Galicia entra en la carrera de los chips fotónicos con el impulso a la fábrica viguesa de Sparc
Con una inversión millonaria y respaldo público y privado, Sparc avanza en su plan para producir semiconductores fotónicos desde Galicia. Una tecnología clave para la próxima generación de comunicaciones, sensores y vehículos autónomos, que promete posicionar a Vigo como un centro estratégico europeo.
La futura planta de producción de Sparc en Vigo ha recibido hoy una fuerte inyección económica que garantiza su construcción y puesta en marcha. La empresa, con sede en el Parque Tecnológico de Valladares, cuenta con el apoyo de inversores institucionales como la la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT) y, según se ha conocido este martes, Indra. La principal empresa de defensa de España ha aportado más de 17 millones de euros, consolidando el proyecto como una de las apuestas del plan europeo para reforzar la autonomía tecnológica en materia de microchips.
La compañía también ha sido beneficiaria de ayudas públicas a través de programas nacionales como el PERTE Chip, que refuerzan el plan industrial con la creación de una sala blanca —espacio libre de partículas para producir dispositivos electrónicos de alta precisión— y un centro de investigación especializado. A estas inversiones se suman fondos europeos y gallegos, lo que eleva el respaldo financiero total a más de 30 millones de euros.
Sparc fabricará semiconductores fotónicos, una tecnología que usa la luz (en lugar de la electricidad) para transmitir información dentro de los chips. Estos dispositivos permiten velocidades mucho más altas, menor consumo de energía y una transmisión de datos más eficiente. Son especialmente útiles en sectores como las telecomunicaciones, los centros de datos, los sistemas cuánticos, la automoción, la defensa y la biomedicina.
La empresa trabajará con materiales como el arseniuro de galio, el fosfuro de indio y el nitruro de galio, compuestos fundamentales para aplicaciones donde el silicio convencional no es suficiente. Por ejemplo, permiten construir sensores ultrasensibles, radares avanzados, componentes para redes 5G o dispositivos ópticos usados en diagnósticos médicos.
Este tipo de chips no se producen actualmente en grandes cantidades en Europa, por lo que Sparc cubrirá un vacío estratégico. Su planta podrá producir unas 1.500 obleas al año, con decenas de miles de chips por cada una, y espera ser una de las pocas en el continente con capacidad para trabajar con estos tres materiales.
Desde su creación en 2022, Sparc ha construido un consorcio con entidades públicas y privadas. A través de acuerdos con la Universidad de Vigo, se está formando una cátedra dedicada a la fotónica y se prepara la capacitación del personal técnico e investigador necesario para la planta. Además, la Zona Franca de Vigo ha cedido el terreno y gestionado los primeros pasos administrativos y logísticos para su construcción.
La nave, de más de 4.000 metros cuadrados, ya ha comenzado a edificarse y se prevé que esté operativa en 2026. Para entonces, Vigo se convertirá en un polo tecnológico con capacidad para atraer nuevas empresas y generar empleo especializado. El proyecto espera crear varios cientos de puestos de trabajo directos y muchos más indirectos, relacionados con servicios, mantenimiento, logística y formación.
El CEO y fundador, Francisco Díaz-Otero, prevé que la planta –ubicada en el Parque Tecnológico de Valladares– produzca su primer arseniuro de galio en 2025 y amplíe a fosfuro de indio en etapas posteriores. La compañía ha informado que espera estar plenamente operativa en la primera mitad de 2026.
¿Qué son los chips fotónicos?
Los chips fotónicos, también conocidos como circuitos fotónicos integrados (PIC), son una tecnología revolucionaria que utiliza la luz (fotones) en lugar de electrones para procesar y transmitir información. A diferencia de los chips electrónicos tradicionales, que dependen de señales eléctricas, estos dispositivos emplean componentes ópticos como láseres, moduladores y guías de ondas para lograr un rendimiento superior.
Entre sus principales ventajas destacan su velocidad, que puede ser hasta 300 veces mayor que la de los chips convencionales, un consumo energético más bajo debido a la menor generación de calor, y una mayor resistencia a las interferencias electromagnéticas. Estas características los hacen ideales para aplicaciones avanzadas como inteligencia artificial, telecomunicaciones y computación cuántica.
La fabricación de estos chips combina técnicas de la microelectrónica con materiales especializados, como arseniuro de galio (GaAs), fosfuro de indio (InP) y nitruro de galio (GaN), que son clave para el desarrollo de componentes activos como láseres y detectores. También se utiliza silicio sobre sílice (SoS) por su bajo costo y facilidad de integración. El proceso de producción se realiza en salas blancas, entornos altamente controlados para evitar contaminación.
En el mercado internacional, los chips fotónicos ya superan los 4.000 millones de euros, con un crecimiento acelerado por la demanda en telecomunicaciones, centros de datos y automoción. Asia domina actualmente la fabricación, pero Europa y Estados Unidos están impulsando proyectos para reducir esa dependencia. Por ejemplo, España ha lanzado el PERTE Chip, mientras que en EE. UU. el consorcio AIM Photonics fomenta la colaboración entre empresas, universidades y el gobierno.
Las aplicaciones de estos chips son diversas y transformadoras. En telecomunicaciones, mejoran el rendimiento de las redes 5G y los centros de datos. En computación cuántica, permiten operaciones a temperatura ambiente, reduciendo costes. En automoción, son esenciales para sistemas LIDAR en vehículos autónomos, y en defensa se usan en radares avanzados. Además, tienen aplicaciones biomédicas, como biosensores de alta precisión.
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