Las mujeres dicen basta: ni un paso atrás, ni más asesinatos

Carmen P. Flores

Las mujeres que trabajan en casa no tienen horario, ni cobran un sueldo, ni cuando cumplan los 65 años percibirán una pensión con la que sentirse libres para seguir viviendo con su pareja o marcharse porque no lo aguanta
Sentada de alumnas de la Universidad de Santiago con carteles de mensajes feministas, contra un estudiante que tiene varias denuncias de acoso en las inmediaciones de la Facultad de Ciencias Política
Sentada de alumnas de la Universidad de Santiago con carteles de mensajes feministas, contra un estudiante que tiene varias denuncias de acoso en las inmediaciones de la Facultad de Ciencias Política

 

Otro año más llegamos al 8M, una fecha en la que se celebra el Día Internacional de las Mujeres, antes con el nombre de “Dia Internacional de la mujer Trabajadora”, que han cambiado no sé por qué. Me gustaba más este último.

 

Todas las mujeres somos trabajadoras tanto si lo hacen en un empleo fuera de casa, como las que han decidido trabajar dentro del hogar. Estas últimas no tienen horario, ni cobran un sueldo, ni cuando cumplan los 65 años percibirán una pensión con la que sentirse libres para seguir viviendo con su pareja o marcharse porque no lo aguanta, debido a los malos tratos que suelen recibir bastante de ellas. Son demasiadas las mujeres que continúan conviviendo con sus maridos porque no reciben una pensión que pueda cubrir sus necesidades.


Que las mujeres han conseguido reducir la brecha con los hombres en el trabajo: sueldos, ocupar puestos directivos es una verdad a medias. Lo han hecho porque el mundo evoluciona, porque las mujeres han ido reivindicándolo, luchando y no se han rendido hasta ahora -y seguirá así- porque es un elemento muy importante para que esto ocurra.

 

Que la mayoría de los  hombres han ido asumiendo que la realidad ha cambiado que deben adaptarse a los nuevos tiempos, también. De todas maneras, no hay que tirar cohetes porque aún queda mucho camino por recorrer. La realidad es la mejor muestra que es así. Los datos demuestran que las cosas van más lentas de lo que se querría.


El camino que ha marcado la lucha feminista es la de sin prisa- no todos los que ostenta el poder quieren-, pero sin pausa. Es el camino de la tortuga, aunque nos gustaría que fuera como el de la gacela. Somos demasiadas las mujeres reclamando la igual de derechos, que se van cumpliendo lentamente.

 

Las mujeres son mayoría en muchos sectores:  sector servicios, limpieza, servicio doméstico, la universidad, enfermería, educación, hostelería, las mujeres son las grandes cuidadoras de los hijos, las personas mayores o cuando los hijos o cualquier familiar necesita de cuidados.

 

Son las mujeres las que cumplen con este trabajo, no es cosa de hombres, aunque haya quien lo haga, aunque son una minoría. La adjudicación de determinadas tareas a las mujeres, es una cosa que se da por hecho, en pleno siglo XXI. Algo que debería cambiar, Quizás aquí la culpa es nuestra al no poner límite. No se hace y la situación se da por asumida porque sí, o porque no se quiere estar permanentemente discutiendo.


Los trabajos no tienen nombre de mujer. El trabajo, las dedicaciones, son tareas de todos, independientemente del sexo, es de sentido común, de respeto y porque no de tolerancia.

 

Se debe cambiar la mentalidad sobre los derechos de todos, así como  las obligaciones que casi siempre recaen en las mismas. Es una distribución injusta y arbitraria.  Esto debe cambiar, es una lucha de siglos a los que nunca hay que renunciar.

 

Lo que no ha cambiado, es más sigue empeorando son los derechos que algunos hombres creen tener sobre sus parejas, a las que consideran de su propiedad, si, aun en el siglo XXI.

 

Por ello los asesinatos machistas van creciendo, sin que se esté poniendo los suficientes recursos para acabar con la lastra. La famosa frase “si no eres mía no serás para otro”, sigue vigente, no es fruto de la España profunda, también se da en las ciudades, en los pueblos, en cualquier lugar. Situaciones que hay que evitar más pronto que tarde.


No solo es el deber de los gobernantes. Aquí se tiene que implicar desde las propias familias educando y dando ejemplo hasta en los centros educativos que desde abajo han de enseñar la igual de derechos y deberes que tienen todos y todas. La igualdad hay que explicarla, pero sobre todo, hay que practicarla. Queda mucho terreno por recorrer, pero hay que seguir haciéndolo.

 

Una sociedad no puede permitir que las mujeres sigan muriendo a manos de los hombres que se creen sus propietarios. La esclavitud hace tiempo que fue abolida.

 

La lucha conjunta continua y aunque sea un tópico, ni un paso atrás, ni una concesión más, ni un asesinato más.

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