Puigdemont, Ahmed Galai y la venta de una moto

Carles Puigdemont y Ahmed Galai | Foto: Twitter Carles Puigdemont.

Dicen que la mentira tiene las piernas cortas y lo debería saber el presidente Puigdemont o los asesores que le rodean, que no son pocos.

Hace pocas fechas, Puigdemont sacaba pecho cuando presentaba, en rueda de prensa, al "Premio Nobel de la Paz", el tunecino Ahmed Galai, que manifestaba su apoyo a la celebración del referéndum en Catalunya. Qué éxito de la diplomacia catalana. Los medios de comunicación, sobre todo los del régimen, no dejaban de hablar del Premio Nobel. Era una ocasión de "oro" para la propaganda separatista. Todo un logro del "equipo A", un personaje más a añadir a la lista de adhesiones mundiales al proceso. El momento histórico era para celebrarlo con cava.

Pero no iban a desaprovechar cualquier situación para pasear de nuevo al "santo". Para ellos, qué mejor excusa que la manifestación de la Diada para mostrar otra vez a Ahmed Galai, el supuesto Premio Nobel de la Paz.

Ahmed Galai, individualmente, no ha sido "agraciado con tan importante galardón". La historia es otra bien distinta. En el año 2015, la Academia sueca reconocía la labor realizada por UGTT, junto a la Liga Tunecina de los Derechos Humanos (entidad socia de ACPP) y otras dos organizaciones que componían el 'Cuarteto de Diálogo Nacional de Túnez'. Premiaban a los cuatro por sus aportaciones y apoyo a la transición democrática en Túnez y por su contribución al diálogo nacional. En ese año, el presidente de la Liga Tunecina de los Derechos Humanos era Abdelsatar Ben Musa y el supuesto premiado, Ahmed Galai, pertenecía a la junta, nada más. ¿Por qué lo presentan como Premio Nobel cuando solo era uno más de la Liga? ¿Por qué mienten? ¿Le han pagado para que venga dos veces a Barcelona? ¿Quiénes han abonado su caché?

Curiosamente, hace unos días, el investigador de la Universidad de Harvard, Moulay Hicham, primo hermano del Rey Mohamed VI de Marruecos, de ideología bien distinta al monarca y conocido con el sobrenombre del 'príncipe rojo', vivió en Túnez lo que él llamó "una desagradable aventura". Acababa de llegar al país para dar, el domingo 10 de septiembre, una conferencia en un seminario en el que se iba a hablar sobre la democracia y el mundo árabe. La organización del prometedor seminario corría a cargo de la Universidad de Stamford. Él iba a hablar de Marruecos, tema muy interesante. No tuvo tiempo ni de tumbarse al lado de la piscina del hotel porque varios policías de paisano le invitaron a acompañarles a la comisaría. De allí, sin derecho a protestar lo llevaron al aeropuerto, lo metieron en un avión y lo facturaron a Francia, es decir, lo expulsaron sin más derechos que el de sorprenderse. Precisamente en el país galo se encontraba su primo Mohamed, en un hermoso castillo recuperándose de una operación en  un ojo. Por supuesto, no se vieron. ¿Tuvo  el monarca algo que ver en la expulsión? ¿ A quién obedecía el gobierno tunecino?

"Es un golpe duro para la democracia tunecina", se quejaba a los medios de comunicación el profesor Houssem Aoudi, uno de los organizadores de la conferencia en la que debía participar el príncipe Moulay Hicham.

Es curioso que, en esta situación de falta de derechos y atropello a la libertad de expresión, el supuesto Premio Nobel de la Paz, Ahmed Galai, no abriera la boca para denunciar el atropello del que había sido objeto el profesor Moulay Hicham. ¿Por qué? Seguramente, como se suele interpretar, los silencios son cómplices. ¿Democracia, libertad de expresión? Que mire y denuncie públicamente lo acontecido en su país, Túnez.

Presidente Puigdemont, le recuerdo que vender motos no es propio de un presidente de Catalunya, no lo olvide.