Lobos: ¿por qué no son los agentes medioambientales los que realizan las batidas?
El control del lobo ha levantado muchas polémicas desde la intención de incluirlo en el catálogo LESPRE hasta que ha quedado definitivamente fuera. Aún así, y a pesar de que se autoriza su caza con finalidad puramente preventiva, no son pocas las voces que dudan de una medida así para el control de una especie depredadora y permitir su “convivencia” con la ganadería y el mundo rural
Al quedar fuera del catálobo LESPRE no han sido pocos los que han suspirado tranquilos ante una acción considerada “contraria a los intereses de ganaderos y agricultores”. A raíz de esta decisión, los y las analistas tanto políticas como medioambientales han visto en qué bando están las diferentes posiciones respecto a la caza del lobo. La derecha se ha posicionado contra la inclusión en el LESPRE mientras que los grupos de izquierda, sobre todo aquellos que dan apoyo al gobierno de Pedro Sánchez buscaban proteger al cánido a pesar de las protestas de ganaderos y agricultores. De todas formas, mientras que en numerosas ocasiones se ha dicho que el lobo es el principal enemigo de la ganadería en extensivo (la no estabulada), también existen voces señalando que la presencia del depredador ayuda a mantener a raya otros “enemigos” de la ganadería y agricultura como es el jabalí y como son los cérvidos y otros animales precisamente vectores de transmisión de enfermedades peligrosas para el ganado. Sin embargo, una pregunta que surge es: ¿quién debe realizar las batidas? Es decir: ¿quién debería matar al lobo? Por una parte están las asociaciones de cazadores, muchos de ellos conocedores del terreno pero también están los agentes ambientales quienes, además de conocer el terreno, también tienen conocimientos sobre el comportamiento del lobo y otras especies que, en su momento, puede servir mejor al control del cánido salvaje.
¿CAZADORES O AGENTES MEDIOAMBIENTALES?
Jacobo Feijóo, miembro de Unións Agrarias (UUAA) responde: “da igual que el gato sea blanco o negro, el caso es que cace ratones”. A parte de la frase atribuida a Deng Xiaoping, Jacobo Feijóo quiere dejar claro que la batida “es una herramienta, no la única, para mantener íntegra la cabaña ganadera en extensivo”.
La Asociación Profesional de Axentes Forestais e Medioambientais de Galicia (APRAFOGA) no ve muy clara su actuación en batidas contra el lobo. Sin embargo, consideran que este tipo de actuaciones pueden resultar contraproducentes en caso de que el ejemplar abatido sea un macho o una hembra alfa. Según APRAFOGA, los lobos son animales muy jerarquicos y si sucede lo señalado, la manada se desorientaría y no seguiría los pasos del macho dominante, el cual suele señalar la presa.
Es por eso que desde APRAFOGA consideran que, en caso de ser necesario, sean profesionales del servicio de Medioambiente porque ellos y ellas son quienes mejor saben cuál es el ejemplar problemático. De no realizarse así, los ejemplares supervivientes no solo atacarán a presas salvajes sino que se lanzarían a animales más vulnerables como son potros, terneros, ovejas y cabras en extensivo. Y aún así, no existe certeza al 100% de que sean lobos los que hayan matado al ganado.
Las fuentes de APRAFOGA señalan que una inspección ocular sobre el terreno no puede determinar por sí sola si ha sido ataque de lobo o de otro cánido. Sería necesario un examen genético para determinar qué depredador ha matado al animal que pastaba en el lugar.
Y aunque la caza del lobo siempre ha sido polémica, las sociedades de cazadores siempre han argumentado la necesidad de regular la población de lobos para minimizar los daños al ganado y equilibrar los ecosistemas cinegéticos. En ese sentido, cazadores y ganaderos defienden que la presencia creciente del lobo supone un riesgo para la ganadería extensiva y para otras especies cinegéticas de interés. Es por eso que esta práctica se quiere presentar como una herramienta de gestión especialmente en regiones donde los ataques al ganado han aumentado.
¿INTERESES CINEGÉTICOS?
La caza tiene su parte de negocio, no lo niegan ni los cazadores, incluso se la señala como elemento que permite fijar población en el rural. De todas formas, no han sido pocas las polémicas alrededor de que sean las cuadrillas de cazadores quienes lleven adelante las batidas. ¿Por qué? Porque algunas asociaciones han señalado intereses económicos detrás de la caza.
En las Reservas Regionales de Caza de Castilla y León, por ejemplo, la caza del lobo llegó a alcanzar precios elevados, superando los 7.500 euros por ejemplar abatido, lo que suponía una fuente de ingresos para los cotos y para la economía local. Además, la participación en batidas y la obtención de trofeos de lobo son actividades valoradas socialmente dentro de los círculos cinegéticos. “Solo por la satisfacción de haber matado a un lobo” señalan agentes medioambientales.
Es por eso que han aparecido acusaciones contra sociedades de cazadores acusándolas de haber ejercido una presión significativa para evitar la protección total del lobo. Los argumentos van desde perjudica a sus intereses y agrava el conflicto con el sector ganadero. La reciente decisión de permitir de nuevo la caza del lobo al norte del Duero, tras tres años de protección, refleja, para los contrarios a la actividad cingética, la influencia de los cazadores para incidir en la política ambiental. La medida ha sido presentada como una victoria para los intereses económicos de la caza y la ganadería, aunque ha sido criticada por organizaciones conservacionistas y parte de la comunidad científica.
Sobre el aumento o no de la población del lobo en Galicia, los datos no pueden dar cifras seguras al 100%. El censo de lobos de 2021 en territorio gallego fue el resultado de dos años de trabajo. Por otra parte, según APRAFOGA, no existen datos que confirmen un aumento realmente notable de la población de estos cánidos salvajes en Galicia, los cálculos hablan que en diez años han podido crearse como mucho tres nuevas manadas.
Si bien Jacobo Feijóo señala que el número de lobos en territorio gallego no refleja su decadencia en cuanto a número de ejemplares, lo cierto es que profesionales del servicio de Medio Ambiente no dan por concluyentes los números aportados por la Administración autonómica.
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