Un debate imposible

Manoel Barbeitos
Economista

"Me dijeron que usted" -Ana Pontón- "forraba la carpeta del Instituto 

con imágenes de Pujol e Ibarretxe... ¿Es eso cierto?". 

A. Núñez Feijoó, presidente de la Xunta de Galicia



Según el Reglamento del Parlamento de Galicia (Titulo VIII, Capítulo I bis, Artículo 141 bis) "con carácter anual el Pleno celebrará el debate sobre política general de la Comunidad Autónoma de Galicia". Debate que por primera vez en esta legislatura tuvo lugar hace escasos días (12 de octubre).


Aunque el citado reglamento no lo especifica, se entiende que el Parlamento debe ser el escenario donde los partidos que lo componen debaten entre sí sobre política general enfrentando las distintas opciones políticas como corresponde a una democracia plural como es el caso. En este marco, y como se fija en el cita reglamento, el debate debe servir tanto para que el gobierno gallego de turno exponga su visión sobre la situación general de Galicia cuanto defienda las políticas gubernamentales aplicadas con el objeto de alcanzar los objetivos prometidos, por caso, en la sesión de investidura. Exposición que debe dar paso a un enfrentamiento político entre las distintas opciones, pero en el marco de un debate democrático como corresponde a organizaciones con representación parlamentaria. He ahí la gran relevancia política que adquiere este tipo de debate sobre política general.


Pero después de asistir, a través de la TVG, al citado debate, no resulta arriesgado afirmar que se trató de un debate político falido, algo que no es la primera vez que sucede desde que el señor Núñez Feijóo preside la Xunta de Galicia. Reiteración que conduce a que este tipo de debates parlamentarios sobre política general pase prácticamente desapercibido entre la ciudadanía gallega. Una evidencia que, naturalmente, hace un daño no menor al Parlamento y, de rebote, a democracia en Galicia.


Uno de los marcos que impide que en este tipo de plenos se debata sobre política general viene fijado por la estrategia parlamentaria de un partido escasamente democrático (PPdeG). Un partido que aprovecha su condición de mayoría absoluta para crear un escenario, claramente explicito en el citado reglamento, en el que el debate político tanto favorezca descaradamente el lucimiento personal del Presidente de la Xunta cuanto le dificulte la oposición a sus labores de fiscalización de la acción de gobierno y de confrontación de las distintas alternativas. Un marco que desnaturaliza el debate, que lo hace imposible.


Otro de los marcos que coartan el debate viene fijado por la estrategia que el Presidente de la Xunta (A. Núñez Feijóo) adopta en los sucesivos debates. Una estrategia más propia de un portavoz de la oposición que la de un jefe de gobierno. Una estrategia en la que la descalificación de la oposición prima sobre la defensa de las actuaciones del gobierno y que busca reiteradamente expulsar a la oposición del terreno común que supone pertenecer al mismo sistema político tal como si fuesen fuerzas ajenas a la autonomía y a la democracia gallegas. Una estrategia que lleva a un espectáculo realmente insólito en una democracia parlamentaria como, por caso, sucede en el turno de las replicas cuando el Presidente de la Xunta de Galicia, en vez de contestar y rebatir los argumentos de la oposición críticos con su gestión, centra sus intervenciones en la descalificación personal de los y las lideres de la oposición de una forma realmente indigna de un presidente y que no debería producirse en un parlamento democrático pues son más propias de una taberna. Intervenciones que puede que satisfagan a las camadas del Partido Popular de Galicia pero que desnaturalizan el debate, lo hacen imposible por estar dinamitado el terreno común de juego. Y cuando se dinamita el terreno de juego el debate degenera en agresión.


Por el bien del Parlamento gallego, por el bien de la democracia en Galicia, estas actuaciones no deberían repetirse. No denería darse una situación en la que el partido del gobierno le impida al Parlamento ser el escenario donde se fiscaliza la acción de un gobierno tratando de situar la oposición fuera del sistema político, como si perteneciese a otro distinto. Por caso, ¿cómo puede Ana Pontón, como líder de la oposición, pensar que pertenece al mismo sistema político que Alberto N. Feijóo si este con sus maniobras impide el debate? Tampoco éste puede pedirle la oposición que, por caso, comparta algunas de sus políticas cuando con su comportamiento parlamentario de juego sucio les hace perder toda esperanza de cooparticipación, aunque sea mínima. 

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