¡Larga vida a la reina!

Rodrigo Brión Insua

Rodrigo Brión Insua (A Pobra do Caramiñal, 1995). Grado de Periodismo en la Universidad de Valladolid (2013-17). Redactor en Galiciapress desde 2018. Autor de 'Nada Ocurrió Salvo Algunas Cosas' (Bohodón Ediciones, 2020). 

En Twitter: @Roisinho21


Vero Boquete

Vero Boquete con la camiseta de la selección española


Mi padre y mi tío fueron de los pocos puñeteros afortunados (habla la voz de la envidia) que se encontraban el 12 de octubre de 1997 en el momento y en el lugar exacto: en las gradas del Estadio de San Lázaro, la noche en la que se jugaba el Compos vs Barça. Aquel día, Ronaldo escribió fútbol y poesía en el feudo de la SD Compostela, en un partido antológico, historia ya del balompié mundial, en el que el brasileño dejó un gol para el recuerdo. Una galopada memorable con la que dejó atrás cuanto albiazul se encontró a su paso y que dejó atónito, no solo a la ciudad de Santiago que en ese momento tenía la vista puesta en la Primera División, sino a todo el planeta fútbol.


Uno de esos goles que, al revisionarlo, los allí presentes solo pueden pensar “yo estuve ahí” y que cada vez que lo cuentan a amigos y conocidos la historia se vuelve un poquito más épica y sobredimensionada. No es el caso de mi padre, que apenas recuerda el gol. Lo que a él le impactó fue la imagen de Boby Robson, técnico del Barça, con las manos en la cabeza, ojiplático por lo que acababan de ver sus ancianos ojos, que ya habían presenciado un milagro semejante una tarde de verano del 86 en el Estadio Azteca de México, pero con un “barrilete cósmico” como protagonista. Tampoco mi tío, que siempre desmerece el tanto de Ronaldo hablando de uno que hizo Figo ese mismo día, ensombrecido por la obra de arte del de Río de Janeiro.


Desconozco si en una de las butacas de San Lázaro se encontraba sentada Verónica Boquete, por entonces una niña de 10 añitos que soñaba con hacer algún día lo mismo que el goleador carioca. Tampoco sé si ese mismo día ‘O Fenómeno’ se cruzó con ella y si, por algún tipo de sortilegio o embrujo, le transfirió parte de su magia a la compostelana. Con todo, creo que la calidad de ambos es innata y no cosa de meigas, ¡que haberlas hailas! Con los años, VB9 no tiene nada que envidiarle a Ronaldo Nazario. Al menos en lo que se refiere a las artes balompédicas, ya que me aventuro a pensar que las cuentas bancarias de uno y otro son diametralmente distintas. Es una de esas cosas que tendrían que empezar a mirar todos los organismos del fútbol. Por aquello de la igualdad, ¿sabe usted?


Pero estas líneas no van sobre eso. Estas líneas, como las que dibuja la cal en el terreno de juego, hablan de Vero. Porque ella representa la esencia del fútbol. La mejor jugadora de la historia de España. Algo que se dice poco y, cuando se dice, se repite y enfatiza menos de lo debido. A la que no valoramos lo suficiente, ya que a todos los grandes genios se los reconoce a título póstumo. A pesar de todo, a veces pequeños gestos como el del Ayuntamiento de Santiago, querebautizó hace poco el Estadio Municipal de San Lázaro con el nombre de la reina del fútbol nacional, ayudan a devolver en forma de cariño todo lo que ha hecho Verónica.


Sin embargo, quizá el principal valor de la gallega es que lo que hace dentro del terreno de juego se queda pequeño con todo lo que hace fuera de él. Es una jugadora que siempre ha estado comprometida con diversas causas sociales, como el proyecto ‘CommonGoal, del que forma parte. Una infatigable luchadora contra el machismo en pro de la igualdad e integración de la mujer, algo que sigue muy presente en un mundo tan masculinizado y machista como el del balompié. La última gala del Balón de Oro es buena  y penosa muestra de ello. Una deportista que nunca ha dejado de tener los ojos puestos en su tierra, a pesar de que la vida la llevase siempre a miles de kilómetros de distancia de su Galicia. Ahora, con ese reconocimiento del consistorio santiagués, las próximas obras de arte que se expongan sobre el tapete del feudo compostelano, como la que en su día trazó Ronaldo arrancando desde más allá del círculo central, estarán para siempre ligadas al nombre de la más grande: Doña Verónica Boquete.


En Galicia, cuna de Luis Suárez, único Balón de Oro español, a veces se nos olvida que tenemos motivos más que de sobra para mirar con orgullo al fútbol femenino de nuestro país. Aunque en la cabeza de la mayoría impere la arcaica idea de que al fútbol solo se puede jugar con botas de tacos, nunca con tacones. Lo cierto es que afortunadamente las chicas tienen la cabeza más dura que todos esos negacionistas cerrados de mente y derriban todos los muros, aunque sea a cabezazos. Yo solo espero que en el próximo Mundial de Francia 2019 España haga un papel mejor que en el de Canadá. Si pudieran imitar a las chicas de la selección sub-17 (¡Bravisimo,  campeonas!), ya sería gloria pura. Y, Jorge Vilda, si no es mucho pedir, que lo haga con Vero en el verde. Porque a Verónica, si no existiera, habría que inventarla. ¡Gracias, danke, blagodaryu vas, thank you, tack, merci, xièxiè! ¡Qué suerte tenerte, Vero! ¡Larga vida a la reina!



 

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