¿Somos hijos de esclavos bereberes? Estudio revela mucho más ADN africano en Galicia que en España
Un ambicioso estudio genético de la Universidade de Santiago de Compostela confirmó este otoño que Galicia no fue un rincón aislado en la antiguedad, sino un territorio conectado con el Mediterráneo mucho antes de la llegada de los musulmanes, recibiendo un goteo constante de poblaciones que dejaron una marca indeleble. Tenemos un 15% de ADN del Norte de África y del Mediterráneo Oriental, bastante más que la media española. ¿De dónde proviene si, en teoría, el impacto de la conquista musulmana del 711 fue mucho menor en el noreste?
La idea de Galicia como un finisterre remoto, un bastión celta aislado del resto del mundo por montañas y un océano temible, acaba de ser desmontada, una vez más, por la ciencia. Un reciente y exhaustivo estudio genético ha revelado una "sorpresa histórica" en el genoma de la población gallega: cerca de un 15% de su perfil genético actual tiene raíces en el norte de África y Oriente Medio. Este porcentaje, significativamente más alto que el encontrado en otras regiones de la península ibérica, reescribe la historia demográfica de la comunidad y la sitúa como un punto de encuentro dinámico en la antigüedad.
El proyecto ha sido un esfuerzo colaborativo entre investigadores de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), el Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS) y el Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS). Los grupos de investigación 'GenPoB' y 'GenViP', bajo la coordinación de los profesores Antonio Salas Ellacuriaga y Federico Martinón Torres, han logrado componer el retrato genético más preciso de la población gallega hasta la fecha. Para ello, se analizaron 1.100 genomas completos, una muestra robusta que incluyó a 91 gallegos con todos sus abuelos nacidos en Galicia, comparados con más de un millar de referencias de otras partes de España, Europa, el norte de África y Oriente Medio.
Los resultados son claros: mientras la media de esta ascendencia en España se sitúa en un 8,25% y en el País Vasco cae a un rango de entre el 5% y el 8%, los gallegos presentan una media del 14,8%. Este hallazgo, según explican los directores del estudio, no solo redefine la narrativa tradicional, sino que "reabre el debate sobre la intensidad y el alcance de las conexiones transmediterráneas que ya existían" mucho antes de lo que se pensaba. Galicia, lejos de ser un rincón periférico, se revela "como una tierra abierta al intercambio y la movilidad durante siglos".
Una huella anterior a la conquista musulmana
La pregunta clave que plantea el estudio no es solo el qué, sino el cuándo. El equipo investigador sitúa el grueso de esta mezcla genética en un período muy concreto: entre los años 620 y 670 después de Cristo. Esta datación es crucial, ya que coloca el principal evento de mestizaje décadas antes de la expansión musulmana por la península, que comenzó en el año 711. Por lo tanto, esta notable influencia genética no puede atribuirse, o al menos no principalmente, a la breve ocupación islámica de la Gallaecia.
La hipótesis que manejan los científicos de la USC es la de un "goteo genético" continuo y prolongado en el tiempo. Este flujo de poblaciones norteafricanas y orientales habría comenzado ya en tiempos del Imperio Romano, cuando la antigua Gallaecia mantenía fluidos contactos marítimos y comerciales con todo el Mediterráneo. Esta conexión no se habría interrumpido, sino que habría continuado durante los períodos suevo y visigodo, previos a la llegada de Tariq y Muza.
El análisis genético ofrece más pistas. La variabilidad africana es ligeramente mayor en el sur y sureste de Galicia, lo que sugiere que esta zona pudo haber sido la principal puerta de entrada de estas migraciones, ya fuera por vía terrestre desde el sur de la península o directamente por mar, atracando en los puertos del sur gallego.
Un legado transmitido por hombres
Otro de los hallazgos más reveladores del estudio es el claro sesgo de sexo en esta transmisión genética. El análisis demuestra que esta herencia se transmitió de forma abrumadoramente masculina. Hasta un 21% de los linajes paternos actuales en Galicia (analizados a través del cromosoma Y) tienen orígenes norteafricanos, vinculados especialmente a poblaciones bereberes como los mozabíes de Argelia. En contraste, el ADN mitocondrial, que se hereda por vía materna, apenas muestra un 1% de este origen.
Este patrón, sugiere migraciones que no fueron de familias completas, sino de grupos de hombres. Las causas podrían estar asociadas a intercambios comerciales, actividades militares o, de forma muy significativa, a la trata de esclavos. Existen evidencias históricas, como el testamento del obispo Fructuoso de Dumio en el año 655, que documentan la presencia de cientos de esclavos de diversos orígenes, incluyendo África, en la Galicia visigoda, trabajando para las élites laicas y eclesiásticas.
Además de esta sorprendente conexión mediterránea, el proyecto desvela un patrón de homogeneidad genética en Galicia. A diferencia de otras zonas de la península donde las montañas crearon barreras, en Galicia un gallego de Lugo es genéticamente muy similar a uno de Pontevedra. Los investigadores atribuyen esto a una geografía que "favoreció la mezcla", sin grandes obstáculos internos y con una fuerte tradición de movilidad marítima que conectaba a la población. "El resultado es una estructura genética uniforme, donde la endogamia o el aislamiento tienen un impacto mucho menor de lo que se creía", sentencia Salas.
Aunque la datación del estudio de la USC apunta al período 620-670, la metodología de estos análisis genéticos ofrece fechas promedio que pueden simplificar procesos históricos complejos. Los algoritmos utilizados, como Alder o FastGlobetrotter, calculan un pico estadístico de mestizaje, lo que no descarta mezclas anteriores o posteriores. Es decir, la fecha de 670 podría ser la media de un goteo constante que empezó en época romana y que, quizás, se intensificó en el período visigodo.
Hay que tener en cuenta ciertas limitaciones metodológicas, como el tamaño de las muestras de referencia norteafricanas o la suposición de la duración media de una generación humana (fijada en 26,1 años), cuya ligera variación podría desplazar las fechas.
Sin embargo, incluso con estas cautelas, los datos apuntan a una fuerte presencia preislámica. El análisis del ADN del obispo Teodomiro de Iria Flavia, descubridor de la tumba del Apóstol Santiago, ya revelaba en el siglo VIII un 15% de ascendencia norteafricana, indicando que este rastro era anterior a su nacimiento.
Otras interpretaciones, sugieren no minimizar el impacto de la conquista islámica del 714. Aunque la historiografía oficial la considera "débil y breve", esta invasión explicaría muy fácilmente la fuerte predominancia masculina en la transmisión genética, algo común en las conquistas militares. En concreto, dectectaron un claro sesgo masculino: ~21.2 % de los linajes paternos (cromosoma Y) y ~1.1 % en ADN mitocondrial.
Existe incluso una anécdota histórica del siglo IX, recogida en las crónicas, que narra cómo el rey Alfonso II invitó a un grupo de guerreros bereberes rebeldes a asentarse en la Galicia central para defender la frontera. La historia cuenta que los magnates cristianos locales se disputaron el matrimonio con las mujeres de este grupo, lo que refuerza la idea de una integración que sí ocurrió en los primeros siglos.
El fin de la "pureza" celta
Entonces, ¿por qué Galicia tiene más huella que Andalucía o Valencia, que estuvieron siglos bajo dominio islámico? La respuesta puede estar, paradójicamente, en la Reconquista. La mezcla en Galicia es muy anterior al año 900 y se integró en la población sin las tensiones religiosas posteriores. En el sur y levante, la larga ocupación y la posterior expulsión de los moriscos supusieron un "brutal proceso de limpieza étnica" que borró gran parte de esa huella genética, algo que en Galicia, al haberse integrado siglos antes, no sucedió.
Lo que sí es un hecho indiscutible es que el mestizaje se produjo y fue significativo. Este estudio genético no solo confirma la conexión gallega con el Mediterráneo, sino que obliga a replantear el relato de la identidad gallega, demostrando que el tópico del "celtismo" aislado es solo una parte de una historia mucho más compleja, rica y conectada de lo que imaginábamos.
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