El problema no es el turismo. El problema es la turistificación masiva

Galicia es hermosa. Tenemos playas, ríos, villas y aldeas que merecen ser conocidas. El problema no es que nos visiten, sino cómo lo hacen y el coste que dejan detrás. Estamos ante un modelo turístico depredador, que pasa por encima de la gente local y de los entornos naturales. 

La turistificación masiva transforma comunidades vivas en parques temáticos. Mercados locales se sustituyen por tiendas de recuerdos, las villas pierden identidad y las playas se convierten en zonas de selfie masivo. El pan de cada día se convierte en artículo de lujo y los precios suben hasta niveles que hacen que muchos gallegos tengan que coger el saco e irse a dormir al monte. Mientras tanto, los responsables políticos se limitan a mirar para otro lado o a celebrar “récords de turistas”. 

Y no es solo cuestión de estética: es calidad de vida y futuro de la comunidad. Los servicios colapsan, el tráfico aumenta, la contaminación también aumenta y los espacios naturales sufren daños irreparables. Si seguimos así, dentro de poco la Galicia que conocemos será solo una postal, un escaparate para el turista, mientras quienes vivimos aquí quedaremos como invitados en nuestra propia tierra. 

Este es un aviso claro y directo a las autoridades: ya basta de políticas que favorecen el turismo masivo sin planificar, sin limitar y sin respetar a la gente local. Galicia necesita regulación, planificación sostenible y medidas que protejan nuestros pueblos, nuestras playas y nuestros ríos. No podemos seguir jugando con el futuro de nuestra tierra por unos números de visitantes que solo alimentan intereses económicos a corto plazo. 

El turismo sostenible no es una opción, es un deber. Galicia merece visitantes que respeten, que comprendan nuestra cultura y que no vengan solo a por una foto. Queremos turismo que engorde Galicia sin adelgazar su alma. 

Y como gallegos tenemos derecho a hablar alto y claro: si esto no cambia, las únicas personas felices serán las que venden imanes y tazas, mientras nosotros quedaremos mirando desde la orilla, gritos incluidos: “Ya está bien, hombre!”. Es hora de actuar, de poner límites y de defender nuestra Galicia antes de que sea demasiado tarde.