La lucha sin fin y con pocos medios de Vigilancia Aduanera contra el narco

El Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) en Galicia se enfrenta a una de sus mayores crisis de recursos en una lucha desigual contra el crimen organizado. Mientras la entrada de estupefacientes por las costas gallegas se intensifica con nuevas técnicas, el SVA opera con una flota envejecida, una base aérea mermada y un personal con una alta carga de trabajo. La situación, denunciada de manera constante por los sindicatos, ha llevado a un punto de "desprotección" que pone en riesgo la seguridad de la comunidad.

La "Flota Fantasma" y la Aventura Aérea
La situación de los medios materiales del SVA en Galicia es, en palabras de un agente, una de "F-1 del mar frente a embarcaciones de 20 años". La realidad es alarmante y se ha convertido en el principal motivo de denuncia sindical:
 

La paralización de las patrulleras de Muros y Ribadeo ha dejado dos de las seis bases operativas de Galicia sin capacidad de respuesta en el mar. Lo más grave es el motivo: el hallazgo de amianto en las embarcaciones de tipo 'Alcaraván', como la de Ribadeo, y en la 'VA-II' de Muros. Este material cancerígeno ha obligado a dejar los barcos en puerto, pero su sustitución se plantea con una solución precaria: la transferencia de embarcaciones ya obsoletas desde Andalucía. Los sindicatos, como CSIF y CIG, han calificado esta medida de "inconcebible" y han denunciado que "no vale" mandar a Galicia embarcaciones que ya han agotado su vida útil en otras zonas.

La inactividad del helicóptero, que lleva más de cinco meses fuera de servicio en una inspección, ha dejado a la totalidad de Galicia y la Cornisa Cantábrica sin su "ojo en el cielo". Esta ausencia es un factor crítico en la lucha contra los narcosubmarinos y las descargas en alta mar, ya que las aeronaves son cruciales para la detección temprana y el seguimiento de las embarcaciones de los traficantes. La falta de este recurso aéreo dificulta las labores de patrulla y pone una barrera extra en las operaciones contra un narcotráfico cada vez más sofisticado.
 

La disminución del número de patrulleras en las principales ciudades gallegas como Vigo y A Coruña, donde se pasó de dos a una, es un reflejo de la inversión "cicatera" que denuncian los sindicatos. Además, la ausencia del buque de operaciones especiales y del avión que operaba desde Santiago, reasignados a otras zonas, ha reducido drásticamente la capacidad de acción del SVA en operaciones de gran envergadura en aguas profundas o a gran distancia de la costa.

Aunque ha habido un esfuerzo en la dotación de personal joven, el informe inicial subraya un problema de fondo: la plantilla del SVA en Galicia, y particularmente la de Vigilancia Marítima, tiene una media de edad alta, de 56,9 años, según datos sindicales. Esto genera un doble desafío: la necesidad de relevo generacional y la limitación física para un trabajo que exige asaltos y persecuciones en condiciones extremas.
 

La Lucha en Cifras y Tecnología: El Desafío de los Contenedores
La batalla contra el narcotráfico en Galicia no se puede entender sin analizar las cifras. En 2024, las incautaciones de cocaína en la comunidad se dispararon, con al menos 12.000 kilos decomisados. Un ejemplo clave de esta tendencia fue el hallazgo de cerca de 500 kilos de cocaína dentro de melones en el puerto de Vigo.
 

A pesar de los avances tecnológicos, el control de la mercancía que entra por vía marítima es un reto casi imposible. El SVA es consciente de que, aunque la tecnología está bien dotada, no existen medios para analizar todos los contenedores que llegan a puertos como el de Vigo. El control de riesgo, basado en la procedencia y en análisis de inteligencia, es la única herramienta para detectar alijos en buques que transportan decenas de miles de toneladas. Esta limitación tecnológica y de personal es el punto débil que los narcos aprovechan para introducir grandes cantidades de droga.

La falta de inversión en una flota moderna y en una base aérea operativa, sumada a la alta exigencia del trabajo y a la necesidad de relevo generacional, ha creado un escenario de vulnerabilidad. La "desprotección de la costa gallega", como alertan los sindicatos, no es una hipérbole; es una realidad palpable que exige una inversión urgente y decidida para dotar a los agentes de las herramientas necesarias en una guerra en la que los traficantes no dejan de mejorar sus recursos.