Ser originales

José Luis Fernández Carnicero



Nacido en Ourense en 1967. Estudou Maxisterio por Ciencias,especialista en Música. Licenciado en Ciencias Matemáticas especialidade de Estadística e Investigación Operativa na UNED.Postgrado de Experto Universitario en Modelización de Riscos en Entidades Financieiras.


Escrebo en varios diarios de Galiza, nalgúns co pseudónimo de José Luis Fernández Carnicero.

Mestre de Educación Musical no C.E.I.P. Calvo Sotelo (Carballiño).

Membro da Sociedade cultural: O Liceo de Ourense.

Membro do Consello Escolar de Galiza e do Consello Escolar Municipal de Ourense.


La maquinaria social en la que vivimos no deja de sorprender. En estos momentos existen todo tipo de argumentos para analizar la situación actual y curiosamente ya no tenemos las necesidades que teníamos hace un mes. Hasta hace muy poco tiempo la actualidad mandaba en los medios de comunicación. Hoy la actualidad sigue mandando, pero está focalizada en un tema monográfico que todo el mundo comprende. Mayormente los enfermos y familiares de otros que ya fallecieron. Y fallecieron solos.  Por eso, ya no hay inmigrantes que huyen de sus países de la miseria, no hay pateras, ni refugiados de la guerra de Siria. Tampoco hay contaminación atmosférica en la  escombrera de Zaldibar, ni son noticia las mujeres que sufren la barbarie machista. Ahora son héroes los médicos y el personal sanitario, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de Estado, y hasta el ejército. Como si antes no fueran héroes. También los maestros y profesores son muy apreciados (no diré la razón), y ya no se dice que tienen mucho tiempo libre, como si antes de todo esto fueran parásitos sociales.


La hipocresía de esta sociedad se manifiesta en los modelos económicos que la sustentan. Cuando los bancos quebraron y todos fueron cara su rescate, pues de otro modo la superestructura corría un riesgo inmenso, después ninguno de ellos devolvió el dinero. Fue a fondo perdido. A día de hoy son los propios bancos los que flexibilizan, por lo menos en España, los créditos para que haya liquidez en el mercado. ¿Perderán como  perdimos nosotros? Pues no. No tengan pena. Mas se salvarán de poder ser supuestamente intervenidos por el gobierno de izquierdas. Y así estamos condicionados en las circunstancias que nos asedian. Por eso algunos creen que para ser originales, solo hace falta decir una barbaridad, saltar un control policial, meter un “bulo” por las redes sociales o ir a cazar pokémons. La originalidad de tratar temas importantes que no son noticia, no vende, al no tiene importancia para la inmensa mayoría de las personas.


Cuando un amigo me pedía que escribiera un artículo, escuchaba al mismo tiempo una voz solapada por el teléfono, que suplicaba que no fuera sobre el bicho que nos trae la cabeza loca. Por eso busqué en la red dos intérpretes de una sonata de piano de Beethoven titulada “Patética”. Uno de ellos es más conocido que el otro, y mientras escuchaba al segundo, pensaba cuánto perdemos al seguir a los famosos y despreciar a los humildes. Seguí en la búsqueda de los mejores pianistas del mundo y mismo de los violinistas, y resultó que faltaban los tenían que estar. Y casi siempre ocurre lo mismo con todo. Leemos o valoramos lo que está de moda y olvidamos lo que enriquece. Pienso que saber llenar la mente es fácil por lo que lo más difícil es reconocer qué es lo que nos puede hacer crecer como seres humanos. Y nunca podremos reflejar valores sin conocer y potenciar en nosotros las artes, que nos elevan a una dimensión trascendente y a un entorno tan desconocido como insólito. Pero también existen otras vías.


Podemos ser originales siempre que pongamos en valor las generaciones que nos precedieron, escribiendo su historia y aprendiendo de su esfuerzo por levantar nuestro país. A eso le llamamos patrimonio inmaterial y con todo, ¡cuántas historias viven en el desierto del olvido! Descubrir a tantos y tantos jóvenes que tienen ilusión por seguir construyendo, a pesar de que el futuro que nos espera no sea el mejor, es un potencial que no podemos olvidar. Y de este modo, cada quien en su puesto, dejando lo superfluo y atendiendo al original, seguir adelante para ser ese gran país que nos dicen que somos, y en el que aún no acreditamos.

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