La Cumbre Hispano-Francesa, un éxito pese a la comedia de unos cuantos

Carmen P. Flores

El presidente de Francia, Emmanuel Macron (i) y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), posan tras la firma de un Tratado de Amistad entre sus respectivos países, durante la XXVII Cumbre Hispano-Francesa
El presidente de Francia, Emmanuel Macron (i) y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), posan tras la firma de un Tratado de Amistad entre sus respectivos países, durante la XXVII Cumbre Hispano-Francesa

 

Dicen que todo llega y también pasa. Eso es lo que ha ocurrido este jueves en Barcelona: se celebró la Cumbre Hispano-Francesa, los independentistas “espontáneos”  se manifestaron, Junqueras abandonó la protesta tras ser llamado traidor y botifler, el presidente de la Generalitat saludó a Sánchez y Macron y se fue. Las entidades organizadoras de la protesta - en la que nunca cuadran las cifras de participantes- están satisfechas -pese a los autocares que tuvieron que traer de otras zona de Catalunya- porque han tenido unos minutos de gloria y el espectáculo ha terminado como una gran comedia de los muchos y buenos autores que tiene España.


Como suele decir, mañana será otro día y algunos intentarán alargar la presencia mediática y sacar rédito electoral aunque sea machacando a los  primos, que no hermanos, republicanos. Si algo ha quedado patente es la división del independentista. En Junts, su gurú Puigdemont ha vuelto a decir la suya, como estaba previsto. Sabe hacerlo muy bien. Hay cosas que no cambian nunca porque el “hombre” es el animal que tropieza mil veces en la misma piedra y aunque pasen miles de años seguirá siendo así. Decía el periodista y escritor Enrique Jardiel Poncela que “los hombres sólo se unen con sinceridad socialmente cuando se trata de reventar a un tercero”.


Si los manifestantes pensaban que iban a intimidar al presidente de Francia, estaban apañados, El galo ha dejado su país con una gran manifestación y desde hace ya demasiado tiempo cuenta en sus calles con manifestaciones cada dos por tres, y no son de 6.500 y 20.000 personas, sino de cifras mucho mayores. Así que esta de Barcelona era pan comido. Lo mismo le ocurre a Pedro Sánchez, que le ha molestado el recibimiento, pero también venía convencido de lo que le esperaba. Pese a todo, no han conseguido amargarles el día.  


Los resultados de la cumbre se irán viendo poco a poco. El acto de este jueves significa un paso muy importante hacia la normalidad de la colaboración entre los dos países, pero desde una perspectiva de iguales, no de sumisión. Hay demasiados temas pendientes como para no llegar a acuerdos. El presidente español ha querido tener un gesto con Catalunya que los mal pensados lo interpretan como una provocación.  
El papelón que le ha tocado hacer al Presidente Aragonés ha sido de los que hacen historia. Saluda a los dos presidentes, conversación de unos minutos con los dos, por separado, y se marcha antes de escuchar los respectivos himnos. La justificación que ha dado es la presencia del Ejército español en Catalunya_ ¿Se olvida de los trabajos que estos soldados han realizado en Catalunya con el covid o los incendios? Y ha vuelto otra vez con que el “conflicto político no ha terminado”


Mientras, Junqueras sufría en carnes propias los gritos e insultos que en su día sufrió el entonces presidente Montilla. Injustos los dos por diferentes motivos. Puigdemont huye escondido en un maletero para no ser detenido. Junqueras asumió las consecuencias de sus acciones, se quedó en Catalunya, estuvo en la cárcel, fue juzgado, indultado y ahora está en la calle, pero ha sido  consecuente. Es injusto que encima le llamen traidor.


Escribía Unamuno que “no hay tiranía en el mundo más odiosa que la de las ideas. Las ideas traen ideofobia, y la consecuencia es que las personas comienzan a perseguir a sus vecinos en nombre de las ideas. Detesto y detesto todas las etiquetas, y la única etiqueta que ahora podría tolerar sería la de idealista o rompedor de ideas”. Pues eso.

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