​Coronavirus y “sentidiño”

Antonio Carlos Pereira Menaut
Prof. de Derecho Constitucional, USC

Antonio-Carlos Pereira Menaut, nacido en Santiago de Compostela en el año 1948, es  jurista y Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela (USC)

Un poco de sentidiño, por favor.


Las medidas españolas anti-covid son de las más draconianas e iliberales del mundo (por ejemplo, triplicamos sólo en los primeros 10 días las multas de Italia en un mes, a pesar de la diferencia en población). Los resultados son de los peores del mundo.


Si continúa el confinamiento severo (a partir del 27, ya no absoluto, pero aun así muy duro), no sé cuántos muertos por covid se ahorrarán —espero que muchos, porque yo soy de los de riesgo—; no sé cuántos hospitales dejarán de colapsarse —espero, también que muchos—, pero un poco más tarde se colapsarán por otros problemas, y con cifras de enfermos astronómicas. 


¿Por qué? Porque el confinamiento, más la suspensión de muchas actividades, más la prohibición del simple pasear, harán que —p. ej.— un cierto número de tumores, al no operarse a su tiempo, se malignicen; muchas varices, hasta ahora contenidas por el paseo diario, empeoren y generen trombos; muchos ancianos tengan los tobillos hinchados por la pésima circulación de retorno; de los diabéticos, que necesitan ejercicio, para qué hablar; los ruteros del colesterol, idem; y así un buen etcétera: masas musculares perdidas por la inactividad; corazones privados de su ejercicio diario, enfermedades mentales, suicidios (sí, suicidios)... Y sumando todo eso, no estamos hablando de miles de personas, sino de millones. 


De esos millones, algunos viven en ciudades pequeñas, saludables y bien ventiladas, como A Coruña, o zonas semi-rurales, o totalmente rurales, donde esas medidas centralistas, quizá adecuadas para el metro de Madrid, son absurdas 


De esos millones, algunos viven en ciudades pequeñas, saludables y bien ventiladas, como A Coruña, o zonas semi-rurales, o totalmente rurales, donde esas medidas centralistas, quizá adecuadas para el metro de Madrid, son absurdas (en la Gomera, absurdísimas). ¿Qué tiene de malo la bici de montaña, si —además— un ciclista nunca va a menos de un metro de nadie, o de lo contrario choca?.


Luego viene otro triste capítulo, el de los delatadores. Lo que hace bien pocos años avergonzaría a quien lo hiciese, es ahora ciudadanía ejemplar.


Amigos policías de balcón, ¿han averiguado ustedes si el viejo paseante que están denunciando —y las multas son de 1500 euros para arriba— tiene las piernas como troncos, y ya no puede más?.  ¿O si es diabético, o asmático, y necesita respirar; o no soporta los dolores músculo-esqueléticos?.  ¿Si la madre que se arriesga a pasear a un niño —la tonta de ella antepuso tener un niño a tener un perro; y, claro, en el pecado llevó la penitencia— no está literalmente al borde de un ataque de nervios, porque sus pequeños piratas llevan un mes en 75 metros cuadrados?.  Y hay países, como Bélgica, donde el ejercicio al aire libre no se permite; se recomienda.


Pero si todo ese duro sacrificio, aun siendo dudosamente constitucional (hablaremos de eso otro día) rindiera unos resultados como los de Portugal, aun sería comprensible. Pero ya se ve que no. El gobierno nos engatusa con policías locales cantando “Cumpleaños Feliz” a una niñita en una urbanización. Pero, al final, la cosa es sencilla: si esta política produce resultados tan malos, hay que cambiar de política, e inmediatamente. O cambiar de Gobierno, que va camino de ser el más ilegítimo de la democracia. Hasta Grecia tiene mejores resultados que España (incomparablemente mejores: ciento y algo muertos). Por tanto, que nadie diga que la ley es la ley y hay que cumplirla, porque bajo esta normativa cuasi-totalitaria España ha producido, hasta ahora, cerca del diez por ciento de las muertes del mundo.


Lo mínimo, mínimo que se puede hacer es habilitar lugares y horas para que todo ese tipo de personas pueda salir de casa. Y que nadie responda que se conformen con una bici estática, porque, aparte de lo aburrida que es, no encontrará usted una en internet ni a precio de oro. Haga la prueba.


Un padre junto a su hija pasean por el Parque del Retiro en el primer día sin colegio





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