¿Están corroídos los bidones nucleares frente a las Costas de Galicia? Francia envía robot submarino

Tras décadas de silencio y opacidad, un equipo científico internacional se embarcará este mes desde Brest rumbo a una inmensa zona del Atlántico frente a Galicia. Allí, a más de 4.000 metros de profundidad, se encuentran miles de barriles con residuos radiactivos vertidos entre 1946 y 1990. El objetivo: localizarlos, evaluarlos y medir su impacto en el ecosistema marino. Una exploración de Greenpeace hace años los encontró en mal estado. 


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Ubicaciu00f3n de los residuos reactivos frente a Galicia en una imagen del CNRS
Ubicaciu00f3n de los residuos reactivos frente a Galicia en una imagen del CNRS

Entre 1946 y 1990, más de 200.000 bidones con residuos radiactivos fueron arrojados al océano Atlántico nordeste por varios países europeos, incluida Francia. Se buscaba una solución “segura” en un contexto sin alternativas terrestres claras. Estos barriles, sellados con cemento o bitumen para limitar filtraciones, descansan en aguas internacionales a más de 4.000 metros de profundidad, a unos 900 kilómetros al noroeste de Galicia.

 

Aunque esta práctica fue prohibida a partir de los años 90, su legado persiste. Hoy, nadie conoce con precisión la ubicación exacta ni el estado de conservación de la mayoría de estos residuos. La Comisión Europea desestimó en 2023 investigar la zona, pese a reconocer la falta de datos sobre estos vertidos, lo que empujó a Francia a liderar una campaña científica sin precedentes a nivel mundial.

 

El proyecto, bautizado como NODSSUM, está coordinado por el CNRS (el equivalente francés al CSIC) e incluye a científicos de Noruega, Alemania, Canadá y España, con la participación del departamento de Geología de la Universitat de Girona. Su epicentro será el buque oceanográfico L’Atalante, que partirá el 15 de junio del puerto francés de Brest.

 

Tecnología punta para iluminar la oscuridad abisal

La expedición cuenta con el apoyo del robot submarino UlyX, un vehículo autónomo capaz de operar hasta los 6.000 metros de profundidad. Equipado con sonar de altísima resolución, cámaras y sensores ambientales, recorrerá durante 26 días una superficie aproximada de 20 km² por inmersión, dentro de un área total que se estima en más de 6.000 km².

 

El robot submarino francu00e9s UlyX
El robot submarino francu00e9s UlyX

 

La primera fase de la misión consistirá en mapear la zona, identificar la presencia de barriles y observar su estado estructural. UlyX sobrevolará los fondos a unos 70 metros y, cuando sea posible, se acercará a unos 10 para obtener imágenes detalladas sin entrar en contacto directo con los residuos, por motivos de seguridad.

 

Además de la inspección visual, se seleccionarán puntos alejados de los bidones para tomar muestras de agua, sedimentos y fauna, con el fin de analizar la posible contaminación radiactiva y su impacto ecológico. Este trabajo será la base para una segunda campaña prevista para 2026, en la que se emplearán vehículos operados remotamente (ROVs) equipados con brazos mecánicos.

 

Evaluar riesgos ambientales en un entorno extremo

Aunque estos residuos fueron clasificados en su momento como de baja o media actividad, algunos contienen radionúclidos con vidas medias que oscilan entre años y milenios. Entre ellos figuran elementos como el cesio 137 o el estroncio 90, este último especialmente preocupante por su capacidad de integrarse en los organismos vivos como sustituto del calcio.

 

Uno de los objetivos clave de la misión es comprender cómo se comportan estos elementos en condiciones extremas: alta presión, oscuridad total y bajas temperaturas. Hasta ahora, las campañas de vigilancia previas no contaban con la tecnología necesaria para estudiar con precisión la movilidad de estos compuestos ni su posible bioacumulación.

 

En el pasado, algunas observaciones aisladas —como las de Greenpeace en 2000 en la fosa de los Casquets— mostraron bidones degradados y corroídos. Sin embargo, aún no existe una imagen clara de lo que ocurre en la zona del Atlántico nordeste, considerada la mayor concentración de residuos radiactivos sumergidos del planeta.

Bidu00f3n radioactivo en el fondo del Atlu00e1ntico en una imagen de una inspecciu00f3n de 1984
Bidu00f3n radioactivo en el fondo del Atlántico en una imagen de una inspección de 1984

 

Un esfuerzo científico con vocación de transparencia

Las muestras recogidas serán analizadas en laboratorio durante varios meses para evaluar el estado de conservación de los residuos y su posible impacto en el ecosistema marino. Toda la información será compartida públicamente con fines científicos y de transparencia, sin emitir juicios sobre las decisiones del pasado. 

 

Activistas de Greenpeace tratando de impedir el depu00f3sito de los bidones submarinos en 1981 en una foto publicada por el CNRS
Activistas de Greenpeace tratando de impedir el depu00f3sito de los bidones submarinos en 1981 en una foto publicada por el CNRS

 

Décadas de acciones de denuncia de Greenpeace y ecologistas

  • Protestas en alta mar: En 1982, activistas de Greenpeace abordaron el buque británico Gem, encadenándose a sus plataformas para impedir el vertido de 4.000 bidones de residuos radiactivos. Esta acción, realizada a 700 km de Galicia, atrajo la atención internacional sobre el problema. 
  • Colaboración con marineros gallegos: En 1981, el pesquero gallego Xurelo, con el apoyo de Greenpeace, navegó hasta la zona de vertidos para protestar contra esta práctica. Aunque no logró detener los vertidos, su acción simbólica fue significativa y generó conciencia en la sociedad gallega.
  • Campañas de presión: Greenpeace y otras organizaciones como la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN), ADEGA y Amigos da Terra realizaron campañas de presión que contribuyeron a la aprobación de una moratoria en 1983 y, finalmente, a la prohibición internacional de estos vertidos en 1993.

 

Preocupaciones actuales

  • Falta de vigilancia: A pesar de las prohibiciones, Greenpeace ha denunciado la ausencia de programas regulares de vigilancia sobre el estado de los bidones arrojados al mar. La Unión Europea ha admitido que no existen controles sistemáticos en las zonas de vertido, lo que impide conocer el estado actual de los residuos y posibles fugas. 
  • Exigencia de responsabilidades: Greenpeace exige que los países responsables de los vertidos supervisen el estado de los residuos utilizando las herramientas científicas más avanzadas disponibles, para determinar posibles fugas y su impacto en el medio marino. 

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