A propósito de Clara Wieck

José Luis Fernández Carnicero



Nacido en Ourense en 1967. Estudou Maxisterio por Ciencias,especialista en Música. Licenciado en Ciencias Matemáticas especialidade de Estadística e Investigación Operativa na UNED.Postgrado de Experto Universitario en Modelización de Riscos en Entidades Financieiras.


Escrebo en varios diarios de Galiza, nalgúns co pseudónimo de José Luis Fernández Carnicero.

Mestre de Educación Musical no C.E.I.P. Calvo Sotelo (Carballiño).

Membro da Sociedade cultural: O Liceo de Ourense.

Membro do Consello Escolar de Galiza e do Consello Escolar Municipal de Ourense.


Este próximo 20 de mayo de 2020 habrá 124 años que falleció Clara. Así la llamaba su bienquerido compañero Robert Shumann, que la conoció de niña, cuando vivía en la casa de su padre Friedrich  Wieck. Según cuentan, era una mujer hermosa con ojos grandes y rasgados, tez mate y cabellos de  azabache. Además tocaba muy bien el piano y consiguió la fama que el público había privado a su padre. A pesar de ser culto y haber estudiado para el sacerdocio, no dudó en dejar también los estudios de Teología para llegar a construir pianos. Su carácter de fiel contribuyó a romper la relación entre Clara y Shumann por algún tiempo.

            

Los jóvenes lucharon por su amor con la esperanza de poder agujerear la muralla que los separaba. El viejo Wieck envió la Clara a vivir a Dresde. Shumann enloqueció, pero le escribió cartas a centenares. Un día, de pronto, las cartas cesaron y hubo un silencio de dos semanas. Pasado este tiempo llegaron dos al mismo tiempo. Sin pensarlo dos veces, abrió la primera, y era de Clara,  diciéndole que viajara a Dresde porque su padre iba de viaje. Con una alegría inmensa casi olvida abrir la otra carta. Venía de Zwickau y decía que su madre había fallecido de repente. Shumann no sabía qué hacer.

            

Esta historia me recuerda a tantos y tantos casos que acontecen en la vida diaria. Cómo somos capaces de buscar un objetivo con todas las fuerzas, y, cuando ya lo tenemos muy cerca, parece como si desapareciera de nosotros en un segundo. Existen decisiones puntuales que dependen de las personas y que pueden determinar el resto de sus vidas. Por eso de poco vale que a los que no honramos en su día le llevemos flores al cementerio, ni que a los que no valoramos le  escribamos obituarios para hacer reconocimientos estériles, (así lo dejó bien claro Ben-Cho-Shey en su lápida), pues sabemos que llegan tarde y no pueden hacer que las conciencias callen. En nuestra historia, Clara recibió la visita esperada y consoló a Shumann por la muerte de su madre. El relato finaliza con la boda de Clara y Shumann a pesar de que el viejo Wieck los denunciase en los tribunales alegando hasta 12 causas por las que no se podían casar.

             

El amor de la pareja sufrió varios episodios fatales. Shumann era un compositor excepcional valorado por muchos, incluso por Liszt, que lo incluía en su repertorio, pero sentía  celos de su amada Clara. Ya dijimos que era una pianista excepcional, y a pesar de las muchas  zancadillas que le puso su padre, las superó. En los conciertos de Clara, su padre crea un grupo de amigos para que se levanten en el intermedio y se marchen de la sala, pero ella sigue triunfando. Incluso cuando cambia el piano por un instrumento viejo, el éxito es rotundo. Shumann al ver esto, no podía permitir que una mujer le hiciera sombra. “Eres madre antes que artista...”, “Tienes que saber retirarte a tiempo…” le decía el compositor, por eso los ingresos económicos venían de ella y no de él. Shumann tuvo que agachar la cabeza y reconocer su error. Por todo lo que amaba le pidió perdón: “Eres una santa y yo tengo que ponerme de rodillas ante ti”. “Eres mil veces más grande que yo”. “Soy un egoísta”. Desde aquella y también por otras causas, Shumann recupera su creatividad como compositor. Hoy es uno de los grandes. Por su parte, Clara fue una virtuosa que hasta algunos dulces y pasteles llegaron a llevar su nombre. Luego fue olvidada por muchos salvo por Brahms, que después de la muerte de Shumann, cumpliría el objetivo de ser su compañero. Pero esa es otra historia para reflexionar, meditar y pensar en lo que muchas mujeres sufrieron, a pesar de ser las mejores.

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