Brexit, una segunda oportunidad

Luis Moreno

“Nunca segundas partes fueron buenas”, reza el refrán. Sí lo es en el caso del Brexit y de la posible salida del Reino Unido de la Unión Europea. Aunque haya sido tarde y aún a regañadientes, Jeremy Corbyn, líder del Labour Party, principal partido de la oposición al gobierno conservador de Theresa May en Westminster, ha “cedido” a las peticiones de buena parte de la bases del partido para que proponga la celebración de un segundo referéndum sobre el Brexit. Mejor tarde que nunca.


Estamos apenas a unos días (29 de marzo) para que expire la fecha de la salida formal del UK de la UE, y la situación política británica no puede ser más confusa. Prevalece el fuego cruzado parlamentario entre las principales formaciones pero, sobre todo, se ha generalizado una actuación canalla en la defensa de los intereses cortoplacistas de las distintas facciones del Tory Party para tratar de ganar posiciones de poder e influencia dentro del partido. Los intereses de tales grupos no pueden ser más mezquinos y barriobajeros, si se me permite la expresión. Es decir, para unos se trataría de descabalgar a May, según la insidia puesta en práctica por antieuropeístas fundamentalistas a quienes se han unido los antieuropeístas coyunturales. Todos pretenden hacerse con el control del partido. Otros, que en un primer momento se manifestaban --aún tibiamente proeuropeístas, como la propia May-- se aferran patéticamente a sostener a la premier, ya que su caída supondría la pérdida de sus poltronas. En un escenario más general e indeseado para todos, el abandono del poder y el fin de las regalías del pesebrismo (pork barrel) para los partidarios de uno u otra opción conservadora daría paso a un gobierno laborista alternativo.


Y no es que Corbyn haya destacado como un preclaro estadista con una visión de futuro o un proyecto ilusionante para el electorado británico. En realidad actúa ahora así porque varios diputados laboristas han decidido abandonar el Labour Party y teme que su marcha sea un ejemplo a seguir por más parlamentarios descontentos de la oposición. Ha predominado en él, precisamente una priorización de los juegos tácticos que pudieran favorecer su ambición para ascender a los ‘cielos’ del gobierno en Londres. Es decir, ha sido la encarnación del viejo pragmatismo de una cultura política anglosajona de confrontación (adversarial politics) que tiende a resguardarse con autosuficiencia de lo foráneo, pero que sigue sin atender a la realidad de que los tiempos imperiales hace tiempo que tocaron a su fin. Ahora la alternativa lingüística y cultural para el Reino Unido es la de ser convidados como socios minoritarios en la extensión urbi et orbe del modelo de capitalismo global anglo-norteamericano. O si lo prefieren en expresión populachera, de ser ‘perritos falderos’ del Tío Sam.


El redactor de estas líneas ha vivido varios años en el Reino Unido y debe buena parte de sus conocimientos y actitudes como académico a las enseñanzas aprehendidas en la denigrada pérfida Albión, como así proclamaban hace unos decenios los franquistas ahora resucitados políticamente por nuevos voceros de la política española. Siempre estará agradecido a la bonhomía y maestría de tantos colegas y gentes “del pueblo” con las cuales ha compartido una miscelánea de experiencias y vivencias. Y sabe que buena parte de estas personas son europeos cabales que odian abandonar, aunque sea política y simbólicamente, un entramado institucional como el de la Unión Europea. Ellos son axiológicamente portadores inseparables de los valores comunes europeos, por mucho que los neoimperialistas ingleses quieran forzar la apertura sepulcral de los gloriosos tiempos de Victoria y Alberto.


La alternativa laborista que ahora defiende Corbyn pretende ganar el apoyo de electores que votaron a favor y en contra en el primer referéndum del Brexit, en base a una opción de salida que, no obstante, supondría un “quedarse dentro” de la UE en temas tan trascendentales como asegurar una unión aduanera, la armonización con el Mercado Único, una puesta en común en asuntos de derechos y protección y la participación británica en las agencias de la UE relativas a la educación, el medio ambiente, la regulación industrial o la seguridad.


Si no se alcanzase un consenso parlamentario en estos últimos puntos, Corbyn asegura que los laboristas harán todo lo posible para alejar la posibilidad de que se llegue al día 29 de marzo sin acuerdo, idea con la que ya comienza a flirtear la propia May. En última instancia, se pondría en práctica la tercera opción delineada en el último congreso laborista de Liverpool. Entonces se planteó un proceso que implicaba, en primer lugar, derrotar el plan del Brexit de May o, en un segundo plano, forzar un adelanto electoral. Si no se tenía éxito, como así ha sucedido en ambos casos, se optaría por impulsar un segundo referéndum sobre el Brexit. De la forma, los contenidos y la pregunta (o preguntas) a someter a la ciudadanía británica poco se puede decir por ahora.


Lo verdaderamente esperanzador para aquellos que anhelamos la continuidad del Reino Unido en el proyecto de europeización en marcha es que se hable de un segundo referéndum. Y es que nos duele su separación política del Viejo Continente. Que ahora se atisbe, por mínima que sea, una posibilidad de preservar la permanencia de Gran Bretaña en la vieja casa común europea es motivo de deseo. Deseémoslo…


'Brexit, una segunda oportunidad', es original de Pressdigital

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