​Quim Torra, Pere Aragonés y sus reuniones cordiales

Carmen P. Flores

Todos los primeros indicios ponen en alerta de lo que puede suceder este 2020. Nada bueno dicen unos. Otros piensan que será muy complicado, como si estos últimos años no lo hubieran sido... Quizás por eso Puigdemont ha querido animar al personal y ha grabado un vídeo donde sale cantando y se acompaña de su querida guitarra. Una canción con una letra que más parece una aspiración que una posible realidad.


Mientras Puigdemont toca la guitarra -dicen que “el que canta sus males espantan”- el presidente Torra se reunía este jueves con su socio de gobierno y vicepresidente, Aragonés, para expresarle que "no tiene el visto bueno del Govern ni lo asume como tal". Y según él "no se puede negociar nada con el Gobierno español al margen de los acuerdos del Govern"... Torra no quiere tener en cuenta que es un acuerdo entre partidos que facilita la investidura de Pedro Sánchez y no una negociación entre “gobiernos”. Se olvida de que JxCAT desde un principio manifestó que ni votaría a favor ni se iba a abstener en las votaciones que se inician estos días. Con lo cual, le dejaba el camino libre a los republicanos para llegar a acuerdos con el PSOE. Otra cosa es si los acuerdos benefician solo a una parte, ERC, o a las dos partes. Eso está todavía por ver. Los acuerdos siguen todavía escondidos y se irán conociendo con cuentagotas.


La rabieta de Torra, que le ha encontrado el gusto a su cargo, es de las que hacen época. Piensa que lo han apartado de las negociaciones, que no tiene ningún protagonismo, sigue cuestionado hasta por su propio partido y además, por si fuera poco, la justicia puede inhabilitarlo en los próximos días. Si eso es así, el protagonismo lo va a tener en este campo, no en el político, ni en el de gobierno que es donde le gustaría.


Las relaciones y los criterios de gobierno entre Torra y ERC hace ya tiempo que van por vías distintas. Los republicanos disponen de su propia hoja de ruta, que nada tiene que ver con Torra y JxCAT, lo que ha venido propiciando graves desavenencias, algunas de las cuales -no todas- han sido públicas. Torra no tiene una visión global del país, más bien lo consideran un activista social que un presidente de todos los ciudadanos de Catalunya, lo que contribuye a deteriorar la imagen de la institución.


Mientras ERC se consolida como partido que puede llegar a gobernar, los posconvergentes -que han dejado la centralidad y se acercan a las tesis de la CUP- están inmersos en su estrategia de ser absorbidos por la nueva figura de la canción protesta, Carles Puigdemont, que espera su momento para echarse sobre los republicanos y arrebatarles unos votos que le permita mejorar sus resultados electorales. Es una batalla muy dura la que tienen los dos partidos que gobiernan; Torra teme que en un avance electoral, ERC puede que no cuenten con ellos para la formación de un nuevo gobierno, eso lo saben y no están dispuestos a dejarles el terreno libre. La batalla será hasta el final, aunque todos traten de dar la impresión de que las relaciones son buenas.


La reunión de Torra y Aragonés, pese a la cordialidad que afirman los dos protagonistas que la ha existido, refleja la realidad: que cada vez las relaciones entre los dos partidos que gobiernan son más distantes.

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