Hay entrenadores partidarios de un posicionamiento replegado con un planteamiento conservador, basando la fortaleza de sus equipos en destruir las acciones combinativas del rival, sin exponer a sus jugadores a ningún riesgo. Estos conjuntos roban la pelota, en ocasiones en campo contrario, aprovechándose del desgaste y del esfuerzo del rival para tratar de hacer suyas acciones bien trenzadas y elaboradas por el contrincante. Por contra, hay técnicos que toman la iniciativa, que asumen riesgos y que se lanzan a por el partido desde el pitido inicial, sin temor a errar. Asumen la posibilidad de fallar como parte del juego. Cuentan con jugadores decididos, no faltos de calidad, pero sobre todo con la fortaleza mental de creer en un sistema atrevido. Esta forma de enfrentar los partidos, requiere una mayor preparación. El primer modelo es destructivo, el segundo se basa justo en lo contrario, en hilvanar, en trenzar, en madurar, en construir poco a poco la jugada. ¿Cuál goza de una mayor efectividad?, ¿cuál es más sencillo?


Sin duda lo tendrán más difícil aquellos que elijan la primera opción. Para construir tienes que seguir un orden y actuar de una forma rigurosa y esmerada. Cada paso es importante y pude influir en el resultado final. Crear es más lento, pero si se hace bien, el resultado perdura en el tiempo. En el polo opuesto, puedes destruir de cualquier manera, en el orden que quieras y en cualquier momento. No necesitas tanto esfuerzo y esta acción es mucho más ágil.


El 12 de marzo de 2018 será recordado por miles de policías nacionales y de guardias civiles. Ese día tuvo lugar la firma del acuerdo de equiparación salarial entre FCS y mossos. Tras una profunda negociación de los sindicatos policiales con el ministro del Interior, por primera vez, se publicó en el BOE un acuerdo de este tipo, que en año y medio corregirá esta marginación salarial, reivindicada históricamente por los representantes de los policías y que el desafío secesionista hizo que la ciudadanía y los medios de comunicación apoyasen de forma decisiva tal injusticia. Un acuerdo que no priva a los policías de la pérdida de los derechos socio-laborales alcanzado, como la posibilidad de pasar a la situación de segunda actividad sin destino de forma voluntaria por cumplimiento de edad, tal como pretendía inicialmente la Secretaría de Estado de Seguridad. Una auditoría externa e imparcial dictaminará los términos reales de la equiparación ante las discrepancias surgidas durante la negociación y una ley, evitará que vuelvan a producirse estas desigualdades.


Desde un sector del colectivo de policías y guardias civiles, se criticó la firma del acuerdo de equiparación. El tiempo debía dar o quitar razones. Y así lo ha hecho. Chapó por los sindicatos y asociaciones. Unidos, han conseguido algo que ahora mismo hay que valorar mucho más por diversas razones, como el empuje de otros colectivos, las nuevas prioridades del ejecutivo y la pérdida del apoyo de los medios de comunicación y en menor medida de los ciudadanos, quienes no entenderían que hubiésemos dejado pasar esa oportunidad. Estos hechos nos situarían en un escenario terrible. Los mossos acaban de anunciar movilizaciones para el 17 de septiembre. Menos mal que la equiparación está firmada y publicada en el BOE. Si llegamos a hacer caso a jusapol, nos hubiésemos quedado a dos velas. Sólo ese año, 160 euros al mes de la equiparación que cobraremos en octubre, se hubiesen esfumado. 1.600 euros extras que cobraremos con la nómina de ese mes. 1.920 en todo el 2018. En mi caso y hasta la jubilación 56.000 euros que se irían a la basura si nos guiásemos por aquellos que se la jugaban a todo o a nada. Me recuerda un compañero de Guardia Civil, que en 2005, su colectivo se quedó sin una mejora en sus nóminas en el CES, porque las asociaciones no firmaron una pequeña subida que sí rubricaron los sindicatos policiales.


La avaricia rompe el saco. Y en una negociación se trata de acercar posturas y en caso de no encontrarlas y evitar que se bloquee la situación, deben aparecer alternativas como la auditoría externa.


Un buen negociador es el que va asegurando el terreno, dejando la puerta abierta a futuras mejoras. ¡Gracias, sindicatos y asociaciones! Habéis sido valientes, anteponiendo el interés del colectivo al vuestro propio y, sobre todo, no os habéis guiado por esos mensajes populistas, llenos de demagogia que decían al colectivo lo que quería escuchar, pero sin la responsabilidad de construir, la de defender a los compañeros en los problemas del día a día, de una orden ilegal, de una denegación injustificada, de la mejora de equipamientos o de la prevención de los casos de suicidio… Ahí no valen las falsas promesas. Ahí os quiero ver. En el escenario dónde sólo destruir, ya no vale, dónde se apagan las voces de ultratumba.



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