Gaza: un campo de concentración

Manoel Barbeitos
Economista

Si Hamás es considerada una organización terrorista, no lo es menos la política que el Estado de Israel viene aplicando desde hace décadas.

 

 

 

Varias personas con una bandera de Palestina durante una manifestación en apoyo al pueblo palestino, a 15 de octubre de 2023, en Madrid (España).
Varias personas con una bandera de Palestina durante una manifestación en apoyo al pueblo palestino, a 15 de octubre de 2023, en Madrid (España).

Gaza, una estrecha franja amurallada entre Egipto e Israel de 360 kilómetros cuadrados (para hacernos una idea, pensemos que Fonsagrada, el municipio más grande de Galicia, tiene una extensión de 437 kilómetros cuadrados), alberga una población cercana a los 2 millones de habitantes, que representa una densidad de más de 5.500 habitantes por kilómetro cuadrado, lo que la convierte en la tercera entidad política más densamente poblada del mundo (sólo por detrás de Singapur y Hong Kong).

 

Gaza tiene una población extremadamente joven -el 50% tiene menos de 15 años-, un desempleo que alcanza al 53% de la población activa, una tasa de pobreza del 50% y unas infraestructuras e instalaciones productivas destruidas periódicamente por el ejército judío.

 

Gaza, sometida desde 2007 a un bloqueo militar tanto por parte de Israel como de Egipto, es hoy un auténtico campo de concentración para los palestinos ya que, por si acaso y como ahora estamos comprobando, el suministro de agua corriente, de electricidad y de telecomunicaciones está bajo control israelí, cuyo ejército se reserva el derecho de vigilar el espacio aéreo y marítimo, así como las fronteras, además de entrar en Gaza cuando lo considere oportuno para "combatir el terrorismo", acciones que complementa con el lanzamiento de bombas de fósforo y misiles que provocan bajas civiles, destrucción de edificios e instalaciones básicas como hospitales, redes eléctricas...-: " el mundo se cerró sobre nosotros ". 

 

Las continuas y repetidas acciones de represalia del gobierno israelí no terminan ahí porque cierra, cuando quiere, la única aduana por la que los palestinos pueden pasar sus mercancías -principalmente productos agrícolas- y recibir suministros -alimentos y medicinas-, lo que supone grandes pérdidas económicas para ellos, así como problemas alimentarios y de salud. Por otro lado, Israel ha ido reduciendo progresivamente -por "razones de seguridad"- la zona de pesca autorizada -de 20 millas pasó a 3 y luego aumentó a 10- para unos pescadores que también tienen que soportar un alto grado de contaminación del agua porque el bloqueo israelí les obliga a tirar residuos al mar. Los habitantes de Gaza tampoco pueden cultivar adecuadamente sus tierras, porque el 35% de las tierras cultivables son de muy difícil acceso al tratarse de "zonas de exclusión militar".

 

La victoria de Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica) en las elecciones al Consejo Legislativo de enero de 2006 sirvió de pretexto para que el gobierno israelí (que había participado activamente tanto en su creación en 1987 como en su posterior implantación entre la sociedad palestina, buscando así debilitar el poder de Arafat y la OLP) para endurecer aún más el estado de sitio a pesar de que Hamás ha recorrido un largo camino desde la lucha armada hasta la acción política. Una acción política marcada desde hace muchos años por una gran rivalidad con Al Fatah: Hamás no forma parte de la OLP aunque sí tiene una representación en el CNP -el 10% de los escaños-, lo que no se corresponde, por cierto, con su influencia real entre la población palestina. Una división -Hamas/Al Fatah- no está exenta de grandes tensiones que desembocan en feroces enfrentamientos internos que sí tienen a la población civil como gran víctima y debilitan también la resistencia.

 

Este es uno de los marcos en los que se viene desarrollando el conflicto entre Israel y Palestina desde hace muchas décadas. Un enfrentamiento cuyas principales víctimas son los niños palestinos, como podemos comprobar, una vez más, cuando nuevos ataques aéreos israelíes están provocando que, hasta la fecha, el 30% de los muertos sean niños (lo que supone que cada 15 minutos muera un niño palestino).

 

Nada justifica el terrorismo, pero en este caso es importante tener en cuenta al menos tres pruebas. El primero son las intolerables condiciones bajo las cuales el Estado israelí, que en ningún momento respeta el derecho internacional ni las resoluciones de la ONU, somete a la población palestina de Gaza a una genuina y programada política de exterminio. En segundo lugar, si Hamás es considerada una organización terrorista, no lo es menos la política que el Estado de Israel viene aplicando desde hace décadas. Por último, que el partidismo de la comunidad internacional, en su mayoría alineada con el gobierno israelí salvo contadas excepciones, no es menos cómplice de barbaridades como la que, dicho sea de paso, está teniendo lugar una vez más en Gaza.


 

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