Ultimátum de Rueda a Santiago: o una gran facultad de Medicina o tres pequeñas

El delicado equilibrio sobre el que se sostenía la docencia sanitaria en la comunidad autónoma parece haberse quebrado definitivamente, abriendo un escenario de incertidumbre para el sistema público universitario. Tras el rechazo de la Junta de Facultad de Medicina de Santiago al último preacuerdo de descentralización, el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, ha lanzado este lunes una advertencia clara que resuena más a ultimátum que a aviso. El mandatario gallego ha urgido a la Universidade de Santiago de Compostela (USC) a resolver sus disputas internas para evitar lo que el Gobierno autonómico considera el peor de los escenarios: la atomización de los estudios médicos. Un escenario malo, pero posible, advierte el mandatario.

 


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Rueda comparece tras la reunión del Consello.
Rueda comparece tras la reunión del Consello.

La comparecencia de Rueda, posterior a la reunión semanal de su gabinete, ha servido para evidenciar que el Ejecutivo gallego observa con preocupación el devenir de los acontecimientos. El presidente ha puesto el foco directamente sobre la institución compostelana, instándola a encontrar un consenso doméstico ante las discrepancias internas surgidas entre el rectorado —que había aceptado la hoja de ruta de los tres rectores que pasaba por un pacto por el que Santiago cedía parte de la docencia a Vigo y A Coruña — y la propia facultad, que tumbó el texto la semana pasada. Para San Caetano, la pelota está en el tejado de Santiago, y la inacción podría derivar en una fragmentación indeseada del mapa universitario.

 

La postura de la administración autonómica se mantiene inamovible frente a las aspiraciones locales de otras ciudades. Rueda ha reiterado que la prioridad debe ser fortalecer el sistema actual mediante una fórmula descentralizada pero unitaria, advirtiendo sobre las consecuencias de dividir esfuerzos. En sus propias palabras, resulta mucho más beneficioso para el alumnado y la sociedad contar con una estructura académica potente, con raíces profundas y visión de país, que acabar gestionando tres facultades pequeñas que compitan entre sí por recursos y prestigio, diluyendo la marca de calidad de la medicina gallega.

 

Rueda: É moito mellor unha facultade enraizada e pensada para Galicia, unha gran facultade galega que tres facultades pequenas

 

El conflicto, lejos de ser una mera disputa administrativa, tiene connotaciones políticas. La Universidade da Coruña (UDC), rompiendo con el pacto de 2015 que blindaba la exclusividad de Santiago, pacto que ya incluía cierta dósis de descentralización que no se cumplió totalmente, ya ha puesto fecha a sus aspiraciones: quiere implantar su propio grado en el curso 2027/28. Esta decisión unilateral responde a una reivindicación histórica coruñesa, apoyada por el gobierno local, en manos del PSOE, y diversos sectores de la ciudad herculina, que consideran que el monopolio compostelano ya no responde a las necesidades actuales del entorno socioeconómico del norte de la comunidad.

 

Sin embargo, los defensores del modelo actual, concentrados en la facultad de la USC, argumentan que la proliferación de centros no garantiza más médicos, sino una formación más precaria. Su rechazo al plan de descentralización se basa en el temor a perder la excelencia docente y el ecosistema investigador consolidado durante décadas. Alertan de que multiplicar las facultades sin un plan pedagógico robusto y sin una financiación acorde podría desembocar en duplicidades innecesarias y en una caída de los estándares de calidad que han prestigado a la medicina gallega a nivel nacional.

 

A este complejo tablero de ajedrez se suma la Universidade de Vigo (UVigo), que permanece a la expectativa pero con las cartas sobre la mesa. Si se rompe el principio de facultad única y A Coruña avanza con su proyecto, Vigo reclamará el mismo trato para no quedar en desventaja. El alcalde, del PSOE, está a favor de una facultad propia. También se ha sumado a esta postura a última hora el PP local.

 

Este posible efecto dominó donde cada vez más actores locales apuestan por una facultad propia  es precisamente lo que la Xunta, en manos del PPdG, dice querer evitar, consciente de que financiar y dotar de personal cualificado a tres centros de medicina simultáneos supondría un desafío presupuestario y logístico de primer orden para las arcas públicas.

 

Aunque el Gobierno gallego insiste en respetar la autonomía universitaria, su intervención discursiva de este lunes deja claro que no piensa ser un mero espectador pasivo. Rueda ha confirmado que mantienen el diálogo abierto con las tres instituciones académicas, pero ha subrayado que su papel no puede suplantar la voluntad de los rectores y decanos. La Xunta se reivindica en un papel mediador, aunque con una hoja de ruta preferente: la "facultad grande descentralizada", una figura jurídica y académica que, a día de hoy, genera más dudas que certezas entre el profesorado.

 

Rueda: Son a universidades as que teñen que tomar decisión, e en especial a Facultade de Medicina de Santiago

 

Desde la perspectiva social y de la izquierda política, la preocupación se centra en la sostenibilidad del sistema público. Colectivos sanitarios y educativos advierten que la creación de nuevas facultades podría acarrear un sobrecoste millonario que no necesariamente se traduciría en una mejor formación de médicos y en última instancia en una mejor atención al paciente. La sostenibilidad financiera del sistema universitario gallego podría verse comprometida si se priorizan los intereses localistas y el prestigio de cada campus por encima de una planificación racional de los recursos humanos y técnicos disponibles en la comunidad.

 

La falta de concreción sobre qué implica realmente una "unidad docente descentralizada" ha sido uno de los detonantes del rechazo en la Facultad de Medicina Santiago. Los críticos señalan que el plan carece de definición sobre cómo se coordinarán los departamentos o si estas unidades serán la antesala de facultades independientes encubiertas. Esta falta de concreción técnica ha alimentado la desconfianza de la comunidad académica, que ve en la propuesta política un parche para satisfacer demandas territoriales sin un sustento académico riguroso.

 

El reloj corre en contra del pacto

El presidente de la Xunta ha sido tajante al ser interrogado sobre si tomará una actitud más proactiva ante el bloqueo actual: la responsabilidad última recae sobre las universidades. Aunque el Ejecutivo autonómico tiene clara su preferencia, Rueda ha insistido en que no impondrán una solución por decreto, apelando a la autonomía universitaria para que sean las propias instituciones las que eviten el escenario de fractura. Sin embargo, el tiempo apremia, y con la UDC decidida a avanzar y la UVigo reuniendo a sus órganos de gobierno, el margen para reconducir la situación hacia el consenso se estrecha por momentos.

 

La polémica trasciende los muros de los rectorados y se ha instalado en el debate político municipal, reactivando viejas tensiones entre el norte y el sur de Galicia. La tensión territorial entre A Coruña, Santiago y Vigo vuelve a aflorar con la educación superior como campo de batalla, un escenario que dificulta la visión de conjunto que reclama la administración autonómica. Mientras los alcaldes y alcaldesas defienden los intereses de sus urbes, la comunidad académica intenta hacer valer criterios pedagógicos en medio de un ruido ambiental cada vez más elevado.

 

En última instancia, lo que está en juego es la cohesión del modelo sanitario y educativo de Galicia para las próximas décadas. Si no se logra un acuerdo interno en la USC que permita retomar la vía de la descentralización pactada, la comunidad se verá abocada a un nuevo mapa de titulaciones que transformará radicalmente el acceso a la profesión médica. La advertencia de Rueda sobre las "tres facultades pequeñas" resuena como un aviso a navegantes: el riesgo de debilitar el sistema sanitario gallego es real si se prioriza la cantidad de centros sobre la calidad de la estructura formativa.

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