Izal vino al Caudal Fest con magia y efectos especiales; Estopa sin pastillas de freno y partiendo la pana
La banda madrileña y los hermanos Muñoz fueron las dos principales atracciones de la jornada de apertura del Caudal Fest.
La banda madrileña y los hermanos Muñoz fueron las dos principales atracciones de la jornada de apertura del Caudal Fest.
En su tercera edición, el festival lucense recuperó el ambiente festivo que lo caracteriza, después de un último año en el que hubo que disfrutar de las actuaciones sentados.
Despuntan los últimos rayos del sol estivales que significan el final del verano. El bañador y las sandalias pronto pasarán al fondo del armario para ser sustituidas por los abrigos y bufandas propios de cuando caen las hojas. Un verano en el que hemos recuperado los bailes, los pogos, las fiestas… Hay que despedirlo como se merece, con una gran fiesta. Y eso es lo que está pasando en Lugo este fin de semana, con un Caudal Fest rebosante de música, alegría y gente. Mucha gente, lista y dispuesta para poner el broche de oro a una estación que se despide hasta la próxima y lo hace en la mejor compañía con la última gran fiesta del verano.
Esta semana la noticia en la ciudad amurallada giraba en torno a los carteles de “Completo” que habían colgado algunos establecimientos hoteleros. No exageraban, porque lo que ayer se reunió en junto al Pazo de Feiras e Cogresos de Lugo dejaba a las claras el éxito de este festival que, en solo tres años y con una pandemia de por medio, se ha convertido en una fecha señalada en el calendario de todos los festivaleros.
Abrieron las puertas temprano, en torno a las 16:45 horas para ver a Infrarroja o Los Flamingos. Veníamos de una edición en la que el público tuvo que aguantar las ganas de bailar y perrear con Bad Gyal o Nathy Peluso, por lo que el viernes estaba permitido y recomendado el descontrol desde primera hora. La cosa se fue animando con León Benavente, una de las bandas más aclamadas en estos momentos en todo el panorama nacional, y con Judeline, teloneros de uno de los platos fuertes de la jornada: Izal.
ATASCOS Y COLAS
La banda madrileña se despide de Galicia en su gira despedida y lo hace a orillas del Miño. La hora, el atardecer, era ideal para el concierto…pero un viernes, con las clases empezadas y con muchos saliendo del trabajo a esa hora, el recinto colapsó. Colas y colas kilométricas, desde la puerta de las taquillas hasta prácticamente la entrada del Carrefour. Una hilera que crecía a cada poco y que la organización, aunque preveía, no pudo gestionar con toda la agilidad que demandaban los asistentes. “Con suerte llegamos para ver a Robe”, comentaban, resignados, algunos fans en la fila.
Y claro, nada más entrar, más colas, tanto para recargar las pulseras como para comprar de beber o comer. No había muchas barras, por lo que pronto se vieron sobrepasados los pobres camareros que atendían a todos los que querían una cerveza fresquita para bajar tanta espera. Los precios, como viene siendo la tónica general en los festivales gallegos, eso es harina de otro costal y que merece una reflexión más profunda más allá de unas líneas en un párrafo suelto.
QUÉ BIEN QUE VINO IZAL
Quién sabe si por cuestiones ajenas al público o por deferencia a los asistentes, pero Izal no salió a escena en la hora acordada. El inicio de la actuación se retrasó un poco, hasta que se logró descongestionar parcialmente la entrada del gentío. Y una vez la banda comenzó a tocar, surgió la magia. Los fuegos artificiales corrieron a cuenta de una banda que después de una década de música, cinco discos e innumerables actuaciones echa el telón con una gira de despedida que está resultado todo un acontecimiento.
Izal pisaba Galicia, uno de sus territorios fetiche, para agradecer el amor entregado todos estos años. Un amor que el público devolvió cantando de la primera a la última letra en temas como ‘Copacabana’, ‘Pequeña gran revolución’ -dedicada a los papás y mamás, y en especial a la última incorporación de la banda- o ‘He vuelto’, todas apoyadas por un gran soporte visual.
Mikel arengó al público, haciendo una mención especial al resto de bandas que componen el cartelón del Caudal o a los acompañantes, esos que van a ver a una banda no porque les guste, sino porque es la ilusión de su pareja, de su padre, de su amiga, de su hijo… Entre letras y bailes llegó en fin de los finales, una traca final que arrancó con un baile, siguió con algo de pausa y concluyó con una de estas de bailar agarrados y decirle a esa persona que tienes al lado “qué bien”, momento que la banda aprovechó para bajar al barro y cantar entre el público.
Como colofón, un gran y sonoro aplauso a todas las mujeres de verde, a los hombres con bata, a las limpiadoras, a los celadores, a las directoras y administrativas, a todos los eslabones que componen nuestra sanidad pública y que con sus superpoderes nos salvaron -y ahí siguen- en los momentos más crudos de una pandemia en la que ocurrieron más cosas, como enamorarse o seguir viviendo. ‘La mujer de verde’ fue la señal para ponerse el disfraz y despedir a Izal, que no estorba, pero que se despide como el verano.
PARTIR LA PANA
Fue el turno de Cariño, que tenía la difícil papeleta de ser el puente entre dos cabezas de cartel. Cumplieron con crecer y mantuvieron el pabellón alto, si bien es cierto que, como era de esperar, muchos aprovecharon ese paréntesis para el avituallamiento, lo que provocó, como no, más colas.
Con el retraso que arrastraba el festival por las otras bandas, salieron a escena los hermanos Muños, títulos de crédito mediante. Una banda tan legendaria como Estopa no merece presentaciones, pero son algo más que David y José. Detrás del dúo hay un equipo de profesionales de la percusión, las cuerdas y el instrumento rumbero que le pongan delante que hacen posible un directo único en España. De la primera nota a la última, el Caudal Fest reaccionó a cada acorde de la banda catalana, que no se dejó nada.
Más de dos décadas de carrera y canciones convertidos en himno son el legado de los hermanos Muñoz, que abrazaron Galicia como lo hacen siempre, con una conexión con el público como solo se consigue con mucho respeto y sonrisas. Arrancaron fuerte, como no podía ser de otra forma siendo los abanderados nacionales del buenrollismo. Con ‘Calorro’ arrancaron los motores, con ‘Vino tinto’ comenzó a volar la cerveza de los vasos, con los botes del público, y con ‘Vacaciones’ la algarabía fue absoluta. Algunos de sus temas más recientes, como 'Fuego' o 'Camiseta de Rokanrol', esta con José haciendo de Fito, resultaron una agradable sorpresa para muchos.
Entre medias, ‘La raja de tu falda’, ‘Partiendo la pana’, ‘Pastillas de freno’ -homenaje a todos aquellos que se levantaron ese día a las 6 de la mañana- o…la Rianxeira. Estopa, por casualidad o por conocimiento, entonaron el himno de Rianxo en la noche en la que se celebra la Guadalupe, justo cuando la gente de la localidad barbanzana entonaba las mismas notas a unos 150 km de distancia. Tras una sesión de rumbita catalana, con todos los artistas en fila y a la misma altura, Estopa comenzó a recoger y a comerse la noche cacho a cacho, gramo a gramo, justo antes de romperse la camisa, como Camarón.
A aquellos que todavía guardaban energías en la recámara, les quedaba mucha noche por delante, con Morad como referencia, pero también con los gallegos Terbutalina o Grande Amore, dos directos que bien merecen trasnochar un poquito. Los que no podían con los pies se fueron a descansar, porque la de hoy, con Ilegales, Delaossa y Robe, al que los artistas de ayer dedicaron palabras de elogio y reconocimiento por una vida rebotando por toda la geografía española con Extremoduro, promete ser otra jornada histórica en Lugo. Esto se acaba, pero solo por este año. Queda mucha fiesta, pero ojalá el Caudal y el verano fuesen eternos.
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