​Galicia rompe amarras

Manuel Fernando González Iglesias

Sigo, como editor y “galego de la Diáspora” las próximas elecciones de Galicia, en la que hay un candidato que va varios cuerpos por delante en las encuestas siempre inciertas. Como periodista me gustaría, como en tantas otras elecciones que he vivido in situ, el país encontrara por el bien de todos la excelencia política, ya que en el conjunto del Estado no son unos comicios cualquiera, puesto que los medios de comunicación las consideran como la tabla de salvación del centro-derecha o, si Vds. lo prefieren, el dique que va a frenar al populismo sanchista, y con ello, la vuelta por la voluntad de los votos de los gallegos a la centralidad democrática que ha de situar a “los ismos de los istas” en la justa dimensión de sus reales expectativas dentro de un estado como el español tan europeo como diverso.


Si el actual inquilino del Pazo de Raxoi, el ourensano Feijóo, gana, y lo más difícil todavía, “vuelve a gobernar por mayoría absoluta” derrotando al socialismo, sus propios electores van a mirarlo obsesivamente, indicándole la nueva hoja de ruta hacia la salida del poder, mientras que a Casado también se le va autoexigir un viaje urgente hacia el centro progresista, mal que le pese a su socio y general secretario Egea. Es decir: a parecerse, sí o sí, a los modos y maneras del PP gallego, que arrastra tantas variedades ideológicas en su caja fuerte, que no son exactamente la derecha pura y dura, pero tampoco dejan de representarla envolviéndola en ese centrismo galeguista al que nunca hizo ascos ni siquiera el Padre Fundador Manuel Fraga.


Hasta en la inhóspita Catalunya están girando la cabeza hacia Finisterre, porque si la victoria de Núñez Feijóo va a devolver a millones de votantes no independentistas la fe en sus convicciones constitucionalistas, tan ninguneadas por un Gobierno del Estado débil y cambiante, pero sobre todo por los que quieren acabar con el concepto Esta Nación porque sí y porque pueden.


Si en Galicia y en Euskadi ganan los actuales inquilinos que se someten al dictado de las urnas podríamos comenzar a pensar que algo en el mismo sentido cabe en las catalanas y luego en el resto de las comunidades del resto de los españoles, incluidos los bolivarianos populistas, porque ahora mismo, votar Bloque o Marea no es exactamente lo mismo que hacerlo en la anterior clave Podemos. Vamos, que el nacionalismo galego independentista vuelve a sus orígenes con todas sus consecuencias, algo que, como ya hemos explicado, también ha hecho el PP de Galicia, descolgándose con firme suavidad de las insoportables ataduras genovesas escasamente eficientes cuando se trata de conseguir mayorías absolutas para formar Gobierno para los cuatro próximos años.

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