Muchos titulados de bata blanca y mente en blanco y negro pretenden perpetuar una enfermería subyugada y domesticada
En estos presentes tiempos, donde a polarización, la desinformación programada, el ruido mediático, las invasiones, los aranceles y toda la palabra cultivada en lo peorcito de la raza humana se intensifican, no podemos más que constatar la permeabilidad de esta tendencia en el ámbito que nos ocupa.
Como representante de SATSE, primera fuerza sindical en la Mesa Negociadora de la Sanidad Pública en España, no puedo más que trasladar la profunda decepción y crónica amargura de las enfermeras ante ciertas manifestaciones del colectivo médico durante sus legítimas jornadas de huelga.
En ellas llegan a trasladarle a la población que protestan, entre otras cosas, porque se pretende clasificar las enfermeras y fisioterapeutas en el grupo A, y eso semeja ser —segundo afirman— un insulto a su orgullo.
Por cierto que este debate sobre A1 o A2 puede quedar obsoleto en muy poco tiempo, si sale adelante el nuevo Estatuto Marco de todo el personal de la sanidad pública, ya que la nueva clasificación diferenciará la cada profesión o colectivo sanitario en función del nivel de la titulación que se le exija para el acceso a su categoría.
Las organizaciones médicas lo saben, pero prefieren alentar interesadamente un presunto conflicto con las enfermeras para poder dar oxígeno a su decaída huelga.
Pero no nos distraigamos: desde hay más de 40 años, las enfermeras venimos consiguiendo grandes logros en el avance de nuestra profesión, siempre en aras de un mayor bienestar y de una mejor salud para la población, sin menoscabar otras profesiones de los equipos sanitarios.
El desarrollo académico, con la lógica y trabajosa adaptación al marco europeo de nuestra titulación universitaria de Grado, junto con el impulso de las especialidades y de las titulaciones de Posgrado como Máster y Doctorado, es fiel reflejo del duro trabajo de las compañeras y de las administraciones implicadas.
Todo esto, a pesar de los continuos obstáculos de ciertos colectivos y corporativismos médicos, que desde lo 2007 llevan bloqueando nuestro justo reconocimiento laboral como personal A, en igualdad con psicólogos, biólogos, médicos o físicos.
Es cierto que nuestro avance, lógico y constante, basado en la evidencia científica y apoyado por la satisfacción de la ciudadanía —la enfermería continúa a ser la profesión sanitaria mejor valorada en el Barómetro Sanitario Estatal— tiene un elevado costo.
Muchos titulados de bata blanca y mente en blanco y negro pretenden perpetuar una enfermería subyugada y domesticada. Pues bien: la enfermería lleva años diciendo ¡basta!, siempre con el paciente y con la población como base de nuestra labor existencial.
Hacen falla buenas tragaderas para soportar ciertas manifestaciones en estos días de huelga médica, donde —para SATSE— su legítimo derecho no puede ni debe valer para pisar el nuestro.
Las enfermeras y fisioterapeutas debemos ser catalogadas en el nivel que nos corresponde en la función pública. Desde 2007 nos están robando ese derecho.
Defendemos el trabajo en equipo y leyes de amplio consenso, donde todas las profesiones tienen cabida en este ecosistema sanitario: un Estatuto para todas, una Ley de Ordenación para todas, una Ley de Sanidad para todas.
Seguir a dinamitar el sistema es peligroso e indecente, especialmente cuando observamos el avance del sistema personal sanitario, condicionado por la rentabilidad económica.
Desde hace años, aunque a veces parezca que callamos, enfermeras y fisioterapeutas no decimos que llueve. Ante la adversidad, crecemos y aprendemos.
Lo hacemos con respeto y sin menoscabar ninguna otra profesión compañera, porque así somos nosotros.
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