El Caudal Fest nos pide que bailemos, al menos, una vez más...y es fantástico

Quisiéramos que el verano durase cien años más. Al menos, nos queda el Caudal Fest para despedirlo como se merece, por todo lo alto, en noches veraniegas que nos hacen olvidar que ya estamos metidos de cabeza en la vuelta al cole y acompañados de la mejor música, esa que nunca falta en el festival lucense, que en menos una década de recorrido ya se ha convertido en un imprescindible ya no solo para los festivaleros, sino para los mejores artistas del país, que lo reconocen como un lugar al que merece la pena volver. 

"HAY TRES COSAS INCOMPATIBLES..."

El de Lugo es, con todo merecimiento, la última fiesta del verano. Así se promociona y cumple con lo que promete, pues los asistentes dejan claro desde el principio que asistir a los jardines del Pazo de Feiras e Congresos es ya un ritual para decirle adiós a la temporada estival y festivalera. Si damos la bienvenida a esta estación con una hoguera en San Juan, ahora lo que quemamos son los últimos cartuchos de energía, ataviados de esa camisa veraniega que devolveremos al armario hasta el año que viene o de esa camiseta de fútbol vintage que tendrá una segunda vida útil como uniforme de gimnasia. 

En cualquier caso, había ganas de volver al Caudal, algo que se vio desde muy temprano, con un goteo de coches que colapsó el acceso al festival. El día invitaba a hacer pellas e irse a orillas del Miño, donde el calor apretaba para alegría de los presentes, que miraron con preocupación durante toda la semana la previsión del tiempo, que mejoró sensiblemente a última hora, aunque para el sábado, donde igual se ahorran la tormenta, hará falta sacar la rebequita o la trenca, dependiendo de lo friolero que sea cada uno o lo mal que se porte el río y su humedad que cala hasta los huesos.

Pero la cosa es que la inauguración de esta VII Edición no podía pintar mejor sobre el papel, con Lisdexia cortando la cinta inaugural y Yarea con su particular dulzura siendo la antesala de un clásico como Duncan Dhu, el primer plato fuerte del viernes, tal y como constataron algo más de 100 gaviotas reunidas a cantar sus inmortales temas. 

Tampoco faltó Vega a la cita, contrapunto ideal, al menos en lo que a estética se refiere, a Santi Balmes, que también apostó por una chistera para su outfit. El catalán y su banda, acompañados del cuarto de siglo de historia que llevan a sus anchas espaldas, son capaces tanto de meterse bajo un volcán y que entre en erupción como de provocar un incendio en la nieve -que ya era lo que le faltaba a esta comunidad-.

Balmes también subió a Rigoberta Bandini al escenario, al menos de forma virtual, y tuvo un recuerdo para aquellos conciertos de la pandemia, con el público sentado y cantando detrás de una mascarilla. Sin embargo, su mensaje más profundo y valiente llegó al recordar que "hay tres cosas incompatibles entre sí: inteligencia, honradez y fascismo". "Quien es inteligente y fascista, no es honrado. Quien es honrado y fascista, no es inteligente. Y quien es inteligente y honrado, no es fascista", apuntó el fantástico vocalista de Love of Lesbian para recordar que lo que sucede en Gaza es un genocidio, una postura obvia pero difícil de proclamar en el escenario lucense. 

UNA JAURÍA EN LUGO

El capote a Palestina no fue el único de la noche, pues tocó torear en la Wii y sumarse al club de fans de John Boy, aunque el que más fans aglutinó en este primer día del Caudal fue Dani Fernández. El de Alcázar de San Juan atrajo a legiones de seguidores de todas las edades, que se resistieron a ceder un metro de terreno para tener un buen sitio, aunque eso significase para muchos renunciar a ver a Carlos Ares, uno de los artistas que más ha dado que hablar este verano en la escena gallega y que más alegrías va a dar en el futuro. 

El ex de Auryn aterrizó en la ciudad amurallada con jet lag, pero eso no le restó ni un gramo de frescura. Con su energía característica derrochó entrega en el escenario y puso a todos a botar con una selección de temas de sus tres discos, aunque tal vez los de 'La Jauría', su último trabajo, ese que lo ha elevado por fin a la categoría de superestrella desterrando la imagen de producto de una boyband, pudieron ser los más coreados de la velada. 

'Clima Tropical', 'Sin Vergüenza' o el particular y habitual homenaje a Supersubmarina no faltaron en un repertorio que cerró, enfundado en una camiseta del Breo, con el tándem que forman 'Bailemos' y 'Me has invitado a bailar', dos temas tan diferentes y tan dentro de un mismo universo que ya son como los packs de yogures del supermercado: indivisibles. 

Dollar Selmouni puso los ritmos urbanos y Niña Polaca el rock alternativo. Precisamente, los madrileños fueron tal vez la gran sorpresa para algún despistado que había pasado por alto hasta ahora a uno de los grupos más traviesos y demandados por el gran público en el último lustro. La única pega fue que, tal vez, se trató del concierto donde peor respondió la técnica, con momentos en los que el sonido no era tan bueno como lo que se veía sobre el escenario, donde no faltaron temardos como 'Dolores Rayo', 'La muerte de Mufasa', 'San Francisco Grande' o 'Invierno de mierda'. Vamos a considerar que, a veces, simplemente hay días malos, pero que eso no nos impida pasar mucho tiempo con gente que queremos y haciendo lo que más nos gusta. 

Los más resistentes se quedaron a echar la persiana con Kike Varela, mientras los demás enfilaron dirección a la salida, conscientes de que estamos a la mitad de una carrera de fondo, que el sábado será otro día y que, aunque se termine, cuenta con una memorable traca final. No guardes el bañador todavía, que nos zambullimos ya mismo en la segunda parte de la última gran fiesta del verano.