​¿A cuántos amigos más enviará Pedro Sánchez al ultimo circulo de Dante?

Carmen P. Flores

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su visita a Lituania



La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente”. Esta afirmación corresponde a Maquiavelo, maestro de maestros sobre la política, la condición de los políticos que proporciona una explicación muy clara a su noción del hombre, el poder y la moral. El como nadie conoce a los políticos a lo que, entre otras cosas, los enmarca en la lucha permanente por el poder. Solía afirmar el creador del Principito que la política no tiene relación con la moral.


La revolución perpetrada por el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, este fin de semana, tiene tintes maquiavélicos por algunas de sus incomprensibles decisiones de quitarse de encima, sin que le haya temblado la mano, ni la voz a determinadas personas que han sido sus grandes valedores en su carrera hacia la dirección del PSOE y también de la presidencia del gobierno. 


La fulminación de Jose Luís Ábalos al frente del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana ha sido una de las sorpresas más grandes  en estos cambios. Hay que recordar que Ábalos ha sido uno de sus escuderos más fieles y a tiempo completo tanto en el gobierno como en el partido al ser también responsable de organización. Juntos han pasado los peores momentos del hasta ahora presidente del Gobierno. Hay quien dice que ha sido en muchas ocasiones su paño de lagrimas y la persona que en el gobierno le ha tocado llevar a cabo algunas decisiones con las que no estaba de acuerdo pero por lealtad las ha hecho y encima se ha tragado "el marrón solito" y todos conocemos algunos.


No hace tanto tiempo Ábalos le decía a un compañero valenciano “Mira, a la política no se viene a hacer amigos, a la política se viene a hacer política”. Una frase que le habrá venido a la memoria estos días tan amargos y en los que ha sabido que su frase no es teórica.


Pero el cese como ministro le ha arrastrado a “renunciar” a la Secretaria de Organización cuando faltan tres meses para la celebración del Congreso Federal en el que se perpetrará la segunda parte de la "revolución sanchita". Eso va a suponer que en estas vacaciones las "intrigas veraniega"s van a estar a la orden del día, porque no habrá descanso para algunos. Afirmaba el escritor inglés Benjamin Disraeli que “ No hay acto de traición o de mezquindad de la que un partido político no es capaz, porque en política no hay honor”.


Las relaciones personales y políticas, se dan con mucha frecuencia y en demasiadas ocasiones la segunda se carga a la primera por una traición interesada para el que las perpetra. En el mundo de la política, la lealtad es difícil encontrarla porque lo que impera es la traición. Parece que esta se ha vuelto una moneda corriente ha hecho que muchas personas pierdan la confianza en la clase política. No hay que olvidar que estamos viviendo en una sociedad donde los valores y la ética, fundamento de una sociedad, no están de moda, es algo del pasado y evita trepar a cargos.


La palabra parece que ha sido desterrada al baúl de los recuerdos, ha perdido el valor, porque muchos no suelen cumplirla. En otros tiempos no tan lejanos, cuando se llegaba a un acuerdo, cuando se prometía algo, no hacía falta rubricarlo en un papel, la palabra era ley. Hoy, ni lo que está escrito se suele cumplir. Se han banalizado demasiadas cosas, entre ellas la traición, que afecta a las bases de la sociedad democrática.


La destitución de Ábalos ha sido un apuñalamiento por la espalda, y un aviso para navegantes, algo así como la famosa frases de Alfonso Guerra “el que se mueva no sale en la foto” y eso representa una sentencia que no ha cambiado por mucha “evolución” socialista. Quizás por ello, la soledad de Ábalos ha sido su mejor compañera en su despedida, suele pasar: cuando se tiene poder sombran los amigos, cuando se pierde, los amigos desaparecen.


Pedro Sánchez está dejando demasiados cadáveres por el camino, algunos de los cuales pueden resucitar, como Lázaro. Posiblemente el presidente Sánchez aplica constantemente la frase de Maquiavelo “Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla".


Al final ¿cuantos “amigos ” más enviará Pedro Sánchez al último circulo del infierno de Dante?. A todos los que pueda sacrificar para mantener en el poder.

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