Laura Borràs una víctima del “lawfare”

Laura Borràs cree estar por encima de todo, incluida la justicia. La todavía presidenta del Parlament de Catalunya, en una estrategia de enrocarse en su cargo no duda en pedir adhesiones inquebrantables a sus amigos y seguidores, así como salir en el mayor número de medios de comunicación ¿amigos? para afirmar que lo suyo es una persecución política. Con ese mensaje de  cordero desollado quiere convencer a la ciudadanía que, pobrecita, es una víctima del sistema judicial, policial y gubernamental. Ella que da la vida por Catalunya -previo cobro de un suculento salario público- está siendo “injustamente acusada de posibles delitos de prevaricación, malversación, fraude administrativo y falsedad en documento mercantil durante su gestión al frente la Institución de las Letras Catalanas (2013- 2018)”.

Borras tenía conocimiento ya en el 2019 de que el TSJC había admitido a trámite la investigación sobre ella. Pese a esta situación, siguió adelante sin pararse a pensar lo que podría venir después. Creía, en ese afán de pensar que cuanta más escalara en cargos, lo tendría más fácil con los tribunales, se olvidarían de ella. Craso error, porque una cosa son los temas políticos y otra bien distinta las acusaciones de presunta corrupción que es de lo que se le acusa, no de su ideológica, como lo vende. Aunque para liar más la troca, la presidenta siga con su discurso que solo engaña a los que se dejan engañar.

Borras en esa escalada de despropósitos contradicciones y manipulación que le ha acompañado a lo largo de su exitosa carrera política, se fue  ha ido tranquila a inaugurar una jornada sobre corrupción. La desfachatez de la todavía presidenta se ha visto al inicio de su discurso citando nada menos una frase de Chuchilla “La corrupción es uno de los principales enemigos de la democracia". La ha pronunciado y se ha quedado  tan pancha, es más se le ha llenado la boca de hablar de democracia, trasparencia, ética, como si el tema no fuera con ella. Borràs para redondear su genial intervención,  que  se podría catalogar de ha seguido espichando: “En las democracias viciadas con tics autoritarios a veces la corrupción puede dejar de ser un problema que hay que eliminar para convertirse de forma perversa en un arma para combatir la disidencia política", ha asegurado. "El 'lawfare' también es una estrategia de represión y consigue el objetivo de ensuciar con la corrosiva mancha de la corrupción a los adversarios políticos". 

Toda una afirmación de una política que no asume las consecuencias de sus acciones y encima da lecciones de ética, trasparencia y de demócrata de pacotilla, que no cuela ya por mucha vuelta que le dé. Su actitud está socavando el prestigio y credibilidad del Parlament de Catalunya que hace ya unos cuantos años viene perdiendo por el comportamiento de sus sucesivas presidentas.

Laura Borràs ha intentado por todos los medios que el Parlament anule el artículo 25.4 del reglamento que prevé suspender a un diputado cuando se le abre juicio oral por corrupción porque vulnera el derecho fundamental a la presunción de inocencia y vería una aberración que se aplicara. Ahí no le han seguido ni ERC, ni los partidos que dan soporte al gobierno catalán, ni la oposición.

Borràs se aferra al cargo, pese a que los republicanos le han pedido que se vaya, es más han declarado que si fuera de ERC ya la hubieran apartado. Mientras su partido, que está dividido, no se atreve en decirle que se vaya  dado que ella es la presidenta. Una situación que vuelve a poner en crisis al gobierno catalán.

Más tarde o más temprano -más temprano, creemos- Borràs tendrá que recoger sus cosas y marcharse a su casa, aunque no le guste, porque los reglamentos, la justicia y la ética están para asumirlos. No hacerlo tiene consecuencias, le guste no a Laura Borràs.