Una mujer presidenta: una oportunidad para avanzar como país

El debate organizado por la CRTVG dejó alguna intervención de mérito como fue, por caso, el  alegato final feminista de la candidata del BNG, Ana Pontón, tanto por la brillantez de la exposición como por la indiscutible veracidad de los argumentos. Solo cabe lamentar que la realidad de las mujeres gallegas no hubiera ocupado un mayor espacio de tiempo en ese debate. Algo que en justicia cabe achacar mas la CRTVG, muy preocupada por fijar un formato que arropase a A. Núñez Feijóo, que a los/las candidatos/as.

Si en Galicia las desigualdades sociales se dispararon durante el mandato de A. Núñez Feijóo (2009-2020), hay una que resulta especialmente irritante: la desigualdad de género. Una situación que provoca un triple efecto. En primer lugar discriminar al sector mayoritario de la población gallega (52%), lesionando así la democracia. En segundo lugar frenar el crecimiento económico y la creación de empleo. Finalmente restarle soberanía al país gallego.

Triple efecto que, como ya dijimos en este mismo medio, tiene causas políticas y ponen en evidencia, por caso, el enorme peso que el catolicismo más rancio (OPUS DEI) tiene en las decisiones políticas de la actual Xunta de Galicia (PP). Una ideología que si le concede a las familias un papel predominante en la organización de la sociedad civil, es a unas familias en las que a las mujeres se les asigna en exclusiva el rol de cuidadoras de los hijos/as y las personas mayores al cargo: esposas, madres, hijas. Una asignación que, por tanto, lesiona gravemente la igualdad de derechos además de provocarle a muchas mujeres graves problemas psicológicos y de salud física. En Galicia, según las fuentes más fiables, son las mujeres quienes en un 80% de los hogares se ocupan del cuidado de los hijos, como confirma el dato de que de las ayudas públicas para conciliación, mediante la reducción de jornada, solo el 25% son solicitadas por hombres.

Esta situación conduce a que, por caso, las mujeres tengan tanto una mayor dificultad para incorporarse al mundo laboral como una mayor facilidad para ser despedidas. Algo que ahora con la pandemia se puso más en evidencia. En Galicia la tasa de ocupación en las mujeres (48,5%) está muy por debajo de la de los hombres (58%), mientras que el desempleo  femenino (14,5%) es claramente superior al masculino (11%). Un marco laboral que explica, en parte, que Galicia sea más pobre que otras comunidades: a más trabajo más riqueza e ingresos públicos. Un marco laboral que, además, tiene cómo causa y efecto que, por caso, las mujeres gallegas sean en un 85% de los casos quienes finalicen atendiendo a los familiares dependientes.

Una desigualdad de género que afecta a la soberanía del país. Para ser real la soberanía de un país ha de apoyarse en la libertad de sus ciudadanos. Libertad que precisa de acompañarse de la igualdad, ya que solo si se avanza en esta se avanza en la libertad individual y colectiva, en la soberanía. He ahí por qué para ganar soberanía en Galicia tenemos que avanzar en la igualdad de género pues, por caso, resulta indiscutible que el menor desenrollo de Galicia es fruto de un largo dominio conservador que ignora, entre otros, los derechos sociales de las mujeres.

En este marco político no me cabe la menor duda de que si las elecciones autonómicas del 12 de julio posibilitan que la Presidencia de la Xunta de Galicia sea ocupada, por primera vez en nuestra historia, por una mujer feminista y soberanista, estaremos, por las razones anteriormente apuntadas, delante de una gran oportunidad para un importante avance tanto en la igualdad de género como en la justicia social, para avanzar como país. Mucho más si tal presidencia se acompaña de una fuerte presencia de mujeres feministas y soberanistas en el nuevo Parlamento gallego.

Las mujeres gallegas tienen la palabra.