del 14 al 15 de abril, pero se trata de una zona muy extensa, por lo que no fue hasta el 1 de septiembre de 1985, con una tecnología capaz de rastrear el fondo marino, que se dio con el esqueleto del otrora mayor barco de pasajeros jamás construido. 

A partir de ese momento se llevaron a cabo numerosas misiones que inspeccionaron tanto el transatlántico como su contenido, llegando a recuperar algunos objetos, desde partes del armazón hasta la campana del barco o la vajilla de la tripulación. No obstante, y después de más de un siglo bajo el agua, los restos del Titanic corren el riesgo de desintegrarse en los próximos años, ya que la degradación que sufren se está acelerando. 

La fuerza de las corrientes marinas, la presencia de bacterias en el casco, la propia acción humana o incluso el aumento de la temperatura del agua están acelerando la corrosión de los materiales, lo que preocupa a la comunidad científica. Las últimas estimaciones creen que en cuestión de una década aproximadamente ya no quedarán apenas vestigios del Titanic. 

Por eso, muchas personas se ven atraídas por expediciones como la que ofrecía el submarino desaparecido, tecnológicamente más precario en apariencia que el del Ártabro, por ejemplo, aunque su propósito era hacer una inmersión cinco veces más profunda pese a ser un vehículo experimental sin el visto bueno de ninguna agencia regulatoria, según señalan algunas voces expertas. 

Con todo, el Titan ya había logrado su cometido en otras ocasiones y recogió espectaculares imágenes de esta obra de la ingeniería náutica de principios del S. XIX, en una calidad nunca antes vista. No obstante, y pese a su valor científico, no es ni mucho menos un viaje para todos los bolsillos, ya que esta clase de aventuras tienen un precio que ronda los 250.000 euros por persona, según detalla la web de la compañía OceanGate. Ahora que la tragedia vuelve a golpear a este barco legendario, cabe preguntarse si lo que provocará es el hundimiento definitivo de la compañía de aventuras o si por el contrario hará reflotar el interés de los más intrépidos.